En la mitología griega Cronos, el tiempo eterno, es el hijo menor del matrimonio entre Urano, el cielo, y Gea, la tierra. El mito dice que Urano cubría a la tierra por todos los costados y los hijos que engendró con ella: los titanes, los cíclopes y los gigantes de cien manos no podían nacer porque eran retenidos en el vientre de la madre o eran enviados lo más profundo del Tártaro.
Cuando nació el titán Cronos, su madre lo dotó de una hoz de pedernal para que con ella castrara a su padre y la liberara de su sometimiento. Después de su mutilación, Urano se separó de Gea, dejando el camino libre para que la descendencia de ella se extendiera por el mundo. La castración de Urano permitió a Cronos reinar en solitario sobre el Universo.
La separación del cielo y de la tierra es un mito cosmogónico que se encuentra presente en otras culturas primitivas y su función es explicar el principio del tiempo y de la vida. “En la mitología egipcia se cuenta que Shu, la personificación del aire, se interpuso entre el dios de la tierra Geb y la diosa del cielo Nut para levantar el cuerpo de ésta por encima del de su pareja”. En los mitos de Oriente Próximo, los hurritas e hititas, anteriores a los griegos, existe también el relato de la separación del cielo y de la tierra de manera similar a la que tuvo lugar entre Urano y Gea. Entre los hurritas, fue Kumarbi el que cortó los genitales del dios Anu, quien huyó hacia lo alto, (Robin Hard).
El tiempo eterno, Cronos, surgió en la mitología antes de la existencia de los seres humanos y seguiría existiendo después de ellos. El tiempo humano se inscribe, a diferencia del tiempo de los dioses inmortales, en una dimensión limitada y finita.
Se dice que los griegos crearon al dios Kairós para personificar el tiempo corto, el que se experimenta a diario. Kairós representa el breve momento en el que todo es posible, según el escritor griego Esopo. El tiempo de Cronos se dice que es cuantitativo, medible, en tanto que el de Kairós es cualitativo, peculiar para quien lo vive; en él habitan la Oportunidad y la Ocasión.
“Para tratar de capturar a Cronos, todas estas elaboraciones mitológicas narran, en el fondo, un desdoblamiento del tiempo, entre un tiempo original inmortal, inmutable, envolvente del universo, y un tiempo humano perecedero”, (Francois Hartog).
Kairós es un dios menor en la mitología griega. Es imposible encontrarlo en las narraciones de Homero y Hesíodo. No aparece en los árboles genealógicos conocidos de las distintas generaciones divinas. Se piensa que su presencia y relevancia se da a partir de los poetas y filósofos posteriores. Se sabe que, en el vestíbulo del estadio de Olimpia, donde se llevaban a cabo las competencias deportivas, había una estatua de Kairós y, en otros lugares, su figura fue moldeada por conocidos escultores.
“En un epigrama bastante conocido, el poeta Posidipo de Pela hace hablar a una estatua esculpida por Lisipo, hacia el año 330 a.C., que es una figuración de Kairós disfrazado de un joven. El poeta le pregunta quién es y la estatua le contesta que es Kairós, el que lo doma todo. ¿Por qué caminas de puntillas? Corro incesantemente. ¿Por qué tienes un par de alas en cada pie? Vuelo como el viento. ¿Por qué tienes una navaja en la mano derecha? Para mostrar a los hombres que soy más afilado que ningún borde. ¿Por qué tu cabello oculta tus ojos? Para ser capturado por el que se encuentra conmigo, por Zeus. ¿Por qué estás calvo de la parte posterior del cráneo? Porque nadie me agarrará por detrás, por mucho que quiera, una vez que lo haya rebasado con las alas de mis pies. ¿Con qué propósito te esculpió el artista? Por ti, ¡oh extraño!; y me colocó en el vestíbulo para que yo sirviera de lección”, (Francois Hartog). El poeta estableció así tanto la forma física con la que se representaba a Kairós como sus atributos simbólicos.
La idea del tiempo que simbolizan las figuras de Cronos y Kairós no reñía con los mitos arcaicos que representan el tiempo cíclico. El tiempo puede ser eterno o momentáneo, pero siempre regresa, en una especie de ciclo del eterno retorno. Innumerables mitos dan cuenta del ciclo infinito de muerte y resurrección del dios y la naturaleza – de la vegetación, de la semilla, de las estaciones- de las fases de la luna, o del movimiento del sol y de los astros, (M. Eliade).
Cronos dejó de ser cíclico en el pensamiento mitológico con el advenimiento del zoroastrismo y el judaísmo. Estas religiones pensaron el tiempo de manera lineal, con un principio y un fin. El principio estaba marcado por el momento de la creación divina y el fin, por la llegada, en algún momento, del juicio final. Tanto en el zoroastrismo como en el judaísmo, y luego en el cristianismo, el juicio final estaba precedido por la aparición de un mesías.
A Kairós, como idea, lo mantienen vivo en la actualidad algunos credos cristianos, especialmente la iglesia Pentecostal. No es poca la literatura protestante que hace referencia al dios del momento y la ocasión. Estas corrientes se inspiran en algunos pasajes bíblicos como el Eclesiastés, en donde se señala que: “Toda la obra de dios llega a su momento o tiene su oportunidad”, o que “hay bajo el sol un momento para todo, y un tiempo para hacer cada cosa: tiempo para nacer y tiempo para morir, tiempo para plantar y tiempo para cosechar…”, (D. Chiquete y A. Barrios).
Daniel Boorstin escribe, en su libro Los descubridores, que el primer gran descubrimiento de la humanidad fue precisamente el tiempo. La forma de pensarlo y luego de medirlo. Albert Einstein llegó a la teoría de la relatividad precisamente revolucionando la forma de pensar el tiempo. Dice el científico que el tiempo no puede definirse en términos absolutos. Sostiene que, si dos observadores se mueven a velocidades distintas, experimentarán el tiempo a ritmos diferentes. El tiempo es relativo; se estira y se encoge. Una hora en nuestro mundo puede ser un siglo en otro planeta, o viceversa. Einstein lo ejemplificó con humor de esta forma: una hora en el parque con una chica bonita parece un minuto, pero un minuto sentado en una hornilla ardiente parece una hora. El pasado, el presente y el futuro son sólo una ilusión, concluye el científico.
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