A lo largo de todos los meses recientes, merolicos y tundemáquinas; profesionales de la engañifa demoscópica en el próvido negocio de las encuestas cuya verdadera utilidad es inducir el cumplimiento de sus propias profecías; voceros partidarios, ceñudos analistas de variopinta condición, entre otros, nos han endilgado el oportunamente heroico recuento de la estadística: esta es la elección más grande nuestra historia, lo cual es cierto, pero no tiene ninguna importancia, a fin de cuentas.
Cada sexenio aumentará el padrón y la simultaneidad de las elecciones las hará más abigarradas de cargos en disputa. Cada día somos más en el descontrol demográfico de este país.
A ese lugar común se suma el otro: por primeva vez tendremos a una mujer en la presidencia de la República. Y eso no tiene ningún mérito histórico. Cuando mucho la condición femenina ocupará un sitio dorado en la colección de las anécdotas. Hombre o mujer da lo mismo. Valen lo mismo.
Desde mi punto de vista, los seres humanos valen por su humanidad, no por su sexualidad. Las oportunidades políticas son una consecuencia; no un mérito de hoy.
A esta elección --sostengo-- no la va a definir la cantidad de cargos en disputa ni tampoco la diferencia sexual de quien gane la elección. Esos son argumentos de la corrección política.
Por el contrario, estos comicios pasarán a la historia electoral (ni siquiera a la Gran Historia), como los más sangrientos, violentos y sucios de nuestro registro reciente.
La cínica intervención de Andrés Manuel L.O., sin nadie para conminar al silencio a su chachalaca, se advierte en esta información divulgada ayer con base en los datos del colonizado Instituto Nacional Electoral: la Comisión de Quejas de ese órgano “autónomo” recibió 40 quejas formales por las injerencias presidenciales y las atendió de manera superficial: le aplicó 18 medidas cautelares al Ejecutivo por quebrar los principios de equidad y neutralidad, las cuales él cambió por 18 rollos de papel sanitario a los cuales se les dio uso idóneo en los retretes del Palacio Nacional.
Las entrometidas actitudes proclamas, condenas palabreras; excitativas, sugerencias veladas y respaldos y loas para su redentor movimiento y su candidata, así como los ataques a la opositora Gálvez, se cumplieron con la conveniente insuficiencia de --por ejemplo-- “bajar” de la web los contenidos violatorios al día siguiente de divulgados, lo cual equivale a recoger las esquirlas cuando ya han explotado las granadas en vez de prohibirlas.
Las limitaciones se convirtieron en modosas sugerencias --casi como las del timorato Luis Carlos Ugalde con Vicente Fox-- y las sugerencias fueron viento contra la estatua de Benito Juárez. Pura faramalla infecunda.
Por eso --insisto--, el frecuente señalamiento pleno de vano orgullo (el proceso más grande de nuestra historia), carece de sentido y valor tanto como la femineidad de la candidata oficial.
Por desgracia la señora CSP no llega por los méritos y valores propios de su condición mujeril. Su talento se ha desarrollado por estar siempre al lado de quien ahora la antecederá en el cargo, con una cuidadosa conducta de fidelidad, ayuda, confianza y servicio.
Su fuente de poder proviene del poder presidencial, como le sucedió cuando el mismo caudillo la hizo secretaria de Ecología en el GDF; capataz y coordinadora de los Segundos Pisos; delegada en Tlalpan (como antes su ex esposo, el cínico recaudador de dinero sucio), candidata al gobierno de la ciudad (cuando por primera y no única vez sometió a Ricardo Monreal) y después coordinadora de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación como se llampo eufemísticamente a la maniobra para extender la campaña presidencial, en cuyo curso volvió a someter y someterse el ya dicho Monreal.
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