Opinión
Guillermo Puente Ordorica

¿Cambio de régimen?

Los siglos XIX y XX representan un largo periodo de la historia contemporánea de la humanidad, en el que actores políticos y sectores progresistas de las sociedades intentaron promover cambios de fondo en los sistemas políticos, económicos, sociales y culturales. Ello ocurrió a menudo, casi como regla generalizada, recurriendo fundamentalmente a métodos violentos como consecuencia del enfrentamiento entre los promotores de ese nuevo orden y los defensores del estado de cosas, posiciones irreconciliables que no serían dirimidas sino a través de la represión y la violencia.

Son épocas en las que transcurrieron los movimientos de independencia y de las revoluciones liberales en diversos países en distintas latitudes con diferentes grados de éxito o fracaso relativo, primero, y de cambio político y social estructural, más adelante, con el que se intentó revertir el viejo orden de cosas como la separación de los poderes de la iglesia y del Estado, definir la naturaleza de los regímenes políticos, e incluso en una perspectiva más radical, para procurar la transformación del sistema de producción capitalista. 

Se desmoronan los regímenes monárquicos para dar paso a las repúblicas, por ejemplo, se destruyeron estamentos y se experimentó un cambio de estructuras sociales. En buena parte del mundo, pero sobre todo en México, puede observarse con claridad la profundidad de esos movimientos de cambio y la magnitud de sus consecuencias durante las dos centurias mencionadas.

Cabe insistir en que el método recurrente para intentar los cambios ante la cerrazón del poder y la aparente ineficacia de la vía pacífica de resistencia, fue el de las armas utilizadas por los bandos en disputa ante la persistencia de sus profundas diferencias mantenidas sobre el modelo a construir y a las aspiraciones a seguir, y ante la ausencia de métodos pacíficos para ello, particularmente de cauces democráticos. No puede olvidarse que son tiempos también de la formación de las incipientes naciones y de la consolidación del Estado nacional, entelequias que no podían ser entendidas sino como comunidades imaginarias con ciudadanos igualmente imaginados.

Sin duda son momentos apasionantes en términos de las transformaciones que se ambicionaron y se propiciaron con todas sus implicaciones y contradicciones, sobre todo respecto de sus efectos reales sobre las sociedades y los individuos. 

Por ejemplo, el primer gran experimento de transformación política y social del siglo XX en el mundo, que fue la revolución mexicana, concitó al mismo tiempo los deseos de cambio político frente a la dictadura prevaleciente en el país por más de tres décadas hasta los inicios de dicho siglo, con el movimiento maderista de aspiraciones democrático electorales y los de cambio social, económico y cultural de los movimientos zapatista y villista; todos derrotados, por cierto, al paso de los cruentos años de la lucha armada por los sectores más conservadores de la sociedad mexicana para acabar siendo burocratizada en sus anhelos y alcances, e instaurando un sistema político que hizo prevalecer el autoritarismo de antaño si bien de una manera renovada con la “institucionalización” de la revolución y la creación de un partido de Estado que ejercería la hegemonía política durante décadas.

Francisco I. Madero, ideólogo y líder de la Revolución Mexicana

Francisco I. Madero, ideólogo y líder de la Revolución Mexicana

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El autoritarismo se disfrazó de democracia electoral durante los siguientes setenta años hasta el final de la centuria, recibiendo aire de refresco, poco antes de finalizar el siglo, con el inicio formal de la integración económica y comercial con los países de América del Norte desde el poder político autoritario, que dio lugar a la implementación de un nuevo modelo de crecimiento económico, intentado dejar intacto la esencia de la naturaleza del régimen político, en el marco de un escenario internacional que atestiguaba el derrumbe del llamado socialismo real, en un primer momento, y posteriormente con el aliento de una transición política limitada, reflejo de los aires de cambio del momento a partir del colapso señalado y del avance de las olas democratizadoras en el mundo. 

Como podrá suponerse en ese contexto, la reputación de las izquierdas cayó por los suelos y fue fuertemente denostada y desprestigiada por quienes se asumieron como vencedores de la ruina de los postulados de izquierda.

Volveremos al tema.