Lorenzo Córdova y Ciro Murayama podrán despedirse del INE con la certeza de que han contribuido a la construcción y la defensa de la democracia con inteligencia, tesón y valentía. Durante su gestión de nueve años como consejeros electorales, que termina el 3 de abril, han actuado con la ley en la mano sin filias ni fobias políticas. Quienes, aunque no estén de acuerdo con todas sus decisiones, las entienden como parte del proceso democrático, reconocen ese desempeño imparcial. Pero aquellos que desde el fundamentalismo absolutista quisieran una autoridad electoral ceñida a sus intereses y caprichos, los han querido desacreditar.
Nunca antes, en la historia del árbitro electoral que lleva ya más de tres décadas, el gobierno había querido intervenir en él, para controlar o desnaturalizar sus decisiones, como ha intentado el presidente López Obrador. Todos los consejeros electorales que han encabezado al INE en los años recientes han resistido, en diferente medida, los amagos del poder político. La actividad de Murayama y Córdova ha sido especialmente notoria porque en diferentes momentos han sido ellos quienes encabezaron medidas para sancionar o frenar infracciones a la ley electoral y han sido en contra de ellos los infundios propalados por el presidente de la República. Los reflectores mediáticos con frecuencia se dirigieron a esos dos consejeros porque han debatido o explicado, con claridad, las decisiones del INE.
Desde la presidencia del Instituto, Lorenzo Córdova supo dialogar pero también debatir. Doctorado en teoría política en Turín y especialista en derecho constitucional, tenía una ascendente carrera académica cuando fue designado consejero en el antiguo IFE y, en febrero de 2014, presidente del nuevo INE.
Ciro Murayama hizo su doctorado, en Ciencias Económicas y Empresariales, en la Universidad Autónoma de Madrid. Había publicado libros sobre economía de la educación y de la salud y era coordinador de Investigación en el Instituto Matías Romero del Senado cuando, en 2014, la Cámara de Diputados lo designó consejero electoral. Sin las restricciones formales que tuvo Córdova como presidente del INE, Murayama defendió sus puntos de vista con agudeza.
Córdova y Murayama se conocen desde el bachillerato, que ambos cursaron en el CCH Sur. A mediados de los años ochenta formaron parte del ala menos dogmática del Consejo Estudiantil Universitario. Ambos venían de familias comprometidas con el trabajo académico en la UNAM y con posiciones críticas a la vieja política mexicana. Ana Paola Vianello, madre de Lorenzo, fue especialista en los clásicos griegos y latinos en el Instituto de Investigaciones Filológicas. Arnaldo Córdova, profesor en Ciencias Políticas e investigador en el IISUNAM, fue uno de nuestros grandes historiadores y politólogos. Teresa Rendón, madre de Ciro, fue profesora en la Facultad de Economía y trabajó sobre temas laborales y de género. Daniel Murayama, profesor en la misma Facultad y estudioso del desarrollo mexicano, fue destacado promotor de la educación de los trabajadores.
Lorenzo Córdova hizo su licenciatura en la Facultad de Derecho. Ciro Murayama, en la de Economía. Con respaldo de la UNAM hicieron sus posgrados fuera del país y regresaron a ella para encontrar adscripción como académicos de carrera. Fueron asesores de la presidencia del INE cuando la ocupaba José Woldenberg. Más tarde, Córdova y Murayama escribieron el libro Elecciones, dinero y corrupción. Pemexgate y Amigos de Fox, en donde relatan los dos episodios de ilegalidad más importantes que fueron sancionados durante aquella gestión.
En el desempeño de Murayama y Córdova como consejeros electorales se pueden reconocer tres ejes: el esfuerzo para cumplir y hacer cumplir las normas electorales, la independencia respecto de cualquier fuerza o interés políticos y la apuesta por la explicación y la deliberación.
Todos los partidos han sido sancionados debido a irregularidades en sus gastos y/o en sus informes. Las infracciones de Morena han sido relevantes por su gravedad pero también por las airadas respuestas del presidente. Tras la elección del 18, el Instituto multó a Morena por crear un fideicomiso supuestamente destinado a damnificados del terremoto del año anterior pero que era una red de financiamiento político ilícito. Más tarde fueron documentados los diezmos obligatorios que Delfina Gómez, hoy candidata a gobernadora, imponía a trabajadores del ayuntamiento de Texcoco. Tras la elección de 2021, la distribución de diputaciones se ajustó a las disposiciones legales aunque Morena quería que se mantuviera otro criterio. Ese año fueron canceladas las candidaturas de Morena a los gobiernos de Guerrero y Michoacán por omisiones en sus informes de precampañas.
Esos han sido algunos episodios relevantes, aunque el principal mérito del INE y sus consejeros ha consistido en mantener el funcionamiento del Instituto, en contra de muy variadas y menudo ásperas presiones. Detrás de cada acción y decisión de los consejeros, más allá de la actuación personal de cada uno, se ha encontrado el trabajo de toda la institución.
Ante las decisiones del INE que le disgustan porque sancionan trampas de su partido, el presidente López Obrador ha respondido con mentiras, con iniciativas legales para desbaratarlo y con una campaña especialmente centrada en los dos consejeros más conocidos. Hay quienes dicen que Córdova y Murayama han tenido un protagonismo exagerado, pero ha sido la propaganda oficial la que les ha conferido mayor notoriedad. Con la engañosa cantinela sobre sus salarios, en la que se han repetido cifras falsas, el gobierno ha querido estigmatizarlos.
A diferencia de las falsedades y la demagogia del presidente, Murayama y Córdova han ofrecido razones, datos verificables y constantes explicaciones. Sus intervenciones en el Consejo General, aunque en ocasiones severas, han ofrecido argumentaciones sólidas. La vocación pedagógica de ambos se expresa además en sólidos libros como La democracia a prueba de Murayama (Cal y arena, 2019), La democracia no se construyó en un día de Córdova y Ernesto Núñez (Grijalbo, 2021) o, de Córdova y Murayama, La democracia no se toca (Planeta, 2023).
Haciéndose cargo de la responsabilidad que han tenido, Ciro Murayama y Lorenzo Córdova han demostrado que, con perspicacia y ánimo, es posible mantener la integridad en circunstancias difíciles como las actuales. Por todo ello, les estamos muy agradecidos.
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