Opinión

Jornadas por la Paz: bienestar para los más necesitados

Presentación del programa “Jornadas por la Paz”
“Jornadas por la Paz” Iniciativa para promover la cultura de paz entre los jóvenes y niños (Especial)

«Es imposible cambiar al pueblo de Dios sin reincorporar a los marginados.»

Umberto Eco

La construcción de la paz en México no es un concepto abstracto ni un ideal inalcanzable. Es una tarea urgente que requiere la transformación de las condiciones que generan violencia y desigualdad. Con este propósito, el Gobierno de México ha implementado las Jornadas por la Paz, una estrategia integral que busca fortalecer el tejido social, garantizar el acceso a servicios esenciales y recuperar espacios comunitarios para la convivencia y el desarrollo; el jueves y viernes pasado participé en las jornadas que se llevaron a cabo en algunos municipios de Baja California y Guanajuato. Este programa del Gobierno de México e instrumentado por la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, en coordinación con autoridades locales, municipales y dependencias como la Secretaría de Bienestar, la Secretaría de Salud, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto Mexicano de la Juventud, entre otras muchas, ha demostrado que la mejor estrategia para combatir la inseguridad es la prevención y la atención directa a las comunidades.

¿Qué buscan las Jornadas por la Paz? 1. Prevención de violencia y adicciones. A través de programas educativos y comunitarios, se pretende reducir factores de riesgo, especialmente en jóvenes, y ofrecerles alternativas de desarrollo. 2. Acceso a servicios esenciales. Se acercan servicios médicos, psicológicos, jurídicos y sociales a comunidades en situación de vulnerabilidad, garantizando derechos fundamentales. 3. Fomento de la cultura de paz. Se recuperan espacios públicos, se promueven actividades artísticas, deportivas y recreativas, y se impulsan modelos de resolución pacífica de conflictos.

Durante las jornadas, la población tiene acceso gratuito a consultas médicas, asesorías jurídicas y psicológicas, actividades culturales, talleres educativos y deportivos, así como a programas de prevención contra adicciones y violencia intrafamiliar. Estas acciones no solo generan una mejora inmediata en la calidad de vida, sino también una renovación en la confianza ciudadana hacia las instituciones públicas. Uno de los logros más visibles ha sido la recuperación de espacios comunitarios, por ejemplo, se han rehabilitado parques, canchas deportivas y centros culturales, convirtiéndolos en puntos de encuentro para la gente. Estos espacios ahora albergan actividades continuas que fortalecen la identidad local y alejan a los jóvenes de entornos violentos.

Esta estrategia ha mostrado similitudes con experiencias internacionales exitosas, como las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en Brasil o el modelo “CeaseFire” en Chicago, donde la combinación de mediación comunitaria, servicios sociales y actividades culturales ha reducido significativamente la violencia y mejorado la calidad de vida de las comunidades intervenidas.

Más allá de los números y las estadísticas, las Jornadas por la Paz están llenas de historias que reflejan su impacto real. En Villa del Campo, Baja California, durante una de las jornadas pasadas, un grupo de personas nos recibió en su hogar. Entre los presentes estábamos Esthela Damián, titular de la Subsecretaría de Prevención de la Secretaría de Seguridad; el maestro Zoé Robledo, director general del IMSS y otros servidores públicos. Zoé se sentó junto a don José, el anfitrión, quien no podía levantarse por un terrible dolor de espalda. El director general del IMSS, le preguntó al dueño de la casa como se sentía.

—No tan bien, maestro —respondió don José—. Tengo mi columna desviada y casi no puedo caminar. Tiempo atrás me operaron y me sacaron una bola de grasa.

Hizo una pausa y, con tono serio, agregó:

—En esa operación, murió.

Nos quedamos en silencio, sin saber exactamente a quién se refería. Zoé interpeló —¿Quién se murió?

Don José suspiró y explicó con la misma gravedad en su voz:

—Antes de la operación, era apto con mi esposa… y ahora ya no.

Las carcajadas fueron inevitables. Entre bromas y palabras de aliento, Esthela Damián, le insistió en que debía operarse nuevamente.

—Sí, pero solo si me garantizan que volveré a ser apto —respondió con determinación.

El director general del Seguro Social, siempre atento, llamó de inmediato a un par de médicos que se encontraban cerca, y don José aceptó la ayuda con la esperanza de recuperar no solo su movilidad, sino su calidad de vida y una aptitud perdida…

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