Opinión

La democracia en los partidos

Aun cuando se trata de un concepto complicado, al hablar de democracia la primera idea que surge es la de la definición de algo, en tal o cual sentido, a partir del sentir de la mayoría. Decisiones como el destino de las vacaciones familiares, lo que comeremos el fin se semana, la música que escucharemos en el coche, cuando se determinan por más de dos personas, se suelen hacen de forma democrática. A partir del acuerdo y la conformidad de la mayoría transcurre buena parte de nuestra vida cotidiana. Al hablar de las cuestiones políticas, escenario natural de la democracia, el concepto reafirma su sentido colectivista y se hace más complejo en tanto el resultado que se alcance incidirá en un número de individuos tan amplio como la sociedad misma y en asuntos de la mayor relevancia.

Por el grado de dificultad de las decisiones políticas asumidas de manera democrática, la gran mayoría de los Estados han determinado que la misma se realice mediante la participación directa de todas las personas a través del voto en tal o cual sentido. Así, la democracia electiva que se ejerce en los sistemas políticos no admite argumentación o discusión directa, sino simplemente la manifestación de una preferencia a través de una papeleta o de un voto electrónico. En medio de ello, de la decisión que se expresa y de la persona que la asume, desde hace más de un siglo se colocan los partidos políticos. Estas organizaciones, en la vida real, gozan del monopolio para postular a quienes desean alcanzar espacios de poder y, por lo tanto, se colocan como la única opción para que los ciudadanos ejerzan la democracia.

A partir de lo anterior es que los partidos gozan de un enorme poder. Sin los partidos, la democracia es un derecho de participación política que queda trunco y que pierde eficacia. Por ello, los partidos políticos no pueden asumirse como herramientas para el ejercicio de poder de grupos, facciones o camarillas. Al ser el único vehículo para el ejercicio de la participación política, la vida interna de los partidos debe ser paradigma de la democracia y sus definiciones deben tomarse a partir de la voluntad mayoritaria y no únicamente a capricho o conveniencia de unos cuantos.

Por si esto no fuera suficiente, muchos sistemas de partidos – es el caso del mexicano – son financiados mediante recursos públicos. Los impuestos que el Estado recauda a partir de las contribuciones de los ciudadanos se destinan, en una parte nada despreciable, a financiar a los partidos. Los recursos con los que los partidos realizan sus principales funciones, como la postulación de candidatos, la promoción de agendas políticas, la formación ideológica de sus militantes, entre otras, provienen del bolsillo de todos y no solamente de los simpatizantes de tal o cual partido y, sin embargo, en la toma de decisiones solo participan unos cuantos.

Por todo lo anterior, resulta incomprensible que asumamos como ajenas las decisiones que buena parte de sus liderazgos toman sobre la vida al interior de los partidos. Los partidos políticos no son propiedad de sus dirigentes, sus militantes o de quienes simpatizan con sus idearios. En democracias como las que se viven en la mayoría de los países en pleno siglo XXI y en sistemas políticos en los que los partidos son el único vehículo para alcanzar el poder, las decisiones sobre la forma en que se manejan no pueden ser exclusivas de unos cuantos. Así, resulta penoso que un grupo de priistas decida que Alejandro Moreno pueda ocupar la presidencia de aquél partido hasta 2032, que los cercanos a Marko Cortés impongan a quien más les conviene para que sean los mismos que controlen al PAN, que desde una serie de filtraciones se determine que Luisa María Alcalde será la encargada de conducir el destino de Morena o que algunos otros, en franco cinismo, manejen a los partidos como si fueran un negocio familiar.

La democracia se ejerce de muchas maneras y en distintos momentos y espacios. La democracia no se limita a la definición de la persona que ocupará la Presidencia o de quienes llegarán a una curul en el Poder Legislativo. La democracia inicia en la vida interna de estos instrumentos llamados partidos políticos y es menester ejercerla a cabalidad.

Profesor y titular de la DGACO, UNAM

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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