Opinión

El gran Mario Vargas LLosa

Mario Vargas Llosa (Fotografía Archivo Cuartoscuro)

Volví a ver el vídeo del encuentro de intelectuales, promovido por la revista Vuelta en Televisa, en el que Mario Vargas Llosa se refiere al México de principios del año 1990 como “la dictadura perfecta”. Dice que no se puede “exonerar a México de la tradición de las dictaduras latinoamericanas, creo que el caso de México, cuya democratización ahora soy el primero en celebrar y en aplaudir, como todos los que creemos en la democracia, encaja dentro de esa tradición, con un matiz que es más bien el de un agravante. Yo recuerdo haber pensado en el caso mexicano más bien con esta fórmula: México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo, no es la Unión Soviética, no es Fidel Castro, es México.”

Como se sabe, a Octavio Paz no le gustó lo afirmado por Vargas Llosa. Justo hace un par de días, el historiador Enrique Krauze posteó en Twitter (X) una fotografía de 1993 donde aparecen muy contentos el gran poeta mexicano y el gran escritor peruano. Supongo, por otro lado, que la democratización a la que se refería Vargas Llosa era la creación del Instituto Federal Electoral, que justo en 1990, como resultado de las Reformas realizadas a la Constitución en materia electoral, se formalizó en el IFE, “a fin de contar con una institución imparcial que dé certeza, transparencia y legalidad a las elecciones federales.”

México , expuso Vargas Llosa, “es una dictadura camuflada, no de un hombre, pero sí de un partido, un partido que es inamovible, un partido que consiente suficiente espacio para la crítica, en la medida que esa crítica le sirve porque confirma que es un partido democrático, pero que suprime por todos los medios.” Hoy en 2025 nos topamos con esa misma piedra.

El presidente de México, en 1990, era Carlos Salinas De Gortari. Para 1996, bajo el gobierno de Ernesto Zedillo, el Congreso de la Unión realizó una nueva reforma, reforzando la autonomía e independencia del Instituto Federal Electoral y se lo desligó por completo de presidencia. En 2014, con el presidente Enrique Peña Nieto, el IFE se transforma en Instituto Nacional Electoral y comenzó a organizar, junto con los organismos electorales locales, los comicios en todo el país.

Mario Vargas Llosa había experimentado dos dictaduras, una familiar, la de su padre, y la del General Odría en el Perú. El personaje principal de Conversación en la Catedral (1969), Santiago Zavala , se pregunta en el primer párrafo del libro “¿En qué momento se jodió el Perú?” El asunto es que Zavalita, como el Perú, también se jodió. La novela ocurre en un bar de un barrio pobre, que se llama La Catedral, donde Santiago Zavala, un periodista joven, conversa con el zambo Ambrosio, que trabaja en la perrera municipal y ha sido chofer del padre de Zavalita y algo más.

El padre de Vargas Llosa inscribió al futuro escritor en un colegio militar para que lo enderezaran por tener ideas extrañas como la de escribir literatura. De allí surgió La Ciudad y los perros (1963), cuando tenía 27 años, y ganó el premio Biblioteca Breve. Su carrera estaba trazada, la literatura era lo suyo, la filosofía y también lo político. Se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid y luego vivió en París con su esposa e hijos, donde trabajó en France Press. Escribió cerca de 20 novelas, varios ensayos, obras de teatro y, entre ellos, El pez en el agua (1993), una autobiografía. En la primera parte se refiere a su infancia, a la complicada relación con su padre y a los inicios de su trabajo literario. En la segunda parte recorre su carrera política, en concreto su postulación a la presidencia del Perú, que perdió frente a Alberto Fujimore en 1990. La vida de Mario Vargas Llosa es como una novela, se casa con una tía política, Julia Urquidi, a los 19 años de edad. Ella era mayor 14 años (1955-1964) y después con una prima hermana, Patricia Llosa. Tuvo tres hijos, Alvaro, Morgana y Gonzalo. Mietras tanto, renovó la literatura latinoamericana, junto con los otros tres pilares del Boom: Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar . Recibió varios premios, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1986) y el Nobel en 2010. Encima de todo, era guapérrimo . Se le hizo miembro de la Academia Francesa de la Lengua en 2021, aunque no hubiese escrito libros en francés, cuando pertenecía ya a la Real Academia Española y a la Academia Peruana. La Pléiade, colección de la famosa editorial francesa Gallimard, publicó su obra completa. Su amor-odio por el Perú, hizo de este país un personaje constante. Hubo otros escenarios en la obra de Vargas Llosa. En La guerra del fin del mundo, que trata de un hecho histórico, una insurreción popular, de talante religioso, a finales del siglo XIX en el Nordeste del Brasil. El gran personaje es el Consejero, quien dirige a los yagunzos (campesinos) en una suerte de cruzada por reestablecer las ideas del buen Jesus. Frente a este grupo se oponen los militares, que defienden los intereses de la recién creada república de Brasil. Otras novelas suyas suceden en otras regiones, como la república Dominicana, donde se desarrolla La fiesta del chivo (2000), que aborda el asesinato del dictador Rafael Trujillo y se entrecruza con otras historias.

El mismo Vargas Llosa había sido tocado por la represión de la dictadura del general Manuel A. Odria en el Perú. Conversación en la Catedral trata esa dictadura como telón de fondo y exibe la corrupción y el control de aquel gobierno en el comportamiento de los personajes,no, por cierto en Zavalita, un alter ego de Vargas Llosa, entusiasta de la Revolución Cubana y del marxismo, hasta que se desencantó con el caso Heberto Padilla, poeta cubano encarcelado por Fidel y después obligado a hablar bien del régimen.

La vida en Lima, después de nacer en Arequipa, y pasar su infancia con su madre y sus abuelos en Bolivia, resultó una enorme generadora de historias. La Academia Militar Leoncio Prado, donde se dice que quemaron un ejemplar de La ciudad y los perros, le procuró situaciones y caracteres. A lo mejor, la disciplina a prueba de fuego del escritor peruano surgió allí mismo.

Dedicado a la escritura, decía de sí mismo: “soy un escritor del siglo XIX. Para mi la novela sigue siendo la novela de aventuras.”

Entre lo real y la ficción enlazaba sus historias y así conjugó lo político y lo histórico, mediante estructuras experimentales, y un lenguaje claro, que crece mediante aberturas y originalidad en cada libro.

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