Opinión
Guillermo Puente Ordorica

Asuntos pendientes (2)

Para terminar con el análisis de las conferencias políticas de Carlos Fuentes que iniciamos en la columna anterior, en esta ocasión nos referiremos a una más de sus 210 exposiciones disponibles en su biblioteca de San Jerónimo, publicadas por el Fondo de Cultura Económica, en las que aborda temas de preocupación contemporánea en educación, sociedad y democracia. (Fuentes, Carlos, Conferencias Políticas, FCE, México, 2018) .

En Costa Rica, en julio de 1997, en reunión convocada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su ponencia titulada “Nueva educación, nuevo milenio”, parafraseaba al historiador Eric Hobsbawm, para decir que el siglo XX, la centuria más corta de la historia, haciendo juego de la temporalidad de los grandes cambios sucedidos entre el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo en 1914, y el drama del Sarajevo de 1997 que puso fin “a los excesivos sueños de un nuevo orden mundial al terminar la guerra fría, se acercaba a su final”, era también el siglo de mayor progreso científico y material en la historia.

Cien años estrechos que subrayaron, en la visión del escritor mexicano, siempre candidato, pero nunca ganador del Nobel de Literatura, la proliferación temática que ese siglo le proponía a las personas del nuevo siglo y del nuevo milenio, el XXI, ahora ya bien entrado en su segunda década.

Anotaba Fuentes que desarrollo y progreso no son concebibles sin la educación, es decir, “sin educación no hay progreso”, pero decía que no bastaba con tenerlo claro. Era imperativo saber para qué, quiénes, para cuántos… En su respuesta a sus propias interrogantes, Fuentes consideró necesario plantear un punto de partida para ello: “desde el siglo XVIII, la ilustración europea convirtió al progreso en meta casi sagrada de la historia [pero]… el Occidente reclamó el monopolio de la cultura. La civilización, dijo el filósofo alemán Herder, sólo es posible en Europa. ¿Cómo es posible ser persa?, se pregunta con ironía reveladora un personaje de Montesquieu… Sí, ¿cómo es concebible ser mexicano, costarricense o brasileño? Y América, concluye Hegel, América es un perpetuo aún no, aún no…” De manera que el devenir histórico de México y América Latina divagó esencialmente en la imitación europea.

En el caso de México, argumenta Fuentes fue la Revolución mexicana la que marcó “el deslinde entre la imitación extralógica de los aspectos más superficiales de la civilización europea… La pintura de Diego Rivera y Frida Kahlo, de Orozco y Siqueiros… marca una nueva etapa de autorreconocimiento proseguida por los escritores latinoamericanos: Miguel Angel Asturias recoge las tradiciones indígenas, Alejo Carpentier las negras, y Jorge Luis Borges, supremamente, reintroduce las tradiciones árabe y judía en una literatura más poderosa mientras más incorpora.” De manera que la cultura moderna latinoamericana “se hace a partir de inclusiones y… recuperaciones. Pero el redescubrimiento del continente mestizo, de ninguna manera excluye la apertura a todas las demás culturas del mundo… No hay Orozco sin expresionismo alemán, ni Siqueiros sin futurismo italiano, ni Rivera sin los dos Paolos Uccello y Gauguin... nuestro más grande humanista, Alfonso Reyes [sostenía] seamos generosamente universales para ser provechosamente nacionales.”

Mural titulado

Mural titulado "Del porfirismo a la revolución" y ubicado dentro del Castillo de Chapultepec

Cuartoscuro

Dice Fuentes en esa lógica, “hoy, todos los latinoamericanos sabemos que somos parte de un continente multicultural. Pero sabemos también que multiculturalismo significa precisamente muchas culturas, no una sola; ni euro, ni afro, ni indocentrismo… sino una cultura que sea espacio del reconocimiento de nosotros mismos en los demás, y de los demás en nosotros mismos.”

A pocos años de cerrar la centuria, Fuentes sugería que sobre la base de una las principales lecciones de ese siglo moribundo era precisamente la de que en toda la historia humana, nunca había sido mayor el abismo entre los avances tecnológicos y los retrasos morales y políticos de una época, y que por ello, uno de los grandes desafíos para el siglo XXI sería “hermanar moral y ciencia, tecnología y poder”. No obstante, veía con claridad los obstáculos parte del desafío, entre ello el más conspicuo, el referido a las contradicciones en la superposición de las dos aldeas que habitaba la humanidad: “… la aldea global de la comunicación instantánea, la integración económica mundial y el acelerado desarrollo técnico, y la aldea local de fe en los valores tradicionales, el autogobierno, el hogar y la memoria.”

Ya llegando a su respuesta sobre progreso y desarrollo con qué objetivos y para quiénes, retoma al poeta Salvador Díaz Mirón para sostener que “nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo necesario”. Afirmaba que era fundamental “una voluntad política seria de colmar la creciente separación entre quienes, en el Hemisferio Norte, lo tienen todo y lo desperdician mucho, y quienes, en el Hemisferio Sur, carecen de lo necesario.” De manera que es primordial saber “modificar un destino para la educación inseparable del destino del trabajo: seamos conscientes de que vamos a educar a nuestros ciudadanos para un mundo global del siglo XXI de exigencias competitivas sociales, de prioridades nacionales”, en el que particularmente los esfuerzos deben enfocarse en ampliar la democracia en la escuela para exigir en la vida pública los valores democráticos que las personas aprenden en la vida escolar, “… maestros para la democracia, escuelas para la democracia y ciudadanos para la democracia.”

Bajo su idea de “democracia vitalicia” sostenía que era necesario educar ciudadanos para la vida y de manera permanente desde los niveles más básicos de la organización social y no sólo pensando en una élite que maneje los destinos de un país inmerso en la globalidad.

Parece acertado siempre recurrir a autores clásicos para abordar el presente y trazar los paralelismos que correspondan para una mejor comprensión del mismo.