Opinión
“Deus acima de todos”... y Bolsonaro abajo entre rejas
Fran Ruiz

“Deus acima de todos”... y Bolsonaro abajo entre rejas

Lula tiene razón. Los civiles vestidos con la camisa de la selección nacional que el domingo asaltaron el Congreso, el Tribunal Supremo y el Palacio Presidencial de Brasilia —descargando su frustración por la negativa de los militares a derrocar al “presidente comunista”— no actuaron espontáneamente, sino que siguieron órdenes dadas de arriba y se dejaron llevar por su fanatismo ignorante. La cuestión a resolver de forma urgente es quién o quiénes están arriba.

Y, aunque la ignorancia no es un atenuante y los que profanaron las sedes de los tres pilares de la democracia brasileña tendrán que rendir cuentas ante la Justicia, la amenaza golpista en Brasil no será erradicada mientras no sean llevados ante los tribunales y entren en la cárcel (con el debido proceso) quienes financiaron, facilitaron y, sobre todo, incitaron a cometer esta rebelión golpista, fracasada apenas cuatro horas después de empezar.

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Las imágenes del asalto a los tres poderes en Brasilia que dieron la vuelta al mundo son casi un calco a las de hace dos años en el Capitolio de Washington, y a nadie se le escapa el papel jugado por los dos protagonistas en la sombra, los expresidentes y líderes sectarios de extrema derecha Jair Bolsonaro y Donald Trump. Sin embargo aquí podrían acabar las diferencias y los primeros pasos tomados por Brasil podrían ser la señal de que el gigante sudamericano va a marcar distancia con EU en la manera de resolver esta grave crisis.

Puede incluso que el gobierno de Lula acabe dando una lección sobre cómo desactivar una amenaza de este tamaño, sin tener que caer en la tentación del autoritarismo antidemocrático ni enredarse como hacen los gringos en peleas eternas de demócratas y republicanos en el Congreso para imponer su agenda partidista y poner candados a cualquier iniciativa de la Casa Blanca (el ejemplo más elocuente es que Trump haya logrado librar dos procesos de impeachment sólo porque tuvo mayoría en el Congreso, o el caso más sangrante: la incapacidad de ponerse de acuerdo para acabar con la epidemia sin fin de tiroteos y muertos por armas de fuego).

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La primera señal de que Brasil está haciéndolo mejor que EU fue la destitución fulminante del gobernador de Brasilia y de su secretario de Seguridad estatal; pero no porque sean partidarios de Bolsonaro, sino porque no reforzaron el perímetro de la plaza de los Tres Poderes, cuando se hizo evidente las intenciones de la tuba bolsonarista, y su pasividad los hizo cómplices. Por el contrario, ni el responsable de Seguridad Nacional de Trump ni el jefe de la policía de Washington fueron destituidos tras resistirse a enviar a la guardia nacional durante el asalto al Capitolio, pese a las llamadas del puñado de policías que aquella mañana del 6 de enero de 2021 custodiaban el edificio del Congreso, pidiendo refuerzos para proteger las vidas de los legisladores que estaban dentro.

De seguir por este camino, las autoridades brasileñas, que un día después del asalto en Brasilia detuvieron a 1,200 fanáticos bolsonaristas y desmantelaron pacíficamente los campamentos golpistas frente a los cuarteles de las grandes ciudades, están dispuestos a trabajar con el poder judicial y con la máxima transparencia para erradicar la amenaza golpista y demostrar que nadie está por encima de la ley, ni el presidente ni desde luego el expresidente Bolsonaro, quien acumula suficiente sospecha de responsabilidad en lo sucedido como para que proceda un proceso de extradición y que los jueces brasileños decidan si hay elementos suficientes para culparlo o no por este grave intento de subvertir la democracia.

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Folhapress

Por tanto, es urgente clarificar y tipificar como delito de cárcel insistir sin pruebas en la negación ante un resultado electoral e incitar a los seguidores del negacionista a rebelarse contra el orden democrático para salirse con la suya. Y esto no debería servir sólo para Brasil, sino para cualquier democracia, empezando por la estadounidense, incapaz de proceder a juzgar a Trump por un delito de sedición.

Así que, se equivoca, señor Bolsonaro, cuando proclama “Brasil acima de tudo; Deus acima de todos”. Por encima de los brasileños no está Dios, sino la Constitución brasileña y sus leyes, las mismas que, en una democracia firme, que no vengativa, podría llevar al expresidente ultra a lo más bajo, a dormir entre rejas.