
1.
La recién inaugurada exposición Amazônia en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, obra del célebre fotógrafo brasileño Sebastião Salgado -la cual ya se ha presentado en otras capitales culturales del planeta-, no es un simple acontecimiento expositivo, o un evento más que agregar a la cartelera cultural de la capital mexicana. Se trata de una declaración de principios: una sugerente carta de presentación en materia de cooperación cultural internacional, en el arranque de un nuevo sexenio.
En tiempos de incertidumbre ambiental, discursos que desdibujan o incluso niegan la urgencia climática, que apelan a la monocromía narrativa de las identidades culturales -en un paisaje dominado por nuevas hegemonías-, o miran con desdén a los valores de la diversidad incluyente que nos conforma hoy en día, esta muestra es una afirmación poderosa del vínculo indisociable entre naturaleza y cultura, entre culturas y civilizaciones -así, en plural-. Un recordatorio en clave fotográfica de que la Amazonia existe, sobrevive, y se aferra al tiempo presente, no sólo como una reserva ecológica y un pulmón del planeta, sino también como el territorio -sorprendentemente virginal- que aloja una vasta cartografía humana. Un encuentro visual entre la lente de Salgado, la memoria del mundo, y las resistencias tribales más amenazadas de nuestro siglo.
Primera gran muestra internacional que alberga México en el actual sexenio, su llegada subraya el papel del país como un actor clave en la defensa del patrimonio cultural y natural del planeta. Más que una exhibición, estamos ante un manifiesto visual que apela a la consciencia planetaria y nos sitúa, inevitablemente, frente a una pregunta fundamental: ¿Qué significa preservar a las selvas y a sus habitantes en el siglo XXI?
Si el discurso de la conservación muchas veces se queda atrapado en la abstracción de cifras y políticas que pocas veces logran conmover a la audiencia general, lo que logra Salgado es traducir esas urgencias a un lenguaje visual imposible de ignorar. La selva, sus imágenes poderosas y desgarradoras, no es ya un espacio ajeno ni el dato frío en un informe ambiental, sino un organismo vivo que respira, sufre, se afana y persiste.
En un mundo cada vez más expuesto a los efectos del cambio climático, el arte fotográfico de Salgado aparece como una estrategia efectiva para devolverle humanidad, rostro, y tiempo real, a los desgastados alegatos medioambientales.
2.
Desde hace décadas la obra de Sebastião Salgado es un testimonio de las geografías humanas, un ensayo visual sobre la adversidad humana y la resistencia cultural. Si en Trabajadores y en Éxodos registró con un dramatismo expresionista la precariedad del proletariado global -tan cercana al esclavismo- o las migraciones masivas como marca indeleble de nuestro tiempo, en Amazônia Salgado despliega una poética de la luz y la niebla -que paradójicamente prescinde del color verde, y acude al dramatismo del blanco y negro- en un escenario abrumador donde la selva es a un tiempo protagonista y refugio. A través de su lente, la Amazonia no es un simple decorado exuberante, sino un organismo palpitante que respira en cada sombra, en cada árbol, a todo lo largo de la cuenca del rio más grande del mundo, y en cada uno de sus sinuosos y serpenteados afluentes: esa gran vena que nos mantiene vivos.
El Museo Nacional de Antropología y su vocación por el estudio de las civilizaciones originarias, se revela como el espacio idóneo para la muestra. La fotografía de Salgado dialoga de manera natural con la narrativa del museo: así como a la Amazonia la habitan pueblos cuyos modos de vida han persistido por milenios, el Museo Nacional de Antropología custodia los vestigios de culturas prehispánicas, que también desafiaron la erosiva marcha del tiempo. En esta convergencia, Amazônia nos propone un diálogo entre paisajes distantes, pero profundamente emparentados.
La curaduría de la exposición ofrece una experiencia inmersiva que trasciende la contemplación visual y se respalda en la diversidad de los paisajes sonoros de la selva -rumores, cantos tribales, voces en otras lenguas, ruidos de la naturaleza, testimonios en video, y un trasfondo musical sumamente delicado y profundo-. Toda una experiencia sensorial en la que se observa, no menos de lo que se siente y de lo que se escucha.
Amazônia replantea entonces el papel de la fotografía documental en la actualidad. Con el auge de las redes sociales y la inmediatez visual, las imágenes se han convertido en objetos efímeros, consumidos y desechados en cuestión de segundos. La obra de Salgado, en cambio, exige pausa, observación atenta y una interacción que va más allá del simple acto de mirar. Nos invita a reconsiderar nuestra relación con la imagen y, por extensión, con el mundo que representa.
La Amazonia es un territorio de intersecciones: entre el pasado y el futuro, entre la conservación y la devastación, entre la resistencia y la expansión industrial. México comparte con Brasil la urgencia de proteger sus ecosistemas y su diversidad biocultural. En este sentido, Amazônia no solo acerca al público a una realidad geográfica distante, sino que lo confronta con las propias problemáticas nacionales: la deforestación, la lucha de las comunidades originarias y la fragilidad de los ecosistemas nacionales.
3.
La exhibición es también un acto notable de diplomacia cultural y un resultado tangible de la cooperación bilateral entre México y Brasil, entre sus gobiernos, pero también entre sus comunidades creativas, en un momento histórico donde el debate sobre el cambio climático se entrelaza con la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, y por el pleno reconocimiento de los derechos culturales como un derecho humano inalienable, y un bien público global.
El Museo Nacional de Antropología se convierte, con esta muestra, en un foro de reflexión global. Amazônia no es un paisaje distante ni una postal exótica; es un recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva. En una era donde la velocidad de la crisis ecológica supera nuestra capacidad de respuesta, exposiciones como esta nos exigen mirar, pensar y actuar. Al final del recorrido, la mirada de Salgado se convierte en una interrogación silenciosa. La Amazonia aún está aquí, pero ¿Por cuánto tiempo? Esa es la verdadera pregunta que la exposición nos deja al salir del museo.
La selva amazónica es, en muchos sentidos, un espejo de nuestras contradicciones. En ella coexisten la belleza y la amenaza, la abundancia y la destrucción, la vida y su inminente extinción. Las fotografías de Sebastião Salgado no solo capturan la majestuosidad del bosque, sino que también documentan un espacio en peligro. Como testigo de un mundo en frágil equilibrio, Salgado nos obliga a preguntarnos: ¿Hasta cuándo podremos seguir contemplando la selva sin intervenir en su desaparición? Una exposición que interpela al futuro.