
Lo que nos faltaba, que un célebre delincuente en desgracia escribiera una carta para amenazar al gobierno de mexicano con descarrilar la relación bilateral con Estados Unidos. El gobierno tomó nota y dijo que revisará su caso, pero su margen de acción, hablo del gobierno, que era pequeño, desde el regreso de Trump a la Casa Blanca, es microscópico.
Emprender una campaña oficial para que el gobierno de Estados Unidos mande de regreso a México al Mayo ratificaría la versión de la asociación entre los carteles y el gobierno. La única opción que tiene Zambada de seguir con vida, porque pueden condenarlo a muerte, es afinar la garganta y cantar todo su repertorio. Si los fiscales norteamericanos lo encuentran provechoso, tal vez lleguen a un acuerdo con él, de otra manera su suerte está echada.
El Mayo tiene razón al argumentar que está allá como resultado de un operativo ilegal, pero que su queja prospere es extremadamente remoto. El Tío Sam lo tiene en una cárcel y es mucho más factible que termine en Guantánamo, a que regrese al país. ¿Nos debe preocupar como país la suerte de un delincuente? Desde luego que no. Los que están más que preocupados, angustiados, al borde de un ataque de pánico, son sus cómplices en el gobierno y la iniciativa privada, ya que sus nombres pueden comenzar a circular en cualquier momento.
No se olvida que el Mayo operó en la ilegalidad cincuenta años, de modo que es la persona que conoce mejor la historia de la complicidad del narco con políticos y militares en México, puede usar su enciclopedia del crimen como moneda de cambio para terminar su vida en una cárcel mexicana y no en una gringa. Pero en la lógica de la delincuencia organizada su figura es cada vez más irrelevante. Su propia banda criminal, que llegó a ser la más poderosa del mundo, ahora está en peligro de extinción no solo por la guerra civil entre Chapitos y Mayiza, sino porque el gobierno tiene la meta de reducirlo a su mínima expresión como una carta que pueda manejar en su relación con el gobierno de Trump. En la Casa Blanca hay proyecciones para emprender acciones militares en suelo mexicano, lo que rebasa con mucho la suerte personal de un capo, así sea el Mayo Zambada.
Lo curioso en el caso del Mayo es que hay en el país una corriente que lo ve con cierta simpatía desde que Proceso publicó una foto de portada de Julio Scherer y el Mayo, como si fueran grandes cuates en un día de campo. Simpatía por el diablo. Es necesario plantearse las siguientes preguntas: ¿Cuántas personas ha matado Zambada personalmente, ¿cuántos ha mandato matar, ¿cuántas murieron por consumir los productos que traficaba? El Mayo laceró a las instituciones mexicanas por años e hizo vulnerable a México ante las amenazas del exterior. ¿Nos tenemos que preocupar porque esté angustiado en una cárcel gringa? Por supuesto que no. Desde que cayó en la trampa de los Chapitos el Mayo perdió su aureola, que unos chamacos le hayan comido el mandado, muestra que ya no está para esos trotes.
Si quiere vivir, si busca mejores condiciones de reclusión, si anhela una oportunidad de estar fuera de la cárcel, aunque sea con un brazalete electrónico, tiene que hablar y decir lo que sus captores quieren oír. Su defensa epistolar genera ruido aquí y acelera las negociaciones allá, pero él ya es historia. El narcotráfico sigue, las muertes por sobredosis continúan y el país encara un futuro sombrío por culpa de gente como el Mayo y sus cómplices en los tres niveles de gobierno.