
Está lejos del momento transformativo ignorar que 400 son más que 43, omitir la desigualdad estructural detrás de las intenciones de reclutamiento impune de los organismos criminales en contra de las y los jóvenes, así como abandonar el compromiso de actuación institucional oportuno y el posterior para terminar con un proceso detonante de las desapariciones mexicanas.
Los delincuentes han desarrollado en los últimos 25 años una leva criminal para alimentar las filas de sus cuerpos tácticos, el sicariato y el conjunto múltiple de actividades constitutivo de la plataforma de operación delictiva de cientos de miles de personas en México.
¿Y si Juárez no hubiera muerto? Inicia la primera primavera de Claudia Sheinbaum como Presidenta de México y la parte más oscura de la presencia criminal, donde las y los victimarios son jóvenes, proyecta un invierno. Solamente su eficiente determinación podrá superar el frío.
Las atrocidades perpetradas en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán —por cierto entre Tequila y San Martín de Hidalgo donde hace unos tres años abandonaron cuerpos despedazados cerca de donde mi tío José Luis Guerrero Rea, a sus casi 80 años sigue trabajando el agave y vio esa escena—, deben ser tomadas seriamente como un trágico estímulo definitivo para exterminar esas prácticas e imponer un sentido de orden a ser reconocido no por las audiencias extranjeras o nacionales sino en las propias comunidades donde han sido destrozadas las oportunidades, las familias y los cuerpos de las y los jóvenes.
Por las preocupaciones manifestadas en Apuntes para mis hijos, el Benemérito de las Américas plantearía la urgente necesidad de implantar un muro contra la oscuridad acechante de las nuevas generaciones.
En la educación y el trabajo, Benito Juárez fundamentó el medio para subsistir con dignidad sin recurrir a la corrupción o el oportunismo, en una actuación recta y contributiva al bienestar de la nación y de la comunidad.
Teuchitlán exhibe no sólo la barbarie criminal de los grupos de la delincuencia organizada en su afán reclutador de miles de jóvenes empleados como carne de cañón en el trasiego de droga y para la disputa con otros organismos rivales. Revela también indolencia y negligencia institucional frente a una crisis de personas desaparecidas de la cual Jalisco, gobernado por MC, encabeza los indicadores.
En el rancho cateado en septiembre de 2024, cuando detuvieron al menos a diez personas, negligentemente resguardado e investigado por las autoridades del gobierno estatal de Enrique Alfaro o el municipal de José Ascensión Murguía, la historia de impunidad ni de lejos ha concluido.
En su texto autobiográfico, para dejar a sus descendientes un testimonio de vida, valores y trayectoria política, Juárez transmitía los principios de responsabilidad, patriotismo y respeto a la ley. Orden y legalidad son una opción juarista indispensable para la prosperidad y libertad de la nación.
El cuidado de las juventudes es la oportunidad presente de fortalecer una primavera transformadora revelada en las políticas sociales tanto de la Presidenta Sheinbaum como de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada. El paralelismo Juarista, en alusión a la soberanía y en la reafirmación de un modelo de gobierno con énfasis en lo social y la igualdad, vale para el presente en el 219 aniversario del natalicio del más cívico de los héroes nacionales del siglo XIX.
Siglo y medio después, esa esencia reformadora se revela en políticas de bienestar social. Muy útiles pero insuficientes contra las causas de la delincuencia.
“Sin goces que nos inspiren amor a la patria, seremos presa del extranjero que quiera sojuzgarnos, extinguiendo nuestra raza, que será suplantada por otra raza”, decía el oaxaqueño. El crimen organizado aprovecha el espacio vacío del Estado y ofrece identidad, poder, pertenencia y hasta diversión. Espejismos; la muerte. Otra raza.