Cuando leí que la doctora María Elena Álvarez-Buylla había declarado que llevar un hombre a la Luna fue un desperdicio, me quedé pasmado; pasados los meses olvidé tal aserto y hoy regresa a mi mente porque ejemplifica su visión sobre la ciencia y la tecnología (CyT).
Por ello me di a la tarea de hablar con dos investigadores mexicanos, quienes accedieron a responder mis preguntas bajo la condición de anonimato; dado el radicalismo de Álvarez-Buylla, temen perder sus plazas. No obstante, comentan que doña Elena es una científica destacada en Biología del desarrollo de plantas. ¿Entonces?, pregunto: “Se le indigestó la ideología.”
Uno de ellos, llamémosle Pedro, vivía en Europa como “staff-scientist” y decidió regresar a México cuando vio una convocatoria de Cátedras CONACYT. “Me gustó la idea, porque descentralizaba la ciencia; lo vi como una oportunidad de regresar y aportar algo.”
¿Cómo ha afectado a la comunidad científica la gestión de Álvarez-Buylla? “La nueva ley de CyT solo es el último capítulo, porque desde que llegó a CONACYT nos ha pegado por todos lados.” Lo primero fue la extinción de los fideicomisos so pretexto de la austeridad y la corrupción (2/04/20), dando un golpe durísimo a la continuidad de los trabajos de investigación, mismos que suelen durar varios años.
Ahora, a través del CONACYT, se les asigna un presupuesto anual; sin embargo nunca hay la certeza de obtener la aprobación al siguiente año y, aun cuando así sea, algunos centros públicos de investigación (CPI) llevan un año sin recibir un peso. Nadie sabe por qué.
El control de los dineros pretendido por CONACYT llega a niveles kafkianos, según me cuenta Juan, quien laboró en un laboratorio tecnológico en Estados Unidos. En el CPI donde ahora trabaja en México, sus compras de insumos están topadas a 31 mil pesos; si rebasa esa cantidad, tiene que preparar una licitación. “Comprando de a poquito no obtienes los mejores precios y desperdicias el dinero.” Me deja mudo la limitación, ante la cantidad de contratos de cientos de millones de pesos que el gobierno otorga por asignación directa…
El absurdo continúa. Juan goza del auspicio de un organismo internacional para su investigación y, ante la falta de recursos nacionales, pensó en comprar equipo con los dineros extranjeros. Pues no. CONACYT se lo prohíbe, aun cuando no sean recursos federales.
Otra preocupación es la inseguridad laboral en que viven; doña Elena nunca quiso resolver el problema, el cual se agravó con las tres versiones que el CONACYT ha emitido sobre el Sistema Nacional de Investigadores. Resulta que personas que ya habían aprobado el primer nivel del SNI con un reglamento, fueron descalificados con el siguiente reglamento porque ¡se aplicó retroactivamente! “Para contar con una plaza de Cátedras CONACYT se necesita estar en el SNI y eso llevó al despido de muchos compañeros jóvenes.” Finalmente, CONACYT canceló las plazas de las Cátedras.
Les pregunto por la Agenda Nacional de CyT. Nadie les ha comunicado cuáles serán las líneas de investigación; por rumores y la información escueta del sitio web CONACYT-Programas Nacionales Estratégicos (2020), suponen que se centrarán en agua, energía y salud. “Estos tres campos son muy importantes, pero no sabemos qué se desea investigar en cada uno; nadie nos consultó,” ni en 2020, cuando se lanzaron, ni ahora con la nueva ley.
“Como se ven venir las cosas,” comenta Pedro, “los investigadores nos tendremos que plegar a lo que CONACYT quiera y habrá poco presupuesto para la investigación de frontera,” que es donde se genera más conocimiento. Lo que más le preocupa es que la agenda no sea realista en cuanto a los tiempos y que los funcionarios del gobierno “crean que podemos resolver sus peticiones mágicamente o sobre pedido. Así no funciona la cosa.”
Les pregunto por la premisa impuesta por la nueva ley en el sentido de que la CyT debe orientarse al “bien común”; son tajantes en sus respuestas: “La búsqueda de conocimiento,” afirma Pedro, “es, en sí misma, una aportación al bien común, mucho más en un país ajeno a desarrollos armamentistas.”
Tal vez, Álvarez-Buylla esté pensando en vincular la CyT a los grupos desprotegidos de nuestro país, me atrevo a inquirir. “Por supuesto que podemos participar, pero requiere de una planeación y coordinación rigurosas, no de una actitud de ‘buen rollo’,” afirma Juan.
¿Qué sigue?, les pregunto. “En año y medio, Elena ya no estará. Tomará tiempo la reconstrucción, pero la haremos,” me dice Juan.
“La comunidad científica es mucho más que lo que estamos viviendo…”
Colaboró: Upa Ruiz uparuiz@hotmail.com
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