Opinión

¿Brugada o Taboada?

Las campañas electorales en la Ciudad de México iniciaron con el reto de ofrecer soluciones concretas a los cotidianos problemas de sus habitantes. La relevancia de los candidatos radica en que representan las ofertas políticas diferenciadas entre las que decidirán los electores. Ellos deberán conquistar el apoyo ciudadano para traducirlo en eficacia y eficiencia para gobernar al núcleo urbano más grande del país, así como su principal centro político, económico, financiero y cultural. Con una población de más de 9 millones de habitantes, la CDMX ocupa el segundo lugar a nivel nacional en términos demográficos, pero su importancia económica es superior, dado que contribuye tres veces más que el resto de las entidades federativas al porcentaje del PIB nacional. Tan solo cinco de sus dieciséis alcaldías: Miguel Hidalgo, Cuajimalpa de Morelos, Álvaro Obregón, Benito Juárez y Cuauhtémoc tienen el mejor desempeño económico.

No obstante, en esta metrópoli de apenas 1,495 kilómetros cuadrados, que representa el 0.1% del territorio nacional, conviven la marginación, la pobreza y la opulencia, las demandas insatisfechas de las personas y la ineficacia institucional. El INEGI informa que en la CDMX la población es 99% urbana y 1% rural, por tal razón es posible proyectar la existencia de ciudadanos con un promedio educativo de 11.5 años de estudios equivalentes a educación media superior, frente a los 9.7 años del promedio nacional. En la capital del país se cuenta con fuentes alternativas de información, así como de educación cívica y política. En una palabra, existe una ciudadanía activa y exigente, repelente a los partidos políticos tradicionales y que vota en función de precisas demandas que no se reducen a lo económico o social.

En tal contexto, deberemos discernir entre quienes se presentan como alternativas para conducir al Gobierno de la CDMX. De un lado, Clara Brugada candidata del Partido Morena y del otro, Santiago Taboada, candidato del PAN. La referencia a estos dos partidos es porque concentran la dirección hegemónica, diseñan la estrategia política y dan conducción orgánica a las campañas. Esto a pesar de las alianzas electorales que mantienen con otros partidos que solo cumplen la función de rémoras para mantener su registro electoral. No es necesario referirse al otro candidato “ciudadano” porque no representa nada, ni a nadie, y si acaso su papel será el de comparsa para dividir el voto en favor de alguno de los contendientes.

Coincidí con Clara Brugada y Santiago Taboada, en la Asamblea Constituyente que redactó, discutió y aprobó la Constitución Política de la Ciudad de México durante 2016-2017. Allí pude constatar su consistencia ideológica cuando argumentaban a favor o en contra, por ejemplo: para dotar de derechos a los animales, permitir el uso terapéutico del cannabis, hacer efectivo el derecho a la muerte digna, así como para introducir la participación ciudadana en temas ambientales. Brugada defendía posturas de izquierda y Taboada sostenía posiciones de derecha. Fue gracias al pequeño grupo de diputados ciudadanos y sin partido que formamos parte de esos trabajos legislativos, que distintas iniciativas destinadas al fracaso fueron aprobadas. Frente al blanco y al negro, en que frecuentemente se enfrascaban la derecha y la izquierda partidarias, prevaleció el gris del consenso ciudadano.

Por otro lado, en las campañas de Brugada y Taboada se incrustaron personajes impresentables que desprestigian a los candidatos por igual. Si no logran alejarlos y abandonar sus extremismos, observaremos nuevamente una campaña de confrontación sin resultados positivos para los electores. Ambos deben considerar que muchas problemáticas de la Ciudad no son de izquierda, ni de derecha, sino que existen graves dificultades urbanas sin ideología como el abasto del agua, la movilidad de las personas o la seguridad pública. Por ello, no tiene cabida una polarización ideológica que anule el espíritu pluralista de la Ciudad de México.

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