Opinión

El complejo de Edipo

El psicoanálisis ha sido una de las disciplinas que ha tomado los mitos griegos para elaborar construcciones conceptuales respecto al comportamiento humano. Más allá de si estas construcciones son adecuadas, exageradas, imprecisas o erróneas, los especialistas han analizado a ciertos personajes mitológicos para proponer que, algunas conductas son motivadas por “imágenes arquetípicas” que habitan el inconsciente del ser humano (Carl Jung), o por “ideas elementales” (Adolf Bastian) que estructuran la psique y están asociadas indefectiblemente a la especie. El complejo de Edipo es un síndrome construido por el psicoanálisis a partir de esta perspectiva.

El complejo de Edipo

El complejo de Edipo

El mito de Edipo ha sido uno de los relatos que más ha atraído el interés de antiguos y modernos, desde que fuera mencionado por primera vez, de manera breve, tanto en la Ilíada como en la Odisea. Prácticamente todos los escritores trágicos elaboraron sobre este mito pero, sin duda, es la versión de Sófocles, en su tragedia conocida como Edipo Rey, la que ha prevalecido a lo largo del tiempo.

El tema que articula el inicio de la historia es común a innumerables mitos de sucesión. Layo, rey de Tebas, es advertido por el oráculo délfico que sería su propio hijo quien le daría muerte. El oráculo le aconsejó que, si quería evitar su trágico destino, él y su esposa, Yocasta, deberían desistir del deseo de ser padres. Por un tiempo, Layo mantuvo alejada de su mente la idea; hasta que una noche, impulsado irresistiblemente por la embriaguez, se unió a Yocasta.

Cuando nació Edipo, Layo lo llevó lejos de Tebas, se lo dio a un pastor, con la encomienda de que lo dejara morir. Antes, le atravesó los pies con un clavo para que nadie se interesara en adoptarlo, al ver su condición. Esta cruel herida infligida por su padre fue lo que determinó su nombre, puesto que Edipo significa “pie hinchado”. El pastor no lo dejó morir; por el contrario, lo entregó a un campesino del reino de Corinto, quien a su vez lo llevó ante sus reyes, Pólibo y Mérope.

Los reyes de Corinto criaron a Edipo como si fuera su propio hijo y nunca le revelaron el secreto de su adopción. Con el tiempo, los rumores de que Edipo no era el auténtico hijo de los reyes empezaron a esparcirse. Se dice que fue en una fiesta en la que un personaje ebrio lo increpó y lo cuestionó al respecto.

Un tanto dudoso, Edipo decidió consultar al oráculo de Delfos para despejar su incertidumbre. El oráculo no le ofreció la respuesta que buscaba, pero le profetizó que estaba destinado a asesinar a su padre, casarse con su madre y tener hijos con ella. Aterrado por la revelación de su destino y para intentar evitarlo, decidió abandonar la casa paterna y la propia ciudad de Corinto.

Edipo emprendió su viaje hacia Tebas, donde pensaba iniciar una nueva vida. En su trayecto, en el punto en el que se cruzan tres caminos, se encontró con un viejo que iba en sentido opuesto y que era llevado en un carro, acompañado por algunos sirvientes. Los sirvientes intentaron sacar del camino a Edipo para hacer avanzar sin dificultad el carro del viejo, a lo que éste se resistió, iniciando una pelea. Edipo logró vencer en la trifulca, dando muerte a Layo y a sus acompañantes, excepto a uno que logró escapar con vida.

El sucesor de Layo en Tebas era Creonte, hermano de Yocasta, el cual heredó un reino asolado por las calamidades. Creonte, incapaz de resolver por él mismo las dificultades que enfrentaba su pueblo, ofreció la corona y la mano de su hermana a quien pudiera vencer la más atroz de ellas: el azote de la Esfinge.

La Esfinge era un monstruo alado, con cuerpo de león y cabeza de mujer, hija del temible perro Orto y la Quimera. La Esfinge solía apostarse en un monte cercano a la entrada de la ciudad para aterrorizar a los viajeros. Los interrogaba sobre algunos enigmas y mataba a aquellas personas que eran incapaces de resolverlos.

Cuando pasó Edipo, la Esfinge le planteó una cuestión que Edipo no tardó en resolver. El monstruo no pudo soportar ser vencido en su inteligencia por un mortal y se suicidó. Se pidió a Edipo que adivinara qué ser sobre la tierra tiene cuatro pies, dos pies y tres pies, aunque una sola voz. Sólo él cambia de forma y cuantos más pies utiliza para moverse, entonces más débil es la velocidad de sus movimientos (R. Hard). La respuesta que Edipo ofreció es que es el ser humano quien se arrastra en cuatro patas en su niñez, en dos pies cuando crece y finalmente en tres cuando envejece, porque se apoya en un bastón para caminar con dificultad.

Creonte cumplió con su promesa: cedió la corona de Tebas y casó a su hermana con el vencedor del monstruo. Edipo era un rey respetado y vivió algunos años casado con Yocasta, con quien procreó cuatro hijos.

Con el tiempo, una plaga volvió a perturbar la vida de la ciudad, por lo que Edipo envió a Creonte a Delfos, para indagar la causa de esa nueva desgracia. El oráculo señaló que la epidemia se erradicaría cuando se encontrase y castigase con el ostracismo al asesino de Layo. El asesino debería quedar en el desamparo y se castigaría a la persona que le brindase hospitalidad o tuviese tratos con él.

Es el adivino Tiresias el que sugiere por vez primera que el asesino de Layo es el propio Edipo. Al principio, ni Edipo ni Yocasta dan crédito a las afirmaciones de Tiresias, pero poco a poco, mediante una especie de trama de equívocos, malentendidos, eventos coincidentes y testigos presenciales que, después de años, aparecen o son llamados para dar su testimonio, la verdad se va conociendo.

Yocasta por fin se convence de que se ha casado con su propio hijo y decide quitarse la vida colgándose de una viga de su habitación en palacio. Edipo, que ya no tiene más coartadas para escapar a los hechos, también acepta angustiado el hecho de que ha contraído matrimonio con su madre. Cuando encuentra a Yocasta muerta, arranca los broches de su vestido y él mismo se pincha los ojos, causándose la ceguera.

Aunque la historia continúa, lo más significativo del relato está dicho.

El psicoanálisis intenta realizar segundas o terceras lecturas de la narrativa mítica para descubrir elementos que estructuran la psique individual y colectiva. El antropólogo y psicoanalista, José E. Tappan, señala que: “los mitos emplean a la historia como forma mientras que en el fondo se localiza la estructura…Por ejemplo, el mito de Edipo entraña un misterio que localizan Schopenhauer primero y Freud después. ¿Por qué huye Edipo al conocer la sentencia del oráculo? Bastaba con que Edipo dijera “no pienso acostarme con mi madre ni asesinar a mi padre”, por lo que me quedo a vivir con ellos -que él ignoraba que eran adoptivos-; no voy a cumplir con la profecía del oráculo. Pero el asunto es que escapa. ¿De qué huye Edipo? De su destino inscrito por su deseo. Si no existiera ese deseo operando desde lo no sabido en él, podría haber permanecido a salvo en cualquier lugar donde se encontrara.”

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