
En las últimas semanas —a través de medios y de redes— es posible reconocer una tendencia argumental que quiere mostrar todo lo audaz e inteligente que es el presidente Donald Trump y como eso (a pesar de las apariencias) se revela en su juego arancelario con el mundo, por zigzagueante que sea.
Ya saben: los impongo, no los impongo, los pospongo, una tarifa a éstos, otra tarifa a aquellos y a los celulares… mejor no. Estamos -dicen- ante una inteligencia enérgica que juega un ajedrez a cuatro dimensiones.
Es una oleada comandada por cierta derecha muy empecinada, por supuesto, que dice cosas como éstas: “Montones de empresas listas para inversiones multimillonarias en USA… Trump les está poniendo una bailada de antología y muchos ni cuenta se dan de lo que pasa”. “Una a uno, los gobiernos piden negociar con Trump. Ahora él es quien pone las condiciones…”. Y desde el Wall Street Journal pudimos leer “El realineamiento provocado por las decisiones del presidente colocarán a EU en una posición de ventaja y de recuperación de las inversiones que no habíamos visto en décadas”.
Son sólo una muestra tomada casi al azar, podría citar decenas más… pero basta con estos botones.
Tal forma de pensar (de engañar y autoengañarse, si vamos siendo claros) se basa en una premisa muy propia del pensamiento neoconservador: si es súper rico, si llegó a ser presidente, si es poderoso, debe ser un súper genio. Punto.
Como escribió hace unos años Brian Klaas (https://bit.ly/43NDoqV), se trata de un error cognitivo que se continúa cometiendo, a propósito o inconscientemente, aunque se tenga enfrente una realidad que lo desmiente por todos los costados. Si Elon Musk tiene una gran fortuna es porque debe ser genial. Si Carlos Slim, por lo mismo. No importa qué digan, cómo se comporten o que enormes errores cometan a ojos vistas: portan una sabiduría que nosotros los más simples, no podemos reconocer.
Aquellos que arqueamos las cejas, expresamos escepticismo sobre los métodos o la locura evidente de Trump o de Musk, simplemente no somos lo suficientemente perspicaces como para ver el conjunto del tablero. Si eres de los que dudas de su genialidad seguro eres un resentido, un limitado, uno incapacitado para pensar como los grandes. Esto es un resorte típico de ciertas derechas, pero el mismo espejismo es compartido por millones de votantes. Una encuesta efectuada por YouGov para The Economist a la mitad de marzo entre mil 842 personas, muestra que 48 por ciento de estadounidenses cree que es “el líder que estaba haciendo falta a los EU”.
El mismo Klaas, en su libro “Corruptible” sostiene que parte de la enorme influencia de estos sujetos se desprende de eso precisamente, de su “poder de confirmación”: proyectan una sabiduría que no tienen y son efectivos porque pueden hacer que muchos otros piensen que son inteligentísimos. No lo son, pero muchos les creen y esto se convierte a su vez, en un motor para mantener y redoblar sus ofertas, mentiras y errores. Hay que mantener esa creencia entre millones porque es una de las bases de su poder.
Tengo la impresión de que este mecanismo, explica en buena medida la espiral de locura en la que está metido el gobierno de los Estados Unidos y de muchos otros países y sociedades atrapados en la búsqueda de hombres providenciales, hombres fuertes, genios audaces portadores de soluciones instantáneas.
Por eso Trump, en una convención republicana reciente fue capaz de decir: “Les digo que esos países nos están llamando, besándome el culo. Se mueren por hacer un trato: Por favor, por favor, hagamos un trato, haré lo que sea, haré lo que sea, señor”. Y el público le aplaudió.
Su enajenación no los exenta de los golpes de realidad: caída de los mercados financieros, la renuencia de inversionistas a comprar bonos del tesoro, el riesgo nada lejano de recesión. Ante eso, Trump tuvo que dar marcha atrás, ofrecer un plazo de 90 días como respiro y espacio para negociar (excepto a China) para al final retirar completamente los aranceles a teléfonos celulares, computadoras y otros productos electrónicos, es decir ¡eximir al sector donde EU exhibe el mayor déficit comercial con China!
Son evidentes -para quien quiera verlos- la improvisación, lo mal pensado y los errores que acompañan a las jugadas de Trump ¿pero que es lo que dicen sus cercanos? Oigamos a su Secretario del Tesoro, Scott Bessent, después de tanta voltereta: “Esta fue su estrategia desde el principio”.
Los trumpistas más elaborados sostienen que todo este desorden forma parte del plan “Mar a Lago”, discutido en la residencia del presidente. Stephen Miran, número uno en el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca repite esa versión aunque no se conoce tal documento pues lo que ocurre allí se asume “ultrasecreto” (https://bit.ly/43MUJ6z).
Paul Krugman lo ve de otra manera: “Trump es estúpido, errático y débil… en realidad puede imponer más aranceles o puede reducirlos tan repentinamente como los aumentó, dependiendo de quién habló con él por última vez” (https://paulkrugman.substack.com/p/trump-is-stupid-erratic-and-weak). Lo que no quiere decir que sus políticas no tengan efectos graves o que no provoquen grandes daños, el más importante, el riesgo de una gran crisis financiera.
Ante esta posibilidad muy real, el trumpismo ya se está curando en salud y varios de sus personeros, incluyendo el presidente, dicen estar preparados para “empujar la economía a un periodo de dolor, incluso una recesión” como el precio a pagar para “hacer que América vuelva a ser grande de nuevo”.
En medio, hay especuladores ganones que ante los anuncios de incrementos masivos a los aranceles compraron acciones de precio deprimido, mismas que en unos cuantos días incrementaron su valor drásticamente por el alivio que causó el nuevo anuncio de suspensión o prórroga. Y lo celebran.
De modo que la política de Trump se despliega en medio de la ambigüedad y la confusión pero, asombrosamente, cobijada por la aureola inventada de que su protagonista es un genio. Lo cree la mitad de los votantes norteamericanos y el trumpismo tiene bastante dinero y recursos para seguir propalando la leyenda.
Y si usted no la cree, seguramente es inadaptado.