En su profundo desprecio hacia los especialistas en contraste con su aprecio por los funcionarios que le profesan 90 por ciento de lealtad y 10 por ciento de capacidad, el presidente puso a María Elena Álvarez-Buylla a cargo del CONACYT, quien desde su llegada se dio a la tarea de derruir esa institución.
Permítame, doctor González, un poco de contexto sobre la “tarea” de doña María Elena para nuestros lectores:
Durante dos años dejó morir de inanición presupuestal a los centros públicos de Investigación; en 2021 tuvo un subejercicio de dos mil millones de pesos en el programa de becas y un sobregiro de 700 millones de pesos en los programas nacionales estratégicos dictados desde Palacio Nacional; modificó el procedimiento de evaluación del Sistema Nacional de Investigadores hasta hacerlo inviable; canceló las Cátedras CONACYT en universidades privadas y persiguió judicial e injustamente a los miembros del Foro Consultivo de Ciencia y Tecnología.
También desde el inicio de su gestión, Álvarez Buylla pugnó por una nueva ley en la materia. Finalmente consiguió que la Ley General de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (LGHCTI) fuera aprobada por ambas Cámaras, como parte del agandalle de MORENA consumado el viernes pasado. No me referiré a las violaciones al proceso legislativo ya comentadas por mis colegas; abordaré la conducta aberrante de los morenistas al aprobar la mencionada ley.
La comunidad científica manifestó reiteradamente su preocupación por la LGHCTI cuando ésta era iniciativa y no es para menos, cuando la fundamentación de doña María Elena ante la Cámara fue que “necesitamos una ciencia alineada con lo que el Presidente de la República ha conceptualizado como el humanismo mexicano” (15/03/23). ¿Acaso creyó estar en un concilio religioso..?
Álvarez Buylla también afirmó que la iniciativa promovería que una auténtica ciencia y desarrollo tecnológicos estuviera a favor del “bien común”. Le voy a poner un ejemplo: Hace 70 años, cuando Watson y Crick investigaban cómo el ADN, seguramente esperaban que tuviera muchas implicaciones, pero no podían adivinar cómo se iba a reflejar en el “bien común”.
También me gustaría que doña María Elena nos explicara eso del “derecho humano a gozar de los beneficios de la ciencia”, siendo que este país no puede garantizar la salud, la educación ni la seguridad, esos sí derechos humanos sustanciales. O sea, choro ideológico mareador.
En todo caso y para cumplir con tal premisa, el nuevo Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación así como el nuevo Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación (CNAHCyT) debieran tener un gran presupuesto. Justamente, la nueva ley elimina el compromiso de destinar el magro uno por ciento del PIB a tal tarea; eso es una contradicción sustantiva.
Según la doctora Álvarez, la propuesta legislativa fue consultada con 70 mil personas. No lo dudo, pero aseguro que no las escucharon y ello dio pie a que la comunidad científica apelara a la Cámara de Diputados. Esta última se comprometió a realizar siete foros de Parlamento Abierto. Iban en el segundo cuando los morenistas aprobaron la ley sin incorporar ninguna propuesta.
¿Qué es lo preocupante en la nueva ley? ¡Uuuufff!
Instituciones como la UNAM, el IPN y la que usted representa, quedaron fuera de la Junta de Gobierno del CONAHCYT; sus lugares serán ocupados por … ¡Adivinó usted! La SEDENA y la SEMAR.
Las líneas de investigación a apoyar serán definidas por una “agenda nacional”, supongo dictada desde Palacio Nacional, con lo cual se coartaría la libertad de investigación. No digo que no haya intereses del gobierno en turno, solo que no pueden ser los únicos.
Suspende los apoyos a las universidades privadas.
Elimina los proyectos conjuntos con la iniciativa privada y con ello abandona la posibilidad de que ésta invierta capital de riesgo en innovación. Supongo que Ávarez-Buylla no conoce el Massachusetts Institute of Tecnology (EUA), ni lo que pasa en Bangalore (India).
Anquilosa el Sistema Nacional de Investigadores y limita el acceso a nuevos miembros (con presunta excepción de los cuates de la doctora…).
Todos los avances de los investigadores sujetos a patente pasan a ser propiedad del CONAHCYT. ¿Acaso estamos en Cuba..?
Seguramente la 4T está encantada con su muralla de nopal frente al conocimiento, el desarrollo y la libertad.
A los investigadores y al país, que los cuerne el toro…
Colaboró: Upa Ruiz uparuiz@hotmail.com
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