Opinión

El dislate como vocación y oficio

Vaticano

Una y otra vez, en cualquier asunto, por menor como sea, por insignificante como parezca o resulte, la Cuarta Transformación (usemos esa etiqueta para englobar al régimen, la administración y la política dominante), desfila por altas montañas de la torpeza tan elevadas como sus fallidas pretensiones, explicaciones, diagnósticos y justificaciones, porque algo grave sucede cuando paso a paso el tropiezo sustituye a la marcha de los aciertos, al avance eficiente de políticas públicas siquiera congruentes con los postulados de propaganda, espacio este donde todo es luminoso, positivo, útil y benéfico para la nación cuyos días son ahora dorados, estelares, inmaculados y sin fallas, lo cual significa una falsa apreciación de la realidad o simplemente un disimulo taimado para no reconocer cuando la incompetencia reina por encima de la cabeza fría o caliente, y si queremos ejemplos, pues ahora disponemos de varios, uno entre todos ellos a partir de la muerte del Papa Francisco, Santo Padre, Heredero de Pedro, Vicario de Cristo y todo lo demás, Pontífice, de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana cuya dual condición de religioso y jefe del minúsculo Estado Vaticano, no resulta cabalmente comprendida por el gobierno de México, incapaz de separar los planos, porque vea usted: el funeral del Papa en el cual nuestra señora presidenta (con A) estará ausente no es (nada más) una ceremonia religiosa --al meno no a los ojos de un Estado laico, como el nuestro--, sino un sepelio de Estado, pues el difunto, era un estadista; no nada más un religioso, razón por la cual si México quería presentar un respetuoso adiós –en favor de una mayoría católica a la cual no le importan estos matices--, debía hacerlo tomando en cuenta la muerte de un jefe de Estado, no de un líder espiritual, pero simbólicamente se ha hecho todo lo contrario, porque la ausencia de la jefa del Estado Mexicano, y su representación en la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, ( quien atiende los asuntos religiosos; no de Estado porque eso le toca al canciller), amiga muy amiga por cierto del embajador ante el Vaticano, Alberto Barranco saca el asunto de la política exterior y lo coloca en el terreno interno, con lo cual lo gestiona como un tema religioso; no de Estado, y eso constituye un error de óptica absolutamente ilógico --y por tanto de percepción y entendimiento de la complejidad del mundo--, porque se le encarga a la secretaria del interior, lo cual prueba la vigencia del provincianismo hereditario, contra lo cual no es posible defenderse; es un caso de incomprensión del orden de las cosas y del significado de las responsabilidades, entonces por negar se afirma y es necesario decirlo una vez más: el laicismo habría sido probado y demostrado con la presencia del canciller cuyo nombre si no me equivoco es Juan Ramón de la Fuente, aunque su invisibilidad no le otorgue demasiada relevancia ni en este ni en ningún otro caso, pero la 4-T no entiende la dualidad aunque en la estructura formal si lo haga, por eso y por eso hay dos embajadores en las colinas romanas, uno ante el Vaticano o Santa Sede (cuyo nombramiento y permanencia en el cargo siguen siendo un misterio) y otro ante el gobierno de Italia, con lo cual las cosas marchan cada una por su sendero sin confundir la gimnasia con la magnesia ni tampoco –para ponerlo en palabras de Gabriel García Márquez—el culo con las témporas, dicho lo cual debemos hacer una última reflexión en este asunto, ¿dove si trova?, o ¿dónde está nuestro secretario de Relaciones Exteriores, el ya dicho JRDF si los temas foráneos se le encargan a la dama del Interior?, lo cual es una pregunta de tan difícil respuesta como esa cuyo misterio atiborra las redes sociales en abierta interrogación, ¿por qué cuando quiso competir contra la adelantada Xóchitl Gálvez quien en la campaña, presidencial acudió al Vaticano, nuestra señora presidenta (con A) --en esa misma condición competitiva— corrió presurosa a la Santa Sede, costara lo que costara, en pos de una foto persuasiva, y ahora designa a una equívoca representante?, pues no lo sabemos nosotros y posiblemente ni ella misma porque en el enredo ideológico y la conveniencia, hasta para ponerse a la virgen morena en la falda Morena, como si fuera el femenino ayate de Juan Diego, todo se confunde y se disfraza según los vientos de la conveniencia, ¿o a poco no recordamos –como otro ejemplo de los crónicos dislates cuatroteistas--, cuando la actual ministra de la Corte, doña Loreta Ortiz viuda de Ortiz, fracasó en la organización de unos malhadados foros de seguridad en el inseguro sexenio anterior para cuya realización había colocado al Papa Francisco en el elenco? , pues bueno, así se las gastan quienes ahora baten palmas –y perdón por el abrupto brinco de los temas--, por la apertura de tres estaciones de la Línea Uno del Sistema de Transporte Colectivo (Metro) , cuya rehabilitación se ha demorado mucho más de lo comprensible, sobre todo porque comenzó cuando nuestra bienamada presidenta (con A) era apenas nuestra bienamada Jefa de Gobierno en la Ciudad de México --administración fulgurante en la historia capitalina, como todos recordamos--, y quien prometió un plazo de funcionamiento mucho menor al padecido por tantos años, sin saber en verdad cuándo va a quedar listo el tramo de Juanacatlán a Observatorio, pues como van las cosas, cuando tal se logre las estaciones orientales ya sufrirán la caducidad de las reparaciones cuya ejecución debió ser simultánea, y no como dijo Manzanero, paso a pasito, pero no, todo marcha con rapidez de tortuga porque no hay dinero o porque no hay talento ni capacidad o todo eso junto, pero lo único cierto es que casi cuatro años después, no hay Metro completo en la Línea Uno, ni siquiera con las dimensiones del siglo pasado cuando fue inaugurada en 1969 y la Cuarta Transformación no era ni siquiera un sueño tropical.

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