“Abrir la caja de Pandora” es una expresión que seguramente muchos hemos utilizado o escuchado. Se refiere a un evento producto de una acción imprudente que tiene resultados negativos inesperados y calamitosos. La metáfora proviene de la mitología griega y tiene su origen en las secuelas del conflicto entre Prometeo y Zeus.
Se cuenta que Prometeo, hijo del titán Jápeto y la ninfa Clímene, había desafiado el poder y la inteligencia de Zeus en al menos dos ocasiones. Prometeo y Epimeteo, su hermano, habían sido aliados de Zeus en la lucha que sostuvo con su padre Crono y en la que finalmente salió victorioso. Los desencuentros entre ambos se originaron por la animadversión que el dios del trueno tenía hacia los seres humanos. Prometeo, por el contrario, se proponía salvar a la humanidad de los desafectos de Zeus. Su generosidad lo llevó a enseñar a los seres humanos la arquitectura, astronomía, matemáticas, navegación, medicina, metalurgia y todo el conocimiento que éste a su vez había recibido de Atenea, diosa de la sabiduría y la razón. Por ello, Prometeo es considerado como un rebelde que es capaz de desafiar al poder divino y, al mismo tiempo, altruista e impulsor de la civilización y el progreso.
En la disputa sobre la forma de compartir el producto del sacrificio animal -qué parte debía corresponder a los dioses y cuál a los hombres- Prometeo fue escogido como fiel de la balanza para resolver la controversia. Para ello hizo matar a la res más grande del rebaño. Con las partes del animal llenó dos bolsas en las que se insinuaba apenas su contenido. En una, la más pequeña, colocó toda la carne y encima puso las partes menos apetecibles del animal (el estómago y los intestinos). En la otra metió todos los huesos al fondo, ocultados en la superficie por tentadoras porciones de grasa. Instó a Zeus a que escogiera entre ambas. Con su elección quedaría establecido para siempre la distribución del sacrificio. Zeus se dejó llevar por las apariencias y escogió la bolsa más grande.
Zeus muy enojado por el engaño retiró de la tierra el fuego, condenando a la humanidad a comer la carne cruda. Prometeo se propuso desafiarlo nuevamente. Con la ayuda de Atenea entró a hurtadillas en el Olimpo, arrancó unos trozos de carbón ardiente del carro del sol y los escondió en el hueco de una enorme caña. Salió de la morada de los dioses sin dejar huella y bajó a la tierra con el fuego para regresarlo a los humanos.
Cuando Zeus observó desde lo alto las hogueras que volvían arder en la tierra montó en cólera y sus represalias no se hicieron esperar. Ideó una forma de perjudicar a los protegidos de Prometeo por toda la eternidad. Le pidió a Hefesto, el herrero, que fabricara una hermosa mujer cuya gracia y belleza fuera semejante a la de Afrodita. Zeus pensó que aquello tan hermoso llevaría en su interior la desgracia, de la cual los hombres se encariñarían. El dios de la fragua elaboró con barro una figura femenina y a través de Hermes, el mensajero, la hizo llegar como un regalo irresistible al hermano del héroe. La primera mujer llevó el nombre de Pandora, que significa: todo regalo.
Epimeteo había sido alertado por Prometeo porque sabía que el dios del trueno estaba preparando su venganza. Le recomendó que no recibiera obsequios ni se dejara llevar por las apariencias. Cualquier descuido o ligereza podría ser devastador. En el primer intento Pandora fue rechazada, siguiendo al pie de la letra el consejo, lo que hizo enfurecer más a Zeus. Para mostrar de lo que su ira era capaz, mandó encadenar a Prometeo desnudo y lo colocó en una montaña donde un buitre le devoraba el hígado. Prometeo no moría y su dolor no cesaba porque el hígado destrozado se regeneraba diariamente.
El atroz castigo infligido a su hermano persuadió a Epimeteo de aceptar a Pandora y contraer nupcias con ella. La ahora compañera del hombre llevaba consigo un ánfora o caja misteriosa. La malicia de Prometeo hizo que nuevamente previniera a su hermano de los riesgos que encerraba y le dijo que no abriera nunca aquella cosa porque no podía saberse lo que había adentro.
Epimeteo logró vencer la curiosidad, pero no así su esposa. Con curiosidad irreflexiva Pandora abrió la caja y de ella salieron infinidad de males que aquejan hasta ahora a la humanidad y que habían permanecido encerrados ahí por mucho tiempo. “La Vejez, el Trabajo, la Enfermedad, la Locura, la Pasión. Todos ellos salieron de la caja en forma de nube penetrando a Epimeteo y Pandora en todas las partes de sus cuerpos, y atacando luego a todos los mortales”. Cuando los sorprendidos esposos lograron volver a poner la tapa en su lugar, sólo la Esperanza permaneció contenida. (R. Graves). “Desde entonces diez mil penas vagan entre los humanos y las enfermedades [y demás desgracias] acosan a la gente en silencio y al azar” (Carlos García Gual). El mito de Epimeteo y Pandora es equivalente al de Adán y Eva. En ambos está impresa una visión antifemenina dónde se le atribuye a la mujer ser la causante de todos los males.
Más allá de su connotación misógina, la alegoría del relato es que la imprevisión o inadvertencia pueden derivar del mal juicio y tener consecuencias indeseables. La previsión, la prudencia y actuar teniendo en cuenta las consecuencias, por el contrario, evita muchas desgracias.
En el ámbito de la política, las democracias permiten que los ciudadanos elijan libremente a sus gobernantes. En ocasiones, para muchas personas, elegir es como abrir una caja de Pandora. No se podía imaginar lo que encerraba la deslumbrante demagogia y “se dejaron llevar” por sus emociones y prejuicios. El beneficio de la duda otorgado pronto se convertiría en franca desilusión. Se dice que errar es humano. La propia democracia proporciona a los ciudadanos la oportunidad de corregir. En las siguientes elecciones y mediante el voto libre, tienen la opción de colocar de nuevo, aunque sea tarde, la tapa de la caja de Pandora en su lugar… o destapar una nueva.
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