La agencia antinarcóticos de Estados Unidos, DEA, anda pegando por ahí, como en los tiempos del Viejo Oeste, un cartel con las fotos de líderes del Cartel de Sinaloa por cuya captura ofrece jugosas recompensas. Una maniobra del siglo 19 en la era digital.
A cambio de datos para dar con el paradero de Ismael el Mayo Zambada la DEA dará 15 millones de dólares, que no está nada mal. Lo curioso es que ilustran la oferta con una foto que el semanario Proceso le tomó al Mayo en el 2010, cuando Julio Scheler le hizo una larga entrevista porque ya era, desde entonces, el mero mero del narcotráfico. ¿Ni siquiera tienen una foto más reciente?
Todo esto es una puesta en escena. Ismael ya era un narco conocido en la década de los años 70 del siglo pasado en el entorno de Miguel Ángel Félix Gallardo, el primer capo de grandes ligas. Tras medio siglo de vida criminal alcanzó la cumbre del Cartel de Sinaloa. El Mayo no es un anacoreta que vive en un cabaña de los bosques inmensos de Durango comiendo bayas. Ese es su avatar para los video juegos. Zambada encabeza una organización criminal con operaciones en más de 50 países. Leyó usted bien, medio mundo. Todos los días habla con mucha gente dentro y fuera del país, alcanza acuerdos, extorsiona, intimida, trafica, cobra, deposita, hace retiros, y, claro, ordena matar.
¿Es creíble que no lo hayan podido ubicar en cinco décadas para eliminarlo o detenerlo? No, no es creíble.
Con los artilugios de espionaje de última generación no pasa inadvertido ni un pestañeo. Hasta antes de los satélites y los drones era creíble que el mayo se refugiara en las montañas a las que nadie puede subir, pero ahora eso es un cuento chino. Lo real es que ni las agencias norteamericanas ni mucho menos las áreas de inteligencia en México, incluyo aquí a las fuerzas armadas, han querido decir dónde está el Mayo. Lo saben y lo dejan trabajar porque calculan que así es más provechoso para todos.
El caso de Rafael Caro Quintero es todavía más patético. Por él la DEA está dispuesta a soltar 20 millones de dólares ya que tiene cuentas sin saldar desde la tortura y ejecución del agente antinarcóticos Kiki Camarena. Entre ellos hay algo personal. ¿Si de verdad le traen muchas ganas cómo fue que lo dejaron escapar? Caro también se formó al lado de Félix Gallardo y llegó a ser uno de los líderes más carismáticos del Cartel de Guadalajara, pero como resultado de un mal de amores lo atraparon y estuvo casi 30 años en prisión. No se escapó, salió caminando por la puerta principal de Puente Grande, le tomaron fotos, una de las cuales usa la DEA en sus carteles y se fue a Guadalajara y después a su terruño Sinaloa. Recuperó contactos y asumió en pocos meses una posición de mando, sin que los agentes de la DEA hicieron algo para detenerlo o por lo menos para ubicarlo. Muy raro.
Además de los narco-rucos en el cartel de la DEA se ofrece recompensa por los hijos del Chapo, a los que tampoco ubica a pesar de que, dicen allá, a cada rato arman pachangas en Vallarta o en Culiacán con las mejores bandas de música regional. Qué raro que no los tengan en el radar. O tal vez sí los tienen, pero por cálculos políticos prefieren los de la DEA prefieren pasar con distraídos o incompetentes. Vaya usted a saber.
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