Celebro que el presidente López Obrador NO esté en Acapulco porque, por lo que se ve, solo complica más la catastrófica situación del puerto y municipios aledaños.
Su primera decisión desastrosa fue ordenar que la ayuda se concentrara con las Fuerzas Armadas y hacer explícito que no distribuiría a través de las organizaciones de la sociedad civil (OSC), siendo que éstas suelen hacer acopios voluminosos, justamente porque la gente confía en ellas para que lleguen los donativos a los damnificados. Nunca antes las OSC había sido vetadas.
AMLO no dio ninguna buena explicación que sustentara la orden, provocando un gran disgusto entre la población y que se desataran toda clase de especulaciones: que si la ayuda se aprovecharía como propaganda de MORENA, que si todo era para concentrar más el poder, que si iban a guardar la mitad de la ayuda para repartir despensas cuando se acercaran las elecciones...
Usted me dirá que el gobierno es incapaz de mal usar la ayuda humanitaria. Mmmh… Le recuerdo que una periodista exhibió cómo sus donativos para Turquía aparecieron en un mercado y en la casa de atención ciudadana de un diputado de MORENA, aunque en los documentos oficiales decían que sí había salido del país.
Mientras políticos de un lado y otro, así como la sociedad, estaban en los dimes y diretes sobre cómo enviar la ayuda, videos iban y venían de guerrerenses rogando por agua y víveres, porque nada quedaba en las tiendas. Finalmente, el presidente dio contra orden para permitir “que se deje pasar todo” y no dar “ningún pretexto a los buitres”. Segundo error: en vez de un mensaje de unidad y/o de agradecimiento a los donadores, don Andrés soltó el mandarriazo.
Para ayer, en teoría, se habrían repartido 120 mil despensas. Con un promedio de cinco personas por familia, se cubrió a 600 mil personas, pero faltan de atender otro millón, por lo menos. También hasta el domingo, solo había dos comedores comunitarios por parte del Ejército. Como sea, es poco cuando ya han pasado cinco días.
El fin de semana y mediante un video, AMLO explicó que no estaba en Acapulco porque ayudaba más “coordinando desde aquí (la CDMX) todas las acciones. (…) No quiero hacer de esto un espectáculo, no quiero hacer lo mismo que se hacía antes. Lo más importante son los hechos.”
Queda clarísimo que los hechos hablan por sí solos, pues la descoordinación es evidente. Apenas el domingo se instaló el Centro de Mando para la Atención de Efectos del Huracán “Otis” con los tres niveles de gobierno, siendo que éste era el paso uno para la contención y afrontamiento de los daños. Desde el sismo del 85 lo sabemos.
Va un ejemplo de por qué es importante la coordinación. La CFE tiene frente a sí un trabajo descomunal y, por más que se esfuerce, el restablecimiento de la energía eléctrica tardará varios días más; mientras tanto, no hay manera de que corra el agua o que los hospitales puedan funcionar. Luego entonces, alguien dentro de algún nivel de gobierno tiene que hacerse cargo; las pipas con agua llegaron hasta el sábado a las colonias populares y de las plantas de luz no se sabe nada.
Otra descoordinación: por lo menos durante los tres primeros días no se vio a los militares y/o a empleados del gobierno estatal limpiando los escombros en La Costera para facilitar el acceso de los vehículos con ayuda y, sobre todo, para evitar la proliferación de plagas y enfermedades. No me quiero imaginar cómo están las colonias populares de Acapulco y los demás municipios. Aquí hay otro foco rojo.
En el video citado, el presidente pregunta: “¿Cómo vamos a seguir avanzando para imponer orden, que no haya caos?” Vaya, por fin reconoció que los primeros días fue un caos por el pillaje (o “cohesión social”, como la llama la alcaldesa de Acapulco). El funcionario, cuyo nombre no se escucha en la grabación, le informa que “tal vez algunas personas estén en riesgo al llegar a Acapulco. Le vamos a pedir que tomen la desviación a Punta Diamante para poner vigilancia en toda la zona de llegada. Se estableció una estrategia para aislar la entrega de abastos.”
La declaración anterior indica dos cosas: que sí hubo asaltos en la carretera y que finalmente entendieron cómo evitarlos.
Todo esto me sorprende mucho, doña María Luisa. Para orgullo de todos los mexicanos, el Ejército era un mago para los desastres y, como la quiera ver, ha sido un error tras otro en el manejo de éste.
Tiene razón el presidente: ya no es como antes.
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