La estructura de los mensajes presidenciales del inicio de septiembre siempre tiene la misma forma. Es un machote. Primero el falso cumplimiento de la formalidad y después el desfile de los datos falsos.
Al final, el destello de sinceridad. Ya para anunciar el fin de una carrera política y la vejes reflexiva en la selva chiapaneca, en la lejana finca de Palenque, o para confesar la serenidad espiritual, el aplomo íntimo, la paz del alma.
Pero en menos de 24 horas, las verdaderas pulsiones de una personalidad conflictiva, rijosa y pendenciera aparecen de nuevo en el discurso, apoyadas en esta ocasión por las decidida aportación de sus empleados quienes no dudan en llevar al cadalso de la exhibición pública y el sambenito, a jueces o legisladores de antaño, sólo para reforzar sus argumentos en torno de la prisión preventiva oficiosa de cuya ampliado catálogo de infracciones este gobierno ha abusado —violando DH— sin mejores resultados en cuanto a la seguridad.
Se acabaron el aplomo y la serenidad mística.
El presidente, cuyo verbo un día antes, se rebalsaba con el orgullo de conducir un país con poderes independientes y autónomos soltó las cabras de su furia, y la emprendió contra quienes promovió como ministros de la Suprema Corte, en espera de alianza o permanente servidumbre. Y no fue así.
“Me equivoqué, porque hice propuestas, pero ya una vez que propuse, ya por el cargo o porque cambiaron de parecer, ya no están pensando en el proyecto de transformación (yo) y en hacer justicia, ya actúan más en función de los mecanismos jurídicos… Y yo respeto eso, porque pues yo propongo, pero no quiero tener incondicionales. Quiero que haya mujeres y hombres libres, conscientes y que al momento de tomar decisiones cada uno asuma su responsabilidad (pero)… ya nos cuesta mucho trabajo contar con cuatro de los 11…Es un acto por completo de incongruencia, los paladines de la justicia de repente quieren anular un artículo de la Constitución, algo que no les corresponde. Eso es gravísimo…”
La única pregunta aquí es, si no quiere incondicionales, ¿por qué hace un público reproche de su autonomía de criterio?, ¿por qué asume como consecuencia automática de la propuesta, la incondicional sumisión a los dictados transformadores?
Pero estas revelaciones de su desencanto lesionan a la Corte. Ahora los votos de estos ministros —Esquivel, González Alcántara, Yasmín y Ortiz—, sólo podrán ser analizados bajo la lente de la sumisión —por un lado— o la ingratitud, por el otro.
López Obrador los ha sacado de su ejercicio jurídico y los ha metido al terreno de la duda sobre su conducta, sea cual sea. O son lacayos o son malagradecidos. Y eso lastima al Poder Judicial porque exhibe mecanismos ocultos o inciertos; muestra los motivos del lobo. Recomendar, impulsar, cooptar, en una palabra, con tal de dominar el tribunal constitucional. Todo menos a independencia judicial. Mejor, la dependencia política.
Mecanismos o arreglos previos inconfesables —difusos al menos— entre el origen del cargo, las motivaciones de la recomendación y el desempeño de las funciones. Les ha tirado un torpedo, excepto a Loretta Ortiz, quien sigue siendo dócil y sumisa, porque hasta el empleo conyugal se le debe al mismo personaje. Ella sí es incondicional, aunque a veces tape el ojo del macho, como lo probó tantas veces en la Cámara de Diputados.
Pero en toda esta grosera reclamación, sobresale el acompañamiento de Ricardo Mejía Berdeja quien ha hecho de su historia verborrea una segunda edición de “Gatinflas”. Es notable la devoción presidencial por estos “gatilleros” verbales. Y como este quiere ser gobernador de Coahuila, pues resulta capaz de todo.
Veamos esta nota de Proceso:
“Pese a que este miércoles el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que no darían a conocer los nombres de los jueces involucrados en liberaciones irregulares de presuntos delincuentes, para defender la prisión preventiva oficiosa, este viernes el subsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Ricardo Mejía Berdeja nombró a varios de ellos.
“El funcionario citó el caso del amparo en revisión que la Corte va a resolver, promovido por Brandon Alexis ‘N’ y Alejandro ‘N’, hermano y tío de Óscar Andrés, alías ‘el Lunares’, líder del grupo criminal conocido como Unión Tepito”.
La convocatoria al linchamiento prueba la culpabilidad. Asqueroso, en verdad.
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