Opinión

Vámonos, donde nadie nos juzgue…

Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) (Presidencia)

Triste es en verdad el destino de México, ¿verdad?, lo sabemos desde los tiempos de nuestras mejores mentes cuya descripción abarca el pasado y el presente y nos deja una advertencia siempre memorable para tenerla fresca en la mente, porque nada es mejor ahora de como fue en otro tiempo especialmente cuando aquellas frases estaban más vivas por la cercanía de nuestra mutilación nacional y don Guillermo Prieto o don Benito Juárez o Sebastián Lerdo de Tejada o quien haya sido, no importa, nos advertía nuestra inclemente y perpetua condición geográfico teológica de estar tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos, y desde entonces llevamos a cuesta la cruz de convivir con un vecino cuyos abusos y excesos nos han conducido a los peores extremos de sometimiento soberano, si tan oximoronesca expresión fuera permitida, porque ya tenemos costumbre de vivir siempre en el campo hostil de la certificación, supervisión y evaluación de nuestra conducta para de esa manera, como párvulos calificados por severo profesor, ganar el premio de un supuesto trato preferencial tras ser considerados nación más o menos favorecida por la gracia unilateral y siempre despectiva del inclemente Tío Sam, cuyas aparentes excepciones ni nos mejoran ni nos eximen de nada, pero nos dejan espacio para el alborozo de la clientela de adentro –claque de medios de comunicación domesticados o de plano serviles--, o como excepción para los habitantes del sur, de más al sur, ante quienes nos podemos ostentar como la primera línea de defensa del panamericanismo sin América the Beautiful, es decir, la inmensa legión de pobretones y subdesarrollados de ese arrinconado bloque iberoamericano ante cuya feble condición queremos proponer siempre lo mismo, año tras año, sexenio tras sexenio, como si el delirante Congreso Anfictiónico Bolivariano de Panamá, cuyo segundo centenario será conmemorado el año próximo con una inevitable catarata de discursos (ya imagino a Maduro, Petro y demás papagayo), no hubiera sido el fracaso de una quimera, un arado en el mar o cualquier otra forma lírica de recordar el sueño y nada más de don Simón Bolívar cuya vida fue maravillosa, grande su obra y triste su quimera, pero en fin, si no tenemos ni dinero; si las economías de estos países son amasijo de endeudados habitantes del subdesarrollo crónico e incurable, si no conocemos ciencia ni dinero, ni crecimiento (excepto en la tenaz demografía) si el charanguito, la quena o el bandoneón y el mariachi, no dan para más, si el folclore sustituye al progreso, si vamos entre cocaleros y cárteles, si el alfabeto nada más nos sirve para largas parrafadas líricas en una y otra ocasión como ha ocurrido ahora en Tegucigalpa, ciudad de extrema hermosura junto a la cual palidecen los alpinos paisajes o la arquitectura de Praga, donde la voz de México se ha escuchado sonora y potente de esta hermosa manera:

“Durante la ceremonia de inauguración … El Ejecutivo federal mexicano citó a Simón Bolívar y subrayó que la justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ellas se sostiene la igualdad y la libertad…

“El gran reto es forjar un futuro más próspero, sustentado en valores y prácticas democráticas… La integración de Latinoamérica no es un sueño, sino una realidad que construimos día con día, como dijo nuestro gran Octavio Paz…”

Pero, ¡Oh! hados malvados, el archivo me ha jugado una mala pasada, esa no fue la voz de México en esta reunión de la Celac a la cual asistió nuestra señora presidenta (con A) y cuyo contenido pretendo revisar más adelante, fue otra ocasión de memoria panamericanista a la cual, asistió Felipe Calderón, quien con impropia conducta de reaccionario y derechista se permitió interpretar a Bolívar y hasta a Octavio Paz cuyos ensayos y versos, lo sabemos todos, se pueden usar –los haya escrito o no--, para engrandecer cualquier pieza lírica.

“…La integración de Latinoamérica no es un sueño, sino una realidad que construimos día con día” … hágame usted el fabrón cavor, luego, luego se nota la mala lectura, pero no detengamos los pasos en esto, mejor regocijémonos con las palabras actuales, tan llenas de contenido veraz, especialmente en los días actuales, porque esto sí lo dijo allá en Honduras, sin meterse en honduras, nuestra bienamada presidenta (con A):

“--Hoy más que nunca, es un buen momento para reconocer que América Latina y el Caribe requieren de unidad y solidaridad de sus gobiernos y sus pueblos, a fin de fortalecer mayor integración regional, siempre en el marco del respeto mutuo y la observancia de la soberanía e independencia de nuestros países y de acuerdos comerciales que cada uno de nosotros pueda tener.”

Eso si suena lindo, positivo y promisorio. No es como aquello cuya obsequiosidad sonaba hueca:

“…la consigna [monroista] de América para los americanos terminó de desintegrar a los pueblos de nuestro continente y destruir lo edificado, lo material, por Bolívar”.

¡Ah!, no, perdón. Una vez más el archivo se burla del redactor. Esas no son palabras huecas, son gotas de sabiduría, porque eso lo dijo (2021) el gran Andrés Manuel López Obrador a quien muchos en México siguen llamando presidente.

En esa ocasión se trataba de recordar al Libertador Don Simón. Y con tan fausto motivo también dijo:

“…La lucha por la integridad de los pueblos de nuestra América sigue siendo un ideal bello. No ha sido fácil volver realidad ese hermoso propósito. Sus obstáculos principales han sido el movimiento conservador de las naciones de América, las rupturas en las filas del movimiento liberal y el predominio de Estados Unidos en el continente. No olvidemos que casi al mismo tiempo que nuestros países se fueron independizando de España y de otras naciones europeas, fue emergiendo en este continente la nueva metrópoli de dominación hegemónica”.

Esas palabra si son sabias, las de anteayer y las de entonces.

No como las majaderías de Donald Trump quien presume cómo los demás, lo buscan y se someten y hasta le besuquean el culo.

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