En el horizonte urbano de la Ciudad de México, las Utopías han dejado de ser sólo una palabra aspiracional para convertirse en una apuesta concreta por el bienestar comunitario. Clara Brugada, hoy al frente del Gobierno capitalino, es la arquitecta política de este modelo que busca resignificar el espacio público a través de centros que conjugan cultura, deporte, salud y recreación.
Sin embargo, como suele ocurrir con cualquier proyecto de transformación territorial, el éxito depende no sólo de la idea, sino de su ejecución en campo. Mientras que en Xochimilco los proyectos Utopía han enfrentado resistencia vecinal, en Tlalpan la historia pinta distinto. Y mucho tiene que ver con la forma de gobernar de la alcaldesa Gaby Osorio.

Lejos del escritorio, Osorio ha optado por recorrer, escuchar, explicar. En San Miguel Topilejo, donde se anunció la primera Utopía de la demarcación, no se han registrado bloqueos ni protestas. ¿La clave? Un gobierno que no impone, sino que construye con las comunidades.
Esta cercanía con el territorio —que también es sello distintivo de Brugada— ha sido crucial para evitar el clásico choque entre lo planeado desde el gobierno y lo sentido por el vecindario.
Las Utopías no sólo necesitan ladrillos y presupuesto: requieren confianza. Y eso se logra con presencia institucional real, no con simulación. Tlalpan lo está demostrando.
Si el modelo de Brugada aspira a escalarse a toda la ciudad, alcaldías como la de Gaby Osorio muestran que sí es posible hacerlo sin pelearse con la gente. Porque, al final, ¿qué utopía puede construirse sin diálogo?
Por cierto:
1. POR FIN. Después de que la corrupción inmobiliaria se convirtiera en el tema central de las elecciones de 2024 en la CDMX, por fin alguien hizo algo al respecto. El diputado morenista Luis Humberto Fernández presentó una iniciativa federal para combatir los cárteles inmobiliarios, reformando leyes clave para que fiscales puedan ir tras servidores públicos coludidos con desarrolladores voraces. La propuesta no crea más burocracia, pero sí endurece penas penales y busca blindar desde ejidatarios hasta compradores de vivienda. ¿Tarde? Tal vez. ¿Necesaria? Urgentemente.
2. DESPRECIO. Rosario Piedra Ibarra no decepciona… en su indolencia. A pesar de haber buscado y conseguido la reelección al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, decidió ausentarse de los encuentros organizados por Gobernación con familias de personas desaparecidas. En su lugar, mandó a representantes, como si escuchar a las víctimas fuera opcional. Su gestión ha sido marcada por el silencio, la omisión y el desprecio a quienes más necesitan de la CNDH. Queda claro que no está del lado de las víctimas ni de los derechos humanos. Más bien, su apellido resume su papel: una Piedra que estorba más de lo que acompaña.
Vivo la noticia, para contarle la historia
@juanmapregunta