
En Álvaro Obregón, una de las alcaldías donde el crecimiento urbano ha golpeado con más fuerza a la naturaleza, se logró algo que vale la pena destacar: detener la invasión de áreas verdes en el predio conocido como La Angostura. No es un hecho menor. En una ciudad donde el concreto avanza más rápido que las decisiones políticas, esta acción representa un respiro para el suelo de conservación y una señal de que, cuando hay voluntad, es posible equilibrar el desarrollo con la protección ambiental.
Durante décadas, las zonas boscosas del poniente capitalino han perdido terreno frente a la expansión urbana. Las laderas que antes sostenían árboles y filtraban agua hoy albergan construcciones improvisadas, muchas de ellas nacidas de la necesidad, otras impulsadas por la ambición. Sin embargo, esta vez el rumbo fue distinto. El Gobierno de la Ciudad de México, bajo el liderazgo de Clara Brugada, y la alcaldía que encabeza Javier López Casarín, decidieron no mirar hacia otro lado.
La estrategia fue clara: reconocer la existencia de asentamientos de larga data y dar certeza jurídica a las familias que ahí viven -algunas desde hace más de dos generaciones- sin permitir que esa regularización se convierta en una puerta abierta para nuevas construcciones. Para ello, se pactó un compromiso firme: ni un metro más será invadido. Los beneficiarios de las escrituras aceptaron esa condición, y el gobierno se comprometió a vigilar que se cumpla. Pronto comenzará un censo detallado que medirá cada casa, delimitará cada predio y dejará trazado con claridad lo que se puede y no se puede tocar.
Hay un símbolo poderoso en esta historia: el parque de La Loma. Este espacio, declarado área de interés ambiental, ha sido por años objeto de deseo para la urbanización. Su defensa ha unido a vecinos y activistas, y hoy, su permanencia como espacio verde parece estar más asegurada. Es una pequeña gran victoria, de esas que no suelen hacer ruido en los titulares pero que, con el tiempo, marcan la diferencia en la calidad de vida de una ciudad.
Lo que pasó en La Angostura debería servir de ejemplo. Porque proteger el medio ambiente no debe ser visto como un freno al desarrollo, sino como la base del bienestar colectivo. En tiempos donde el cambio climático deja de ser una advertencia futura para convertirse en una realidad cotidiana, cuidar nuestros ecosistemas urbanos ya no es una opción es una responsabilidad.
Celebrar lo logrado en Álvaro Obregón es justo. Replicarlo en otras demarcaciones, urgente.
Por cierto:
1. OJO. La Secretaría de Desarrollo Económico alista el primer NENI FEST 2025, un evento que busca dar visibilidad al impacto de las mujeres emprendedoras que venden por internet, mejor conocidas como NENIS. La cita es el 2 de abril en el Museo Yancuic, en Iztapalapa, y se espera la participación de más de dos mil asistentes. Dato no menor: la CDMX es la tercera entidad con más NENIS, quienes generan ingresos por más de 520 millones de pesos al año. Para el gobierno local, su profesionalización ya es una prioridad económica y social.
Vivo la noticia, para contarle la historia
@juanmapregunta