Opinión

Absurdo pedagógico

La pedagogía que se intenta aplicar en los nuevos libros de texto (educación Básica) es un ejercicio de especulación que nada tiene que ver son el saber acumulado en educación y que es objetable en múltiples aspectos, entre otros:

La educación es un hecho político; sí, pero es una práctica que busca el bienestar de la nación y no sólo satisfacer los intereses de una fuerza política particular.

Sin embargo, este último es el propósito que se quiere alcanzar con los nuevos libros de texto, cuando definen la nueva educación como una actividad enemiga del “neoliberalismo”.

La conducción del niño de la infancia a la edad adulta es el objetivo indiscutible de toda pedagogía. Esa conducción corre a cargo, primero, de la familia y, segundo, de la escuela --del profesor, del propio alumno, de los medios materiales y de las circunstancias que rodean al proceso.

El desarrollo infantil tiene múltiples dimensiones: intelectual, ética, emocional, estética, física y comunicacional.

La propuesta pedagógica de los libros de texto de la SEP rechaza que el objeto y fin de la pedagogía sea el desarrollo del niño.

Tampoco acepta las dimensiones del desarrollo: no hay claridad en cómo se desarrollará la aptitud intelectual, cómo se formará la moral de cada alumno, cuál será el camino para alcanzar el control y dirección de las emociones, cómo se formará la sensibilidad artística de cada alumno y, finalmente cómo se estimulará la educación física y el deporte.

En los nuevos libros se abandonan los dos ejes del desarrollo infantil que son el pensamiento lógico inductivo y el dominio de la lengua nacional (sin exclusión de las lenguas indígenas).

En dichos textos se abandona la didáctica de medios y fines y se eliminan los “aprendizajes deseados” que facilitaban y daban coherencia a la actividad del docente.

La supresión de las asignaturas lleva a crear agregados de conocimientos (campos formativos) que deberán ser integrados, en la práctica, por los mismos docentes (sin tomar en cuenta la capacitación de éstos).

La eliminación de la diferencia entre conocimiento científico y conocimiento no científico y la mezcla indiferenciada de uno con el otro crea gran confusión.

Los libros de la SEP subestiman el valor educativo del pensamiento abstracto y sobreestiman el valor del pensamiento concreto o aplicado.

La desaparición de las Matemáticas, de la Lengua, la Historia, la Geografía, la Formación Cívica y Ética, la Física, la Química, la Biología, etc. impide que el aprendizaje de niños y adolescentes ocurra como un proceso continuo, lógico, sistemático y ordenado y da lugar a un desorden pedagógico de efectos contra-educativos.

Se asume un relativismo cognitivo (todo saber es válido) y un relativismo moral (no hay reglas morales de validez general, toda moral colectiva es legítima), lo cual conduce al nihilismo.

El orden pedagógico, dice los nuevos libros, no se basa en el alumno ni en el maestro, ni en la escuela: su fundamento es el espacio social adyacente a la escuela que recibe el nombre de “comunidad”.

El fin último de esta extraña pedagogía no es la transformación del alumno, como indican todas las pedagogías, sino un fin externo (al alumno): la transformación del entorno social, o sea la comunidad.

Este discurso no se fundamenta en una línea progresiva, lineal y acumulativa de aprendizajes ordenada en función de las etapas del desarrollo psicológico infantil.

Esta propuesta tampoco se propone fortalecer la autonomía del alumno y concede mayor importancia a las actividades y a los valores colectivos.

Por tanto, exige que una buena parte de las decisiones en el proceso enseñanza-aprendizaje se adopten colectiva o democráticamente y, en ciertos casos, maestros y alumnos se reúnan con miembros de la comunidad para dialogar y decidir acciones conjuntas.

Se rompe además con toda didáctica racional pues la articulación entre campos de formación y ejes transformadores conduce al callejón sin salida que son los llamados programas analíticos.

La incorporación al trabajo docente de una jerga pedagógica y didáctica extraña a todas las corrientes de pensamiento educativo conocidas por los maestros y que, a pesar de la buena voluntad de éstos para aprenderla, ha dado lugar a una gran angustia y desesperación.

La Ley General de Educación (Art.7) mandata que la educación debe ser nacional y responder al interés social para el beneficio de la Nación, pero los autores de esta confusa doctrina se oponen a este precepto y sin hacer caso de las críticas se proponen aplicar los libros de texto porque, como piensa el presidente la ley se respeta cuando conviene a su partido. 

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