El secuestro de 16 trabajadores administrativos de la Secretaría de Seguridad Pública de Chiapas ocurrido hace dos días, fue nota principal en noticieros, periódicos y portales informativos. Las víctimas se trasladaban del aeropuerto Llano de San Juan hacia Ocozocoautla, cuando fueron interceptados; los malandros tuvieron la gentileza de dejar a las mujeres en la carretera.
Al momento de escribir estas líneas no se ha hecho público quiénes son los autores del secuestro; solamente se han difundido dos videos, en el primero de los cuales una de las víctimas da a conocer la demanda de los plagiarios: la destitución de mandos policíacos estatales. En el segundo se dice que dichos mandos tienen secuestrada a una mujer.
Me sabe muy mal que la autoridad federal “explique” el evento como parte de los enfrentamientos entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa, como si eso lo hiciera menos grave. Lo cierto es que este hecho tan lamentable es uno más en la tupida lista de eventos violentos que ocurren en Chiapas, la entidad gobernada por Rutilio Escandón.
Mire, secretaria Rodríguez: apenas hace un par de meses, una confrontación atribuida a los cárteles arriba mencionados dejó 60 muertos en Frontera Comalapa, donde los desaparecidos abundan; a decir de la autoridad, la disputa es por las rutas del narcotráfico.
Las drogas no es el único negocio ilegal interesante en la entidad, pues bandas dedicadas a la extorsión y la pornografía también pelean entre sí. A fines de abril pasado fue acribillado Jerónimo Ruiz, representante de los locatarios del mercado de artesanías de San Cristobal y también jefe de una banda delincuencial. Y a principios de abril ocurrió una balacera en los andadores turísticos de dicha ciudad, en pleno Sábado de Gloria.
San Juan Chamula no queda atrás, municipio donde “los motonetos” hacen de las suyas. Se trata de delincuentes de origen indígena, que lo mismo se dedican al narcomenudeo que a prestar sus servicios como grupo de presión y hasta como sicarios.
De acuerdo con el informe presentado por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (09/05/2023), “hay interacciones notables entre delincuencia organizada, grupos armados y evidentes vínculos con los gobiernos y empresas”. O sea, en Chiapas no hay para dónde hacerse…
La situación chiapaneca es similar a la de otras entidades. Mire nada más, doña Rosa Icela, la información de los últimos siete días:
Cinco policías municipales de Taxco están desaparecidos, mientras que la semana pasada en Chilpancingo aprecieron siete cadáveres descuartizados, acompañados de narcomensajes dirigidos a la alcaldesa y que ella catalogó como distractores para dañar su imagen. ¡Vaya distractores, caray..!
En este caso, la violencia se debe a la disputa entre la Federación Guerrerense y la Familia Michoacana por el cobro de piso. Pero también andan por ahí “Los tlacos” y “Los ardillos”, bandas que se pelean por el dominio del transporte público y la comercialización de la carne. Como el negocio del narco ya no les llena, van por la apropiación de las actividades económicas del estado, igual que pasó hace unos tres años en Michoacán con la producción de aguacate, limón y pollo.
Y hablando de Michoacán, ahora Apatzingán es atacada con drones, minas antipersonales y balaceras en plena calle, según narra Héctor de Mauleón en su columna de ayer (El Universal, 28/06/2023).
Aun con todo lo referido en las líneas anteriores, estas entidades no son las peores. Si consideramos la proporción por cada 100 mil habitantes, la lista la encabeza Zacatecas, seguida de Baja California, Chihuahua, Guanajuato y Colima, por solo mencionar las primeras cinco.
Vivimos en tal caos y tal nivel de violencia que mientras en México ocurrieron 30 mil 970 homicidios dolosos en 2022, en Ucrania ocurrieron 18 mil muertes durante el primer año de guerra. Patético, ¿no cree?
Y más patético fue lo expresado por el inquilino de Palacio sobre el secuestro de los 16 empleados chiapanecos. Pidió a los plagiarios “que los liberen (a las víctimas); si no, los voy a acusar con sus papás”.
Así no se puede, licenciada Rodríguez…
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