Opinión

Tres años de guerra

Manifestantes frente a la embajada rusa en Londres expresan su apoyo a Ucrania y reprueban los tres años de esta invasión rusa (EFE)

Un día como hoy pero de 2022, se desencadenó una invasión militar rusa sobre Ucrania, lo que dio inicio al mayor conflicto armado de tipo convencional en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, otras guerras como la del Medio Oriente y las crecientes tensiones en el mar de China, impulsarían un proceso de reorganización geopolítica internacional. Los debates sobre las guerras se encuentran por lo general dominados por las emociones. Las personas, divididas en facciones contrapuestas, luchan por establecer quién está en lo justo y quién tiene la razón. Esto es así porque los individuos se encuentran divididos entre la razón y los sentimientos. El tiempo que las personas pasan condenando los fenómenos políticos es más grande de aquel que dedican para comprenderlos, explicarlos o anticiparlos.

Desde la caída del Muro de Berlín en 1989 que marcó la ruptura de los viejos equilibrios derivados de la Segunda Guerra Mundial, Ucrania experimentó el incremento de una tensión política e ideológica entre quienes enarbolan postulados nacionalistas e independentistas en el marco de una asociación integral con la Unión Europea y quienes aún consideran necesario fortalecer los lazos de todo tipo con Rusia. En el contexto de esta tensión, la constante expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte representó una causa principal de la guerra. La OTAN fue fundada en 1949 poco después de finalizar el último conflicto armado mundial por doce países -entre los que destacaron Reino Unido, Canadá, Dinamarca, Francia, Italia y Estados Unidos- con el objetivo explícito de garantizar la seguridad de sus miembros utilizando medios políticos y militares en el marco de la denominada “guerra fría”. Su justificación fue la defensa de Europa occidental frente a posibles ataques rusos.

La incorporación a la OTAN de países que antiguamente se encontraban bajo la órbita de la Unión Soviética ha sido continua. En 1999 se integraron a esa organización militar países fronterizos con Rusia como Polonia y Hungría, así como la República Checa, en 2002 se sumaron siete países de Europa central y oriental: Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia. En 2009 se unieron Albania y Croacia. Además, para 2017 habían accedido Montenegro, Georgia, Bosnia y Herzegovina. En 2020 se incorpora Macedonia, en 2023 Finlandia y en 2024 Suecia. En la lista de espera se encuentra desde hace años Ucrania, lo que representó una de las principales causas de la tensión entre el mundo occidental y Rusia.

Existe una cultura de la supuesta superioridad de Occidente basada en el etnocentrismo, que se expresa en una forma de auto-celebración que induce a algunos países a creer que pertenecen a una civilización superior, lo que les permite juzgar al resto del mundo con base en su propio punto de vista. Estos complejos de superioridad distorsionan la historia, y en ocasiones niegan la misma realidad. Así sucedió con las sanciones económicas y financieras impuestas a Rusia que en lugar de mantenerla aislada, la obligaron a encontrar nuevos aliados estratégicos fuera del bloque occidental, entre los que destacan China y la India. Además, Rusia ha desarrollado la asociación económica y comercial denominada BRICS+ integrada por países emergentes que buscan aumentar su influencia en la economía global, contraponiéndose al G7 donde participan exclusivamente países industrializados y desarrollados.

En el pensamiento estratégico se tiende a contemplar las guerras futuras a través de conceptos aplicados a las guerras del pasado. Sin embargo, actualmente estos resultan obsoletos e insuficientes. La guerra en Ucrania produjo una transformación de grandes dimensiones en el panorama de la seguridad internacional, así como en los equilibrios regionales y globales. Ahora, la era de Donald Trump inicia con un nuevo reparto del mundo entre EU y Rusia, ignorando a Europa y traicionando el valor simbólico de la lucha por la libertad.

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