
Durante su sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador logró mantener su liderazgo sobre la fuerza política que fundó y que lo llevó a la Presidencia de la República. Nadie dudó nunca que las decisiones que se tomaban al interior de Morena tuvieran no solo su visto bueno, sino incluso que los asuntos que directamente le interesaban fueran operados por sus colaboradores – políticos y gubernamentales – más cercanos. Quizá por eso Morena funcionó como un solo bloque político en el que, si bien existían distintas voces y expresiones que no siempre coincidían a cabalidad con los dichos, deseos y voluntades presidenciales, todos los actores principales terminaban alineándose en un mismo sentido. Lo anterior le valió a ese partido no solo mantener la Presidencia, sino incluso a alcanzar una votación aún mayor que la lograda por López Obrador. De igual manera, esto le permitió a Morena hacerse del control de prácticamente tres cuartas partes del país en lo que se refiere a los gobiernos estatales y del control absoluto en ambas Cámaras Legislativas.
Hace unos meses, la llegada de la primera mujer a la Presidencia de la República parecía darse en un escenario ideal para consolidar a Morena como un partido hegemónico y monolítico. En la elección presidencial, seis de cada diez electores dieron su respaldo a Claudia Sheinbaum, haciendo suponer que su fuerza política sería superior a la de su antecesor. A poco más de diez meses del proceso electoral y seis del cambio de gobierno, la realidad dice otra cosa. El bloque monolítico que fue Morena durante el gobierno de López Obrador comienza a mostrar fisuras y las diferencias entre los diferentes grupos comienzan a aflorar, poniendo en riesgo su hegemonía y complicando el ejercicio del poder a la presidenta y su círculo más cercano.
Algunos hechos han valido el reproche y llamado de atención de la presidenta a sus correligionarios. Tres casos sirven como ejemplo para ilustrar lo anterior. Las declaraciones de Gerardo Fernández Noroña respecto de los hallazgos en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, así como su viaje a Estrasburgo en el que se exhibió la incongruencia entre el discurso de austeridad y la comodidad de business class en Air France. El uso de recursos de contratistas de gobiernos estatales morenistas para promover la imagen de la senadora Andrea Chávez, evidente aspirante a la candidatura a la gubernatura de Chihuahua. El cinismo de Cuauhtémoc Blanco y decenas de legisladores y legisladoras morenistas que decidieron protegerlo con el manto del fuero legislativo para impedir que enfrentara a la justicia morelense por los señalamientos que su media hermana ha hecho por un presunto intento de violación.
A lo anterior es necesario sumar las disputas internas que, si bien no involucran directamente a la presidenta y el ejercicio de su poder político, muestran divisiones que podrían poner en riesgo el dominio electoral que hasta ahora ha tenido el partido guinda. Ahí están, a guisa de ejemplo, el caso en Veracruz de la gobernadora Rocío Nahle y la familia Yunes, donde los reclamos de aquella impidieron la afiliación a Morena del senador Miguel Ángel Yunes Márquez, como también la oposición de seis senadores morenistas a la lista de 56 aspirantes a magistrados electorales locales que eran respaldados por la mayoría del oficialismo, sin olvidar el desacuerdo público que a finales de 2024 se dio entre los líderes legislativos de Morena en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, y el Senado de la República, Adán Augusto López, llegando incluso al intercambio de acusaciones por actos de corrupción.
Morena y varios de sus grupos han dejado de guardar recato y disciplina hacia el poder presidencial y han comenzado a tratar de colocarse como los dominantes al interior del partido sin darse cuenta de la manera en la que esto afecta el desempeño político de la presidenta y el gobierno. El control absoluto ejercido por López Obrador ha dejado de ser la constante en el partido en el gobierno que, si no fuera por lo insípida que continúa siendo la oposición, podría poner en riesgo importantes posiciones políticas en las elecciones locales y federales que habrán de celebrarse en un par de años. Muy pronto sabremos si Claudia Sheinbaum logra sortear esta situación y consolida un liderazgo propio o se convierte en espectadora del inicio del ocaso de un partido que pintaba para convertirse en el “partidazo” del siglo XXI.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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