
Espejismo y paradoja. La Ciudad de México nació del agua y padece su escasez o las inundaciones. “Sus tropelías”, dice la Jefa de Gobierno, Clara Brugada. Hace 700 años, los mexicas supieron ver en el lago un hogar, una fortaleza natural donde la tierra flotaba y la vida se expandía sobre chinampas.
La gran Tenochtitlán desafió la geografía. Sus canales eran arterias de comunicación, sus diques regulaban el equilibrio entre agua dulce y salina; la ciudad se elevaba en medio del lago. “Porque lo que acá con nuestros ojos las vemos, no las podemos con el entendimiento comprehender”, escribió Hernán Cortés en 1520 en la segunda carta de relación.
Ese equilibrio se invirtió.
La política pública sobre el agua en la Ciudad de México ha sido, desde la Colonia, un proceso sistemático de extracción, desecación y expulsión: drenaron los lagos para expandir la mancha urbana sin considerar que el subsuelo era una esponja y al vaciarse colapsaría; perforaron pozos profundos y aceleraron el hundimiento; construyeron sistemas de desagüe para sacar el agua de lluvia en lugar de aprovecharla, y se generó el desperdicio sistémico del líquido.
Al conmemorar el Día Mundial del Agua desde Iztapalapa —en la Utopía Desarrollo Urbano Quetzalcóatl donde ya se reactiva el vaso regulador—, Brugada sintetizó el diagnóstico: estrategias extractivistas erosionaron la tierra, alteraron el ciclo de absorción, detonaron inundaciones, particularmente en zonas vulnerables donde pobreza y escasez acentúan desigualdades.
Mientras algunas zonas tienen acceso constante y pueden permitirse jardines y albercas privadas, en otras colonias el agua llega por tandeo. Las alcaldías del sur y oriente lo sufren con mayor frecuencia, junto con el riesgo de normalizar las inequidades.
Precariedad no puede ser rutina aceptada ni situación asumida como inevitable, reflejada con mayor impacto en las mujeres como parte de una violencia estructural vigente. En los hogares donde el líquido escasea son ellas quienes cargan con la responsabilidad de obtenerlo: lidiar con las pipas, el apartado en tambos o las filas en las tomas comunitarias. Perpetuación del ciclo de desigualdad de género al reducirse las oportunidades de educación y desarrollo para quienes deben dedicar horas a una tarea que debería ser un derecho garantizado.
El agua no solo es cuestión ambiental, también es problemática de equidad y justicia social. Frente a ese panorama, la Jefa de Gobierno instruyó una estrategia que va desde la protección de los bosques hasta el aprovechamiento del agua pluvial. Confluencia con el planteamiento de la Presidenta Claudia Sheinbaum. El secretario de Gestión Integral del Agua, Mario Esparza, creó las subsecretarías de Gestión y Proyectos y la de Operación de Infraestructura Hidráulica y Eficiencia; además, encabeza el Plan Hídrico 2025-2030.
Desde diciembre, en el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano se alberga el C5 del Agua y la operación de la línea telefónica H2O *426, una herramienta tecnológica para recibir reportes relacionados con el líquido y atenderlos con prontitud. Estrategia integral en el cuidado del agua.
La Ciudad de México debe recuperar su identidad lacustre desde una visión de cuenca. Ya no es posible extraer más de lo que la tierra puede dar ni desechar el agua de lluvia. Es vital la restauración de ecosistemas, el cuidado de los bosques —iniciado en Bosque de Agua con las gobernadoras de Morelos y Estado de México, Margarita González y Delfina Gómez— que alimentan los mantos acuíferos y el rescate de los lagos, tarea a iniciar en Xochimilco, particularmente en San Gregorio, invadido por cascajo.
Los cuerpos de agua son vestigios del pasado y parte fundamental de la regulación hídrica. México Tenochtitlán nació del agua y la sustentabilidad depende de reconciliarse con una visión lacustre.