Opinión

El poder de las movilizaciones; la plaza grita

Claudia Sheinbaum, Presidenta de México, rindió su informe a cien días de gobierno ante simpatizantes en el Zócalo.
Asamblea Informativa sobre los aranceles impuestos por Donald Trump El domingo 9 de marzo se realizará una asamblea informativa para anunciar las acciones en respuesta a la imposición de aranceles. (Presidencia)

Resulta prácticamente imposible saber cuántas fueron las protestas populares, estudiantiles, universitarias, musicales, culturales, sociales y callejeras dentro y fuera de los Estados Unidos con cuyo empuje el antiguo “establishment” americano (ese cuya resurrección busca Trump), se derrumbó entero con la derrota en Vietnam.

La irracionalidad de sostener esa guerra inviable en los rincones de la Guerra Fría y la incomprensión absoluta de una geopolítica impuesta, pero no por eso real, ha sido hasta ahora la más evidente muestra de la falibilidad estadunidense. Posiblemente una más haya sido su incapacidad para detectar desde el espacio las placas de un automóvil pero no para evitar el enorme golpe terrorista de 11-S contra Nueva York y el Pentágono en la más cruel de las burlas contra su sistema defensivo.

Muchos años antes, precisamente frente a ese edificio, en 1965, el dos de noviembre (nuestro día de los muertos), a la hora final de la jornada laboral, “Norman Morrison, un pacifista de treinta y dos años (Academia) y padre de tres niños, estaba bajo las ventanas del edificio, justo debajo de la oficina del Secretario de Defensa, Robert McNamara; se empapó de gasolina y se prendió fuego para ofrendar su vida en protesta contra de la guerra.”

Poco después se creó el Comité Nacional de Movilización para poner fin a la locura en Vietnam. Una manifestación contra la guerra reunió en Nueva York --desde el Parque Central hasta las Naciones Unidas—a más de 400 mil personas. Miles de ciudadanos sin relevancia pública; otros muy conocidos, como Martin Luther King Jr., Harry Belafonte, James Bevel y el Dr. Benjamin Spock. Un grupo de veteranos incluyendo a Jan Barry se reúnen bajo un lema; “Vietnam Veterans Against the War”, antecedente de la organización VVAW. Una marcha simultánea ocurre en San Francisco y poco después se instituye el Comité Nacional de Movilización para poner fin a la guerra en Vietnam (el Mobe)”.

El Doctor Martin Luther King dejó estas reflexiones sobre aquella guerra en uno de sus memorables discursos:

“Ahora, debe ser incandescentemente claro que nadie que tenga cualquier preocupación por la integridad y la vida de la América de hoy puede pasar por alto la guerra actual. Si el alma de América se vuelve totalmente envenenada, parte de la autopsia debe indicar Vietnam. Nunca puede (un país) ser salvado, mientras destruye las esperanzas más profundas de los hombres por todo el mundo. Por eso es que quienes entre nosotros estamos determinados sobre cómo debe ser América, creemos --a lo largo del camino de la protesta y la disidencia— la búsqueda de la salud de nuestra tierra…”

Todas esas protestas y muchas más —desde los enormes discursos del humanismo hasta las inmolaciones, la quema de fichas de conscripción, la rebeldía maravillosa y ejemplar de Mohamed Alí y las canciones de Pete Seeger o Bob Dylan, la psicodelia de los hippies, la desilusión de una generación quebrada y todo lo demás, terminaron con la guerra.

Hoy, allá, nadie protesta por esta delirante eclosión de enfermizo poder de Trump y sus radicales tecnológicos, tan imbéciles como los anteriores (o peores), aún cuando libren esta embestida por métodos incruentos hasta ahora, pero altamente dañinos de todos modos. No hay bombas de napalm, pero hay aranceles comerciales lesivos y abusivos para medio mundo. Y de Ucrania, mejor ni hablar.

Cuando el presidente de Estados Unidos amenazaba terminar con Indochina, millones de americanos se oponían y protestaban. Hoy no, quizá porque todavía no se dan cuenta.

Pero de entre todas las protestas registradas en la historia de aquellos años, ninguna tuvo la fuerza con la cual los mexicanos irán a Zócalo el próximo domingo. El telúrico estremecimiento de la verdad y el ejemplo de un pueblo libre, independiente y soberano –como ha repetido tanto nuestra presidenta (con A), va a poner una vez más al imperio de rodillas frente a la historia.

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