Opinión

Los afanes del delirio

Cautivo de sus afanes por escribir, aunque sea una página en la vasta historia nacional, el señor presidente emprendió una cruzada personal para adjudicarse la solución del caso Iguala y sus derivaciones (ya resueltos hace muchos años). Creo comisiones (sobre todo una pomposamente llamada “De la verdad”); nombró investigadores, regañó, quiso los puntos sobre las íes y a la trompa talega –demorada pero no por eso cuidadosa--, les presentó a los familiares de los asesinados, un reporte con una conclusión digna de registro:

“…Espero que antes de mi último informe podamos, para satisfacción de las madres, padres y familiares y del pueblo de México, cumplir el compromiso de encontrar a los jóvenes de Ayotzinapa y saber con mayor precisión lo sucedido; es decir, la irrefutable y auténtica verdad de los hechos…”

El presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia mañanera desde Palacio nacional

El presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia mañanera desde Palacio nacional

De aquí a esa fecha, primero de septiembre, no se sabe cómo se podrán subsanar los faltantes de esa investigación, cuyo rigor histórico –justo es decirlo—mataría de envidia a Eduardo del Río, mejor conocido como Rius.

Todo se reduce, en la más original de sus líneas argumentales a una exoneración del Ejército y una condena de los organismos de Derechos Humanos involucrados en el caso. Este es el tono dominante:

“… De igual manera, en el asunto de la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa, es el momento de revisar el comportamiento de quienes han conducido las exigencias de supuesta justicia; sobre todo, sus vínculos con el gobierno de Estados Unidos y sus agencias. Basta revisar cómo personajes de estas organizaciones de derechos humanos participaron, defendieron y celebraron la aprobación de la resolución del Tribunal Colegiado de Circuito de Tamaulipas, elaborada con el lenguaje de ellos y consultada seguramente con el presidente de la Suprema Corte de Justicia de México, por tratarse de un asunto delicado. Téngase en cuenta que la sentencia fue trascendente pues se decidió dejar en libertad a presuntos responsables de los hechos de Iguala con la coartada de la tortura, que en algunos casos la hubo, aun cuando estaba de por medio el crimen contra los normalistas de Ayotzinapa, cuya causa ellos sostienen defender para castigar a los responsables y que prevalezca la justicia sobre la impunidad”.

Omite el señor presidente la exigencia de dicho tribunal para reiniciar la investigación y constituir una comisión de la verdad. Precisamente eso hizo este gobierno y fracasó en ambos empeños.

“… En esta reflexión –dice otro párrafo cuyo naufragio es lamentable--, creo que hay gente inocente, bien intencionada y con elementos suficientes para desconfiar del Ejército y del Estado autoritario que predominó en México por décadas; pero también hay gente conservadora, odiadora nuestra, como es público y notorio el caso de Emilio Álvarez lcaza y otros falsarios, pequeñoburgueses, como se decía antes, aspiracionistas y aduladores del dinero y defensores de la oligarquía. Todo ello debe seguirse debatiendo (¿por fin, hacemos un debate o una comisión de la verdad?), porque basta de simulaciones e hipocresías, cuando está de por medio la verdadera defensa del pueblo pobre…”

Y la defensa a ultranza del Ejército no la habría hecho mejor el abuelo de Omar García H., en 1968:

“…el señalamiento al Ejército (su responsabilidad en el asesinato masivo), sin pruebas, me produce mucha desconfianza y sostengo que podría obedecer a un afán de venganza de personas o instancias del extranjero para debilitar a una institución fundamental del Estado mexicano, como quisieron hacerlo en el caso del general Salvador Cienfuegos o como lo están haciendo ahora en mi contra con una campaña de desprestigio, sin pruebas, tratándome de vincular con la delincuencia organizada, básicamente por motivos políticos e ideológicos…”

Y una perla más:

“…De modo que no descarto que la actuación de Calderón, además de otros motivos, haya tenido que ver con la mala decisión de permitir la intervención sin límite y prepotente del gobierno de Estados Unidos y de sus agencias, en particular de la DEA, en asuntos internos de México…”

Como dijo José Alfredo Jiménez, volveremos sobre este asunto…  si nos dejan.

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