¿Qué tal el zarandeo político se que armó en las redes sociales a partir de la imprudente conducta comunicacional de tu jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador? Me refiero a la revelación que hizo del teléfono personal de Natalie Kitroeff, coautora del artículo “EE. UU. indagó acusaciones de vínculos del narco con aliados del presidente de México” (The New York Times, 22/02/2024).
En esta crisis, como en otras, AMLO ha demostrado que solo las controla cuando él las provoca, cuando él es el dueño de la agenda y de los resortes para impulsarla, a fin de poner en jaque a sus adversarios. Pero cuando una crisis le cae encima…
A nadie le gusta que le acusen de tener vínculos con el crimen organizado, ya sean directos o mediante colaboradores cercanos; vamos, ni siquiera siendo ciertos. Me pregunto, estimado Jesús, ¿qué trabajo costaba al presidente o a la secretaria de Gobernación, contestar con un NO rotundo y educado a las preguntas del NYT? ¿Era necesario o conducente el sarcasmo y el calificativo de “pasquín inmundo” para el periódico?
Ante un tema tan nocivo, AMLO prefirió ignorar lo que los expertos llaman “efecto Streisand”; éste consiste en incrementar la atención y penetración del tema que uno pretende acallar, pero que al traerlo a cuento una y otra vez, se logra el efecto contrario; es decir, aumenta exponencialmente.
Como al inquilino de Palacio Nacional le gusta ir “in crescendo” (¡faltaba más!), respondió de manera altanera y sofista a las preguntas de Jessica Zermeño, de Univision, durante la mañanera del viernes pasado. La periodista hizo ver al presidente que había violado la Ley de Protección de Datos Personales al divulgar el teléfono personal de Kitroeff, a más de ponerla en riesgo por la falta de seguridad en los trabajadores de los medios de comunicación realizan su tarea en México. Como es su costumbre, el presidente divagó en acusaciones de intereses creados, de obedecer a intereses oscuros… Hasta Julian Assange salió a relucir.
“Ustedes pueden calumniar impunemente,” le reclamó López Obrador a Zermeño, para más adelante devolver la pregunta: “¿Quien me va a reparar el daño? ¿Quién le va a reparar el daño a mis hijos?”
Tales expresiones nos llevan a dos preguntas, una paradoja y una aberración.
¿Por qué el presidente no demanda al periódico? Si él demuestra que se trata de infundios, además de limpiar su nombre, tendría derecho a cobrar decenas de millones de dólares para resarcir el agravio a él y a sus hijos.
En abono a su inocencia como jefe de Estado, ¿por qué no pide que la FGR obtenga copia de la investigación para que proceda como deba de ser?
La paradoja: Son incontables las calumnias, insultos e infundios que el presidente ha proferido en contra de aquellos a quienes considera sus adversarios y sin ninguna prueba. De verdad que se mordió la lengua.
Y la aberración: Como Zermeño no soltó el tema durante media hora, AMLO zanjó de manera definitiva el pinponeo de argumentos y contrargumentos, afirmando que su autoridad moral y su autoridad política están por encima de las leyes como la arriba citada. Inconcebible el nivel de soberbia, solo del mismo tamaño que su atropello a las leyes.
En un claro revire del dicho usado frecuentemente por don Andrés, Guacamaya Leaks le dio un “tenga para que aprenda”. Ni tardo ni perezoso, este grupo de hackers divulgó los teléfonos personales de morenistas destacados y hasta de Claudia Sheinbaum. Los mensajes hostiles no tardaron en llegar.
¿Podrá Palacio Nacional cerrar ya este capítulo, Jesús? No es que trivialice yo la información del New York Times, simplemente me hago cargo de que la investigación no llega a ningún lado y no por las mejores razones. El gobierno de EUA tiene indicios suficientes, pero suspendió la investigación (“dormant”) para evitar un conflicto entre EUA y México. Ahí sí, los intereses creados entre ambas naciones son demasiado complejos y voluminoso$$$ como para poner en el banquillo de los acusados a cualquiera que se apellide López.
Ni modo, hay prioridades.
Sin embargo, el mensaje fue claro. ¿No crees, Jesús?
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