“¡Tenemos que luchar!” fue una de las arengas de Xóchitl Gálvez durante el cierre de su pre-campaña, celebrado el pasado domingo en la Arena Ciudad de México. Y vaya que tiene que luchar. Gálvez está compitiendo no solo contra una candidata oficialista, sino también contra el presidente, quien hace todo lo posible por “aparecer” simbólicamente en la boleta.
Las reseñas del evento son positivas hacia la candidata opositora y el entusiasmo que logró despertar entre los asistentes, con una Xóchitl echada para adelante y un discurso claro, sencillo y convencido. Es de celebrarse que así se haya percibido, después de varias semanas en que fue frecuente el comentario de que “las pre-campañas no prenden”.
¿Cómo iban a prender con la situación del país y el bombardeo noticioso desde Palacio Nacional? Por muy buenas que fueran las giras de Xóchitl o de Claudia Sheinbaum, la primera plana se la han llevado los desaparecidos, las fosas clandestinas, los migrantes secuestrados, las masacres de Guerrero, los enfrentamientos en Zacatecas, los desplazados de Chiapas, etc., etc. Bien dice Gálvez: “Tenemos que luchar para traer la vida a donde hoy se pasea la muerte.”
Además está el inquilino de Palacio Nacional haciéndoles sombra, lanzando a diario una noticia más estridente que la otra, como sus peligrosas intenciones de reformar al Poder Judicial y manejar los ahorros de los trabajadores, aunadas a las inauguraciones de obras faraónicas inconclusas.
Tanto las propuestas lopezobradoristas como las obras son parte de esa posverdad que aquí hemos denunciado; esa narrativa que distorsiona la realidad y que a tantos ciudadanos ha engañado. Como si elegir jueces y ministros fuese garantía de justicia; como si fuera viable financieramente elevar las pensiones sin hacer una reforma fiscal. Bien dice Xóchitl: “Tenemos que luchar para traer la verdad donde hoy reina la mentira.”
Coincido con la alianza opositora en que “esta es la elección más importante de nuestras vidas”. He visto pasar a un montón de candidatos y he vivido varias crisis políticas y económicas; tal vez la única elección tan difícil como la actual fue la de 1994, después del alzamiento del EZLN y el asesinato de Luis Donaldo Colosio, cuando el país se nos iba de las manos.
La gravedad de hoy no es menor. Con su simplismo, ineficiencia y autoritarismo, la 4T ha provocado el debilitamiento institucional, al tiempo que prácticamente ha entregado el territiorio y parte de la actividad económica al crimen organizado; ha derruido los sistemas de salud y educación; ha desgastado y cooptado a las Fuerzas Armadas; ha abandonado a buena parte de la población, como las mujeres, los campesinos y las clases medias; ha golpeado y vilipendiado a todo aquel que se le ponga enfrente… No podemos seguir así.
En varias ocasiones AMLO afirmó que “gobernar no tiene ciencia”. Yo me pregunto, si no tiene ciencia, entonces ¿por qué no ha resuelto los problemas y solo echa la culpa al pasado? Esa es la herencia que el presidente está dejando a su candidata y que muchos no quieren ver.
Ya escuchamos las críticas a la 4T. Ahora, Enrique, deseamos escuchar las propuestas que las precampañas no permiten presentar (¡vaya absurdo!). Solo les pido que sean realistas y concretos; un proyecto en el que quepamos todos los mexicanos.
Además de convencer al electorado, la coalición opositora tiene otra batalla enorme que dar frente a una elección de Estado. El INE de hoy no es el confiable de hace dos años. No me extrañaría que desde dentro se estuviera saboteando la organización y la logística de los comicios para favorecer los distritos morenistas y dejar para lo que se pueda a los distritos de oposición. Unas elecciones dudosas sería la cereza envenenada a colocar sobre todos los problemas –ahora exacerbados- que vivimos. Entonces sí, nos vamos al precipicio, y eso no parece preocupar al inquilino de Palacio Nacional. Él vive por y para el conflicto.
Bien dice Gálvez: “Está en juego lo que permite que este país tenga viabilidad como nación.”
Ojalá mis conciudadanos lo entiendan.
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