
Alguien preguntó, ¿hay borregos en el parque de Kalamazoo? (Binder Park), tranquila ciudad intermedia de los Estados Unidos, cuya realidad no es un zoológico llamado Kalama-zoo, como tampoco el Zócalo de la ciudad de México, sea cual sea la concurrencia o la fuerza política convocante, podría considerarse en su pletórica, ovina y matraquera asistencia como el “Zoo-calo”, de ninguna manera, pero ya repuestos y repuestas (y hasta repuestes) de la cruda por los festejos del 8 de marzo cuando el pretexto feminista --y hasta feminazi-- permite desmanes sin medida en tanto una vez llegadas todas, se repiten las caducas condenas al mundo patriarcal, falocrático, misógino y demás, en una sobrevaluada ocasión ahora acentuada por la presencia femenina ubicua y hasta oblicua, conspicua y promiscua, pero como sea hoy quiero recordar a mujeres olvidadas (si no hay olvido temporal no hay memoria necesaria), cuyos esfuerzos por desgracia no fructificaron como los de Rita Zetina (una señora con nombre de beca) o la actual Altagracia, por no mencionar a doña Josefa Ortiz (sin Domínguez ni corregidor); Leona Vicario (sin Andrés) o Rosario Castellanos rica en abecedario; no, hoy se trata de otras mujeres, todas ellas importantes en un afán al parecer infructuoso para romper no el techo sino el ruedo de cristal, pues todas ellas se dedicaron a la tauromaquia y fueron como antes se decía, señoritas toreras y ellas --por no mencionar a las actuales--, hicieron todo lo posible para abrir redondeles a la femenina presencia y si bien no son todas, estas son algunas antecesoras de Juanta Aparicio, según el desorden y las omisiones (más omisiones, menos menciones) pero vengan estas pioneras del siglo XIX.
“Victoriana Sánchez, Dolores Baños, Soledad Gómez, Pilar Cruz, Refugio Macías, Ángeles Amaya, Mariana Gil, María Guadalupe Padilla, Carolina Perea, Antonia Trejo, Victoriana Gil, Antonia Gutiérrez, María Aguirre «La Charrita Mexicana» y la española Ignacia Fernández “La Guerrita”, y de todas ellas extraigo la más novelesca vida de todas ellas, y para tal fin, tomo la historia breve de José Francisco Coello Ugalde, quien transcribe una declaración de barandilla (no de banderilla):
“--Identifíquese.
“--Me llamo Ignacia Ruiz, me dicen “La Barragana”. Estoy aquí por robo. Apenas unos pocos años atrás probé fortuna en los toros, aunque sin demasiada suerte, pero la vida me ha llevado por senderos sinuosos que no siempre resultan ser los mejores. Desgraciada de mí que hoy enfrento la sentencia de usted, señor ministro, a quien pido clemencia, la necesaria para no padecer más penurias.
“El Juez parece decirnos: ese rostro aparenta inocencia pero también un dolor que tuvo que tragarse la–ahora sí-- inconmovible mujer que cometió el delito del que se le acusa.
“Al parecer, su caso fue muy controvertido, ya que para Eduardo Ruiz --a la sazón secretario del Chinaco Vicente Riva Palacio, juarista a ultranza-, la tal Barragana era patriota y no maleante, en tanto que para Pablo Robles —también de tendencia liberal y republicano—, sólo era una marimacho feroz, sanguinaria y carente de propósitos libertarios (eso de llamar marimacho a una mujer es una atrocidad propia--o impropia--, de siglos idos, verdad de Dios)”.
Y hay un caso de alta serenidad:
“Josefa Molas, alias Pepita, que ya era banderillera y rejoneadora a caballo experimentada, entró en 1894 en la cuadrilla de Lolita y Angelita… con un gran éxito de crítica en el arte de la espada. También llegó a practicar el rejoneo en bicicleta y, a veces, la suerte de Don Tancredo, que creó un valenciano que se llamaba Tancredo López Martín. La suerte consistía en quedarse muy quieto sobre un pedestal de madera en medio del ruedo para que el novillo creyera que se trataba de una estatua y pasara de largo desde la salida por la puerta de chiqueros…”
Hacer el Tancredo, hoy se diría hacer la Tancreda, por aquello de la igualdad, la paridad, la femineidad, la sororidad y todo eso.
Esa suerte ha revivido, quedarse quieta a ver si el toro desdeña una figura paciente, quieta y serena y aplaza los aranceles por otro mes.
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