Uno de los grandes anhelos de tu jefe es pasar a la Historia como uno de los mejores presidentes de México, tan brillante como nuestros próceres.
No le critico, todos los presidentes han tenido ese deseo. Sin embargo, la lógica política ha indicado a todos los mandatarios generar un clima de paz y tranquilidad rumbo a las elecciones para elegir a su sucesor. Ha sido como una suerte de reivindicación a sus errores, así como dejar de manifiesto que alguna vena democrática corría por sus cuerpos.
No es el caso de don Andrés. Me temo que él ha sido su peor enemigo al cierre de gobierno, con lo cual su paso a la Historia quedará más que manchado por mucho que las encuestas alaben actualmente su popularidad.
Hay dos ejes que parecen normar el comportamiento de tu jefe, Jesús. Por un lado, el gusto de generar conflictos, donde se sentiría en control de las situaciones y, de paso, obligaría a la polarización. Por el otro, está su convicción de que sus intenciones, porque según él son buenas en sí mismas, justifican el total desapego a la ley.
Consecuente con dichas características, López Obrador adelantó la competencia interna por la candidatura de MORENA a la Presidencia y dio el banderazo de salida sus corcholatas para buscar apoyos. Y, encima de todo, publicitó sin el menor recato su preferencia por Claudia Sheinbaum.
En el colmo del autoritarismo –del cual se declara lejano-, al iniciar la competencia interna decidió unilateralmente cuáles puestos ocuparían las corcholatas que quedaran en segundo y tercer lugar. Como si la contienda estuviera ya estuviera ganada y como si la triunfadora no tuviera nada qué opinar.
Luego, durante meses vimos las bardas con la efigie de la preferida, mismas que nadie reconoció haber ordenado pintar. Y claro, no hubo gastos de pre-pre-campaña que contabilizar.
En paralelo, AMLO se dedicó a combatir al Instituto Nacional Electoral por todas las vías posibles. Caray, Jesús, tantos años, esfuerzos y dineros que nos había costado construir una institución confiable, como para que tu jefe la vulnerara, porque de otra manera no le era funcional a sus objetivos.
Por un lado, impuso a una persona limitada como presidenta del Consejo, quien no supo armar el equipo adecuado para que los muchos y muy complejos preparativos de las elecciones fluyeran como es debido. Ya había empezado oficialmente el proceso electoral y la Secretaría Ejecutiva era encabezada por un encargado del despacho, lo mismo que varias direcciones.
En paralelo, López Obraedor ordenó el recorte presupuestal al INE, que aunado a la falta de una auténtica dirección, llevó a fallas tan graves como que los capacitadores no contaran con uniformes, ni teléfonos para realizar sus labores. De las 15 mil renuncias por bajos salarios, ya ni hablemos. Peor todavía estuvo el error de las computadoras para la captura de los datos del conteo rápido.
A todo lo hasta aquí mencionado cabe agregar una violación y dos omisiones del presidente.
A don Andrés le valió absolutamente madr$# la ley electoral y se dedicó a interferir en la contienda, desde la mañanera. Como la sanción del INE le resultó mínima –editar el video de la conferencia matutina-, se carcajeó de las medidas cautelares emitidas por el Instituto. Si AMLO tuviera un mínimo de ética y congruencia democrática, habría respetado la ley que él promovió.
La primera omisión grave del presidente, junto con el Senado, fue no nombrar a dos de los magistrados faltantes del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, siendo que la ley obliga a que sean siete para calificar la legalidad de la elección y otorgar la constancia de mayoría y validez a quien resulte electo. En el mismo caso están seis magistraturas regionales federales.
La segunda omisión grave, gravísima, fue NO trabajar con ahínco por reducir la inseguridad y la intromisión del crimen organizado en la vida nacional, a fin de llegar en condiciones de cierta tranquilidad a las elecciones. Los resultados están a la vista con los candidatos y colaboradores asesinados durante las campañas.
En el colmo del descaro, tu jefe afirma que tales homicidios se deben a “redes de complicidades”. En cinco años, ¿no pudo acabar con los “vínculos entre autoridades y la delincuencia (… que) establecieron como práctica estos hipócritas corruptos del periodo neoliberal y neoporfirista”? ¿O no quiso?
En síntesis, Jesús, el presidente no ha parado de agitar el entorno político desde hace, por lo menos, dos años.
¿Por qué? ¿Para echar andar un conflicto postelectoral por motivos que prefiero ni pensar?
Como ves, Jesús, el presidente nos queda a deber y mucho.
Colaboró: Upa Ruiz
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