
Imposible quedar indiferente ante la marcha feminista del pasado 8M. Su densidad emocional estuvo al parejo de su fuerza física. Más de doscientas mil mujeres de todas las edades marchando por calles de nuestra ciudad, exigiendo su derecho a una vida sin violencia y la igualdad real.
Familiares de mujeres asesinadas o desparecidas transforman su dolor en activismo y eso nos compromete a todos. La responsabilidad de los medios, como lo ha hecho Crónica, es darles la mayor visibilidad posible a los eventos, a las demandas, a los compromisos de las autoridades y establecer un tema de conversación permanente, no restringido a un día específico, sino como parte de la agenda nacional. Romper el silencio es el inicio de la solución.
El hecho de que una mujer, la doctora Sheinbaum, sea ahora la jefa del Estado mexicano es una oportunidad única para el movimiento feminista de concretar demandas añejas y convertirlas en realidad. Las expectativas comienzan a cumplirse, aunque todavía es más largo el camino que falta por recorrer que el camino recorrido hasta ahora. La idea es que al final de esta administración, en el 2030, estemos más cerca del lema de que no solo llegó una mujer llegaron todas. Por ahora es una frase pegadora que no corresponde a lo que se vive en las casas y las calles y callejones del país.
En la conmemoración del Día Internacional de la Mujer la presidencia anunció 10 acciones concretas en beneficio de las mujeres, todas ellas son bienvenidas, aunque a juzgar por lo que se vio en las cartulinas de las amigas, compañeras y familiares de mujeres víctimas de violencia, lo que es una urgencia que no puede aplazarse es contar con un sistema de justicia que vele por la integridad de las mujeres. La cruzada contra la violencia pasa por un Ministerio Público suficiente, profesional, comprometido, que trabaje con perspectiva de género. Ese es el meollo del asunto. Las mujeres tienen que estar vivas para gozar de sus derechos.
El decálogo presentado el sábado incluye establecer efemérides para reconocer a las mujeres mexicanas de la historia. Montar la Sala de las Mujeres en la parte pública de Palacio Nacional. Imprimir y repartir millones de Cartillas de los Derechos de las Mujeres. Construir la Red Nacional de Tejedoras de la Patria. Reducir a los 60 años la edad para que las mujeres reciban la Pensión del Bienestar. Construir 200 Centros de Cuidados Infantiles para madres trabajadoras. Reconocer a las mujeres de pueblos originarios y afrodescendientes. Dar preferencia a las mujeres en el Programa Nacional de Vivienda. Reconocimiento a los derechos agrarios de 150 mil mujeres y foros de consulta para hacer realidad las reformas legales contra la violencia hacia las mujeres.
No queda claro cómo esas acciones, todas loables y bienvenidas, se transformarán en una reducción drásticas de los feminicidios, violaciones y golpizas que constituyen el tema central, o que por lo menos lo fue durante la multitudinaria marcha del sábado pasado. Tampoco hay una acción dedicada a la violencia digital que es la marca de nuestros tiempos. La exigencia es que los crímenes no queden impunes, que no se archiven los expedientes, que los agresores enfrenten las consecuencias de sus actos. Todo lo demás está muy bien, qué bueno que haya exposiciones y celebraciones en el calendario cívico, pero nada está por encima de conservar la vida. La impunidad es un acicate para los feminicidas. Si se siguen saliendo con la suya, las mujeres seguirán muriendo. Lo dicho: las mujeres tienen que estar vivas para gozar de sus derechos.