En el libro de reciente aparición “Diplomacia Pública y el poder suave del reino animal” (UNAM, 2023) la doctora María Cristina Rosas documenta y explora la sorprendente relación y los vasos comunicantes que existen entre el ejercicio de la diplomacia pública en el siglo XXI y el reino animal. En uno de sus capítulos aborda además una historia singular: la utilización de los pandas gigantes en las estrategias diplomáticas de China desde hace más de media centuria.
Desde los primeros años de la llegada al poder del Partido Comunista chino el tema de los pandas se incorporó a lo que ahora llamaríamos su diplomacia pública. México fue beneficiario de esa política y en 1975 recibimos como regalo del gobierno chino los dos pandas gigantes para el zoológico de Chapultepec, que enseguida se convirtieron en toda una sensación nacional: Ying Ying y Pe Pe,
En 1980 nació su primer hijo, Xen Li, el primer panda gigante en nacer en cautiverio fuera de China. No sobrevivió. Su madre lo aplastó accidentalmente a los ochos días de alumbrarlo. La televisión mexicana transmitió una y otra vez aquella escena terrible grabada por las cámaras de vigilancia del zoológico. Su muerte causó una verdadera conmoción nacional y así quedó registrado para siempre en mis recuerdos de infancia.
Un año después la segunda cría de panda nacida fuera de China logró sobrevivir. La noticia le dio la vuelta al mundo y de alguna manera contribuyó a darle a nuestro país una imagen positiva en el exterior. Tohui, “el pequeño panda de Chapultepec” como todos le recordamos -aunque resultó que era hembra-, se convirtió a su vez en un emblema de la Ciudad de México y contribuyó por años al fortalecer el flujo turístico nacional e internacional de nuestra capital -que es, a fin de cuentas, uno de los objetivos estratégicos de la diplomacia pública de cualquier país.
Tohui significa “niño” en la lengua rarámuri, para elegirlo se organizó un concurso nacional que fue también todo un acontecimiento mediático. Vivió 12 años. Sus restos fueron disecados y exhibidos por algún tiempo en Chapultepec, junto a sus padres y a su pareja Chia Chia. Ignoro si sigan ahí, o en cualquier otro lugar.
Fueron en total siete las crías que se lograron de aquella famosa pareja conformada por Pe Pe y Ying Ying, de las cuales cuatro alcanzaron la vida adulta. 3 hembras -una de ellas Tohui- y un macho, que murió joven en 1999, con apenas 16 años de edad.
Hacia el año 2002 sobrevivían en Chapultepec dos hembras adultas hijas de la pareja original (Xin Hua, que entonces tenía 17 años, y Shua Shua de 15 años). Crecía también la única cría que tuvo Tohui, con un panda traído en préstamo desde Londres. Esa tercera hembra se llama Xin-Xin. Tenía entonces 12 años de edad y en la actualidad tiene 33, siendo la única que aún nos queda en Chapultepec. A pesar de que ha roto el récord mundial de longevidad para un panda en cautiverio, tristemente es poco el tiempo que debe quedarle de vida.
En aquel año 2002 las tres hembras se encontraban en los últimos años de su etapa fértil, por lo que resultaba absolutamente urgente conseguir un macho para su apareamiento, o al menos intentar técnicas de fertilización in vitro con ayuda de China. De ello dependía la continuidad de esta historia de éxito de la que tanto se habían beneficiado los mexicanos, especialmente los niños.
Así se lo hicimos saber desde la Embajada de México en China a las autoridades del gobierno capitalino. El embajador Sergio Ley le dirigió una carta al director del zoológico de la Ciudad de México en la que le exponía las nuevas condiciones que exigía el gobierno chino para el préstamo de pandas, en un tiempo en el que ya no los regalaban como antes. Básicamente había que erogar un millón de dólares anuales a manera de renta, y aceptar el derecho de propiedad de China sobre las crías en caso de que se lograran, una segunda opción -más barata pero menos segura- era el de pagar a los especialistas chinos para intentar una fertilización in vitro.
Como agregado cultural y de cooperación de nuestra Embajada en Pekín tuve oportunidad de viajar a la reserva de pandas en Chengdú para conocer a detalles las posibilidades que nos ofrecía China en ese momento, y de igual manera sostuve un par de reuniones con las autoridades centrales encargas del tema. Finalmente, durante un viaje a México. me entrevisté con el director del zoológico capitalino.
Sugerimos que el millón de dólares podría obtenerse con relativa facilidad como donativo de algún empresario mexicano y argumentamos que de tener éxito el nacimiento de una nueva cría en nuestro país -aunque formalmente le perteneciera a China-, se convertiría en una atracción mayor que resultaría a su vez benéfica en términos de captación de recursos, pero sobre todo sería una herencia a futuro para los capitalinos. Al final no se logró nada y el resultado es que fatalmente México habrá de quedarse sin pandas en su Zoológico en muy poco tiempo.
Retomar el tema cuando en 2025 se cumplan 50 años de la llegada de los pandas a México, sería tal vez una manera de impulsar la cooperación bilateral con China, y de darle una nueva y magnífica oportunidad a la diplomacia pública de ambos países. Sería también una manera de mantener viva de darle una segunda oportunidad a uno de los proyectos más emblemáticos de la cooperación entre nuestros dos países desde que establecimos relaciones diplomáticas hacia media centuria.
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