“Retrógradas, facciosos, corruptos porque ya no tienen los privilegios que tenían antes (…) actitud hipócrita porque son admiradores de fascistas y partidarios de la mano dura, practicantes ‘no teóricos de represiones, de torturas, de masacres, de graves violaciones a los derechos humanos y ahora quieren aparentar que son paladines de la libertad y de la defensa de los derechos humanos”. Así se refirió Andrés Manuel López Obrador a los que están en contra de que la Guardia Nacional funcione bajo la tutela de la Sedena, es decir, la Secretaría de la Defensa Nacional, formada por militares.
Resulta interesante cómo el presidente voltea las cosas, porque siempre han sido los gobiernos cercanos a las milicias o los gobiernos militares los que cobijaron el fascismo, las masacres, los que han violado los derechos humanos, los de la mano dura. ¿Habrá creado el presidente un extraño oxímoron? Los que están en contra de la participación militar en asuntos civiles resultan los malos de la película. Yo, por ejemplo, que, además, nunca he gozado de privilegios. Tampoco soy hipócrita. Mis padres salieron de un país tomado por los fascistas y vivieron en la dignidad del exilio. Esta historia de finales de los treinta y principios de los cuarenta, impuesta por el franquismo, se repitió de nuevo en México en 1973 cuando se derrocó el gobierno del presidente Salvador Allende, y lo asesinaron, así como a muchos de los servidores en la presidencia y a miles de simpatizantes. El exilio argentino no se hizo esperar. Para 1976, la dictadura militar de Jorge Rafael Videla, imperaba y desapareció y asesinó a miles de opositores. Hasta ahora nadie ha dicho que los militares mexicanos tengan intenciones de dar un golpe de estado ni deseos dictatoriales. Pero el ejército es siempre el ejército, los soldados siguen las órdenes de sus superiores a pie juntillas y los mandos superiores se rigen por las reglas militares. Su participación en octubre de 1968 durante la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz y en la Guerra Sucia, bajo el echeverrismo fue brutal.
Hace unos días, Luis Crescencio Sandoval, secretario de la Defensa de México, tomó la palabra en un acto público para criticar los comentarios “tendenciosos” contra las Fuerzas Armadas, justo cuando el país debate si la Guardia Nacional debe o no pertenecer al mando militar. Sandoval recalcó la lealtad que existe entre los militares hacia las autoridades civiles. Agregó que “quienes integramos las instituciones tenemos el compromiso de velar por la unión nacional y debemos discernir de aquellos que, con comentarios tendenciosos generados por sus intereses personales, antes que los intereses nacionales, pretenden apartar a las Fuerzas Armadas de la confianza y respeto que deposita la ciudadanía en las mujeres y hombres que tienen la tarea de servir a su país.” El caso es que el Secretario de la Defensa la emprendió contra los que censuran que la Guardia Nacional se militarice y no dijo ni pío contra el Crimen Organizado.
La pretensión de que la Guardia Nacional pertenezca a la Secretaría de la Defensa surge del combate a los grupos de narcotráfico, que tienen asolado al país. Lo curioso es que cada vez que ocurren arremetidas de los grupos delictivos, en las que puede haber balazos durante horas, como acaba de ocurrir en Orizaba, o estallidos de violencia como del 12 de agosto en Tijuana, que aterrorizaron a la población civil debido a la quema de vehículos públicos y privados y que hubo gente asesinada, el presidente López Obrador minimiza los hechos y los tacha de exageración, aunque admite que los disturbios son creados por el narco y, por lo mismo, es necesario que la Guardia Nacional dependa de las Fuerzas Armadas.
Juan Pablo Becerra Acosta en su columna de El Universal del 10 de septiembre, expone que llevamos 18 años, desde la presidencia de Vicente Fox, “en que las organizaciones de la sociedad civil y la academia exigen un sistema policial acorde con la inseguridad que baña de sangre y puebla de desaparecidos tantas zonas de silencio de la república”. Como reportero en ese entonces oyó que la gente pedía la presencia del ejército para ahuyentar las reyertas originadas por el crimen organizado. La población civil podía estar tranquila con la presencia de los militares, pero, en cuanto se iban el terror comenzaba de nuevo. Supongo que continúa pasando lo mismo.
¿Entonces, cómo solucionar el problema? Hasta ahora, la Guardia Nacional no ha logrado que el CO se repliegue. ¿Lo hará bajo la estructura de la Secretaría de la Defensa de la que depende administrativa y operativamente desde un principio, aunque también pertenezca a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
“Militarizar la seguridad pública generará más violaciones de derechos humanos”, consideró Amnistía Internacional. Apartar a la Guardia Nacional del mando civil bajo la que fue creada se interpreta como una progresiva militarización del país. Por otro lado, la Constitución mexicana especifica que las instituciones de seguridad pública deben conservar un carácter civil.
Durante los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto los militares enfrentaron al crimen organizado con pocos resultados. ¿Qué haría más eficiente ahora al ejército? Los militares han sido entrenados para que el enemigo sucumba y muchas veces, o siempre, utilizan una fuerza letal, como dijo Cristina Reyes, directora de Litigio Estratégico de la asociación civil México Unido contra la Delincuencia (MUCD), en una entrevista que dio para la BBC Mundo. La estrategia que considera el MUCD es el amparo.
Entretanto, el crimen organizado funciona como la Cabeza de la Hidra. Recordemos que, en la mitología griega, la Hidra de Lerna era un monstruo acuático despiadado, de aliento venenoso, multicéfala, que, si le cercenaban una cabeza, de inmediato le renacían dos. Hércules logró vencerla. El grave problema con los grupos narcos, que poseen un armamento parecido o igual al militar, es que se atrapa a uno de los jefes de un grupo y de inmediato el grupo se subdivide y produce nuevos clanes, a lo mejor de menor importancia, pero que ejecutan acciones criminales. Otra salida para ellos es que el mandamás, aunque sea encarcelado, siga ejerciendo el mando desde la prisión.
El conflicto fundamental de la militarización en México estriba en si las Fuerzas Armadas, dotadas por el presidente de un enorme poder, se convertirán en otra Hidra, mandando y disponiendo hasta el 2028.
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