En el marco de las presentes campañas electorales para la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, presento hoy y en la próxima entrega dos propuestas orientadas a enriquecer la vida cultural de la capital, ampliar el horizonte de los derechos culturales de sus habitantes, y diversificar los contactos entre los agentes culturales nacionales y extranjeros que animan a diario su vida cultural y hacen de nuestra ciudad una de las capitales mundiales de la cultura.
No hay en ellas sesgo partidista alguno, de manera que podrían ser consideradas por cualquiera de las fuerzas políticas de la actual contienda.
Babel revisitada
Siendo la ciudad de México sede de muy diversas instituciones culturales de otros países (Francia, Reino Unido, España, Alemania, Italia, China, Japón, Corea, India, Quebec, Brasil y Estados Unidos, entre otros), además de albergar oficinas de representación de instituciones multilaterales para la cultura y la educación (la UNESCO, la Secretaria Iberoamericana, la Organización de los Estados Iberoamericanos), es necesario impulsar iniciativas que articulen sus actividades y propicien una colaboración coherente, planificada y sistemática con las instituciones culturales públicas y privada de la Ciudad de México, tanto aquellas de las demarcaciones locales, como las capitalinas y las federales.
En ese sentido propongo la creación del Consejo Internacional de Instituciones Culturales de la Ciudad de México, con la participación de un representante de cada una de las instituciones culturales internacionales y multilaterales para las artes y la cultura establecidas en la capital del país, que sea coordinado por la Secretaría de Cultura de la ciudad y en el que a su vez participe un representante de las direcciones de cultura de cada alcaldía, un representante de la Secretaría de Cultura federal, y un representante de la red de espacios culturales independientes de la Ciudad de México.
Lo anterior con el objeto de planificar, fomentar y financiar la cooperación cultural internacional de la Ciudad de México con todas aquellos organismos culturales aquí establecidos, atender la creciente internacionalización de su comunidad creativa profesional, y articular acciones de cooperación interinstitucional desde una mayor transversalidad colaborativa, y una nueva horizontalidad incluyente. Una cooperación cultural multinacional para una ciudad de vocación cosmopolita.
Un ejemplo notable de este tipo de cooperación entre las instituciones culturales mexicanas y las representaciones diplomáticas de otros países lo representa el Festival Eurojazz, que desde hace 26 años se realiza en el Centro Nacional de las Artes. En este caso la Secretaría de Cultura federal y las embajadas de los países de la Unión Europa colaboran año con año para presentar agrupaciones de jazz de estos países en los jardines del CENART.
Siendo ya una tradición en el paisaje cultural de la ciudad, en la última edición del Eurojazz asistieron cerca de 60 mil personas a los conciertos. Pero no es suficiente esta cifra. Una acción concertada con mayor esmero y coordinación podría permitir que algunos de estos grupos se presentaran en otros espacios culturales de la ciudad, alejados de los circuitos habituales de la programación cultural del gobierno federal y sus sedes capitalinas, que a su vez pudieran realizarse además conciertos talleres y clases magistrales que permitan el contacto y la interacción entre músicos europeos y mexicanos en programas de formación musical, y que lo anterior pudiera dar pauta a proyectos de coproducción entre músicos, agrupaciones compositores y festivales europeos y mexicanos. La coproducción es el nivel superior de toda acción de cooperación cultural internacional, ya sea bilateral o multilateral, tal como la señalado repetidamente Néstor García Canclini.
De tal suerte que el festival no se limitara como hasta ahora a la puesta en práctica anual de un modelo de cooperación cultural de una sola vía, en este caso centrado principalmente en la movilización de las bandas europeas para su presentación en un foro de la ciudad, lo que conduce a la realización de eventos únicos e irrepetibles sin posibilidad de impacto a largo plazo.
Lo anterior es sólo un ejemplo de lo que se podría hacer para ampliar el rango y la visión de la cooperación cultural internacional de la ciudad de México desde este Consejo. Se podrían programar diversas acciones interinstitucionales orientadas no solo a la organización de eventos públicos -conciertos, exposiciones, muestras gastronómicas, etc.- sino de proyectos colaborativos orientados al impacto social de la gestión cultural; gestionar fondos internacionales para programas de desarrollo comunitario en zonas marginadas, con estudios especializados de medición de impacto; o crear programas de capacitación para gestores culturales, promotores y emprendedores de lo que ahora llamamos el ecosistema de la economía creativa, entre otras acciones propias de la agenda de la cooperación cultural internacional del siglo XXI, que van mucho más allá del intercambio y la promoción artística, como solían concebirse.
Básicamente son acciones que de una u otra manera en la actualidad cumplen dichas instituciones internacionales establecidas en nuestra ciudad. La diferencia radicaría en lograr una articulación mayor de todos estos esfuerzos, armonizarlos con los objetivos estratégicos de las políticas cultuales de la ciudad, y sumar experiencia, recursos y capital humano en proyectos de mayor calado y perdurabilidad, sin que ello signifique en modo alguno la cancelación de los programas específicos que cada una de estas instituciones emprenden con plena autonomía desde sus propios ámbitos de acción, los cuales, además, no sólo se orientan a la ciudad de México sino al resto del país.
Si estamos convencidos que desde la acción cultural y la cooperación cultural internacional puede generarse un cambio sustantivo, sistémico y verificable en el entorno social de una comunidad, de una ciudad, de una región, o de un país, se antoja como un objetivo razonable, asequible y productivo avanzar hacia una mejor coordinación entre las instituciones culturales de la ciudad de México, e instituciones globales que como el British Council, el Instituto Goethe, el Instituto Confucio, el Centro Cultural de España, o el Centro Cultural Brasileño, por sólo mencionar algunas, que operan todos los días en nuestra ciudad y la enriquecen con sus múltiples actividades.
En la actualidad la cooperación cultural internacional ha dejado de tener como prioridad única la movilización gubernamental de artistas, instituciones y educadores para su acción exterior, y pone el foco en muchas de las preocupaciones humanitarias mundiales, compartidas en el marco de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible.
El Consejo Internacional de Instituciones Culturales de la Ciudad de México tendría que caminar en esa orientación: cooperación incluyente, multinacional, a largo plazo y con impacto social, que incorpore a las grandes instituciones globales establecidas en nuestro país, pero también a los nuevos actores en la escena y a los nuevos temas de la gestión cultural, y que finalmente pueda medir sus resultados y demostrar el cambio que genera. Todo esto son, según me parece, algunos elementos esenciales para imaginar el futuro inmediato del paisaje cultural de nuestra ciudad. Una nueva Babel chilanga para el siglo XXI.
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