Opinión

Aniversario de la Unidad de Fisiología Molecular

El sábado pasado se conmemoran 30 años del día que inició funciones mi laboratorio de investigación en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, por lo que escribo este editorial con emoción, nostalgia, pero a la vez preocupación.

Regresé a México en julio de 1993. Ese momento marcó el final de un período de 10 años de posgrado para empezar una carrera independiente. En la residencia había realizado proyectos de investigación clínica que me permitieron conocer un poco el mundo de la investigación, pero fue en el fellowship en la división renal del hospital Brigham and Women’s de la Escuela de Medicina de Harvard en donde entendí el proceso de la investigación científica y completé la transición de ser un cómodo creyente, para convertirme en un incómodo escéptico.

Al principio me dediqué por algunos meses a la tramitología de los proyectos de Conacyt y a realizar las compras de los equipos y reactivos que necesitaría para iniciar los proyectos que tenía en mente. En ese entonces y por muchos años, Conacyt era muy generoso. Otorgaban proyectos que equivalían entre 75 mil a 100 mil dólares, emitían una convocatoria cada año y no había restricción para tener dos o más proyectos, de tal forma que, para los primeros tres años de trabajo, obtuve financiamiento que en conjunto sumó alrededor de 260 mil dólares (equivalentes ahora a cinco millones de pesos).

El mostrar apoyo del gobierno de mi país para mis proyectos fue crucial para poder conseguir, durante los siguientes 30 años, proyectos financiados con considerables recursos por agencias internacionales como Howard Hughes Medical Institute y el National Institute of Health de los Estados Unidos, la fundación Wellcome Trust de Gran Bretaña y la fundación Leducq de Francia.

El 24 de febrero de 1994 inició oficialmente mi laboratorio, conmigo como único investigador y sin estudiantes. Son esos años de transición en que uno se convierte en todo: estudiante de pre y posgrado, investigador, administrador, etc. Además, mis actividades asistenciales como nefrólogo en el Instituto eran considerables, ya que solo éramos tres. Con el tiempo se fueron sumando otros, así que, desde hace muchos años, dejé de practicar la nefrología y el poco tiempo que dedico a la clínica lo hago en medicina interna.

Yo sabía que el trabajo que quería realizar tenía componentes de investigación para los que se necesita estar en una universidad y tener acceso a las ventajas que eso representa, por lo que yo quería que mi laboratorio en el hospital fuera universitario. Mi primera aproximación fue con René Druker, cuando él era el jefe de fisiología en la Facultad de Medicina. Se entusiasmó mucho y casi lo logramos, pero la crisis de finales del 94 frenó esa posibilidad. Ese sueño se hizo realidad en 1996, gracias a la inteligencia y visión de Carlos Larralde, entonces director del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, a quien le fascinó la idea de que mi laboratorio se convirtiera en una Unidad Periférica del Instituto, localizada en Nutrición. El acceso a la UNAM me abrió puertas intelectuales, bibliográficas y tecnológicas, sin las que mis proyectos no hubieran encontrado el camino resolutivo que han tenido. Lo había logrado. Un investigador universitario, con todo lo que eso conlleva, pero en el ámbito hospitalario de un Instituto Nacional de Salud, con todo lo que eso conlleva.

La unidad poco a poco creció y ahora es un modelo horizontal que alberga investigadoras de la UNAM (Biomédicas y Facultad de Medicina), de los Institutos de Nutrición y Cardiología y de la Universidad Panamericana. En 30 años se han entrenado bajo nuestra tutela 152 alumnos provenientes de más de 20 universidades diferentes del país, divididos en 32 con tesis de licenciatura, 16 de maestría y 30 de doctorado. Nueve más realizaron posdoctorado y 65, el servicio social de la carrera de medicina. Actualmente tenemos activos nueve de licenciatura, cinco de servicio social, tres de maestría, siete de doctorado y dos de postdoctorado. Se generó la tradición de marcar en una columna del laboratorio la altura de los estudiantes que han pasado por aquí. Con el tiempo la tinta en algunos casos se ha ido borrando (fotografía).

Casi todos nuestros alumnos de doctorado o posdoctorado son ahora miembros del Sistema Nacional de Investigadores y trabajan en alguna institución o universidad del país y los que no, es porque lo hacen en el extranjero. La gran mayoría de quienes realizaron el servicio social de medicina siguieron su camino en diversas residencias médicas, pero con una experiencia real en investigación y contribuyeron a la generación de conocimiento. La productividad de la Unidad ha sido espléndida, con más de 250 artículos científicos. Dos miembros de la Unidad han recibido el Premio Universidad Nacional en Investigación en Ciencias Naturales y uno el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Ciencias Física-matemáticas y Naturales. El secreto ha sido que en la Unidad existe una exigencia academia al máximo, pero en un ambiente de amistad y camaradería, en el que el personaje central es el estudiante, que siempre me han tuteado, lo que genera una sensación de igualdad entre el estudiante y el profesor y promueve el libre y franco intercambio de ideas y propuestas científicas.

A treinta años de distancia, puedo decir que la inversión inicial que hizo el pueblo de México, a través de Conacyt, la UNAM y Nutrición, para iniciar mi laboratorio rindió frutos. Valió la pena haber hecho ese gasto. Estoy preocupado porque no veo hoy en día el mismo nivel e interés de apoyo. Los jóvenes que están listos para iniciar sus carreras como investigadores independientes difícilmente podrán encontrar en Conacyt 260 mil dólares para Iniciarla. Hago un llamado a la comunidad científica, porque esos jóvenes necesitan como nunca del apoyo y generosidad de los que ya vamos saliendo, para que puedan encontrar la forma de iniciar carreras que sean exitosas. De no ser así, el panorama para la calidad de la ciencia en nuestro país hacia el 2040 será muy sombrío.

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM

Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México