La convocatoria que hizo la semana pasada Clara Brugada al sector privado y social para firmar el Acuerdo por una Ciudad Baja en Emisiones no podía esperar más. s una llamada clara, urgente y necesaria ante la emergencia climática que enfrentamos las y los capitalinos.
La Ciudad de México es una de las urbes más pobladas del planeta. Y, como consecuencia, también una de las más contaminadas. Esta realidad exige cambiar de rumbo cuanto antes.
No se trata de una moda ambiental, sino de una necesidad vital: reducir los gases de efecto invernadero es imperativo si queremos respirar mejor, vivir mejor y ofrecer un futuro digno a las nuevas generaciones.
Por eso la jefa de gobierno planteó seis ejes para transitar hacia una ciudad sustentable: movilidad sustentable, ciudad solar, calidad del aire, basura cero, manejo sustentable del agua y revegetación del campo y la ciudad.
Cada uno toca puntos neurálgicos de nuestra vida cotidiana y nos compromete a todos los ciudadanos a cumplir con la parte que nos toca.
La expansión del transporte público sustentable —más rutas de Cablebús, Metrobús, la renovación del Metro y el impulso al uso de bicicletas— representa un giro inteligente: menos autos, menos emisiones, menos tiempo perdido en el tráfico y, por consiguiente, mejor calidad de vida para las personas.
Por otro lado, la instalación de páneles solares en edificios públicos y privados demuestra que el gobierno quiere predicar con el ejemplo. Igual de destacable es la inversión de 500 millones de pesos en la planta de tratamiento de agua en el Cerro de la Estrella, que cuadruplicará la capacidad actual en esa zona.
La estrategia de Basura Cero también merece aplauso. Esta ciudad produce más de 13 mil toneladas de residuos cada día. Reducir esa cifra a la mitad es una meta ambiciosa pero indispensable.
Para lograrlo, se construirán dos nuevas plantas de selección con tecnología avanzada, fortaleciendo además las plantas de compostaje para convertir residuos en biofertilizantes y energía renovable.
La capital ya emite el 4% de los gases de efecto invernadero del país. De no actuar hoy, esa cifra podría triplicarse hacia mediados de siglo. Y eso no es solo una estadística: es una grave advertencia.
En ciudades con altos niveles de contaminación, es irremediable que aumenten las enfermedades respiratorias, el estrés crónico y, en consecuencia, los padecimientos cardiovasculares y gastrointestinales.
Por eso, la firma de un compromiso con Brugada del sector privado y social es tan oportuna y estratégica: solos no podemos. Aquí, se necesita corresponsabilidad y trabajo conjunto. La alianza entre el gobierno, las empresas y la ciudadanía es la única forma de construir soluciones de fondo, reales y duraderas.
Pero para que las políticas públicas lleguen a todos los rincones de la ciudad, es indispensable que dependencias como la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT) desplieguen campañas masivas de difusión.
También deben reforzarse los mecanismos de vigilancia y sanción para industrias, fábricas y automotores contaminantes. No basta con la buena voluntad; se necesita supervisión constante y firme.
La transformación de la ciudad hacia una baja en emisiones comienza en la política, pero debe continuar en cada hogar, oficina y escuela. Todos tenemos una parte que asumir. Las autoridades deben ser las primeras en poner el ejemplo.
El compromiso por el medio ambiente no es solo con el presente. Es una promesa con quienes aún no nacen, con los niños que hoy caminan hacia su futuro respirando aire contaminado.
Si queremos dejarles una ciudad habitable, verde, resiliente y justa, este tipo de acuerdos no solo deben firmarse: deben cumplirse.
Hoy, más que nunca, cuidar el planeta empieza por cuidar nuestra ciudad.