Opinión

Drones y aeromovilidad

Resulta casi un sueño que estemos en el umbral de una nueva forma de transitar por el espacio urbano. De hecho, apenas han iniciado las pruebas para los aerotaxis y los vehículos de movilidad urbana, así como los drones, esos aparatejos que muchos creen que sólo sirven para tomar fotos o para que se entretengan los niños, pero que en un futuro serán los que nos entreguen paquetes en casa, vigilen la seguridad de las calles, identifiquen riesgos, ayuden en desastres naturales e, incluso, transporten personas.

Como en las series futuristas, los vehículos aéreos urbanos deberán convivir con edificios, obstáculos como antenas y, desde luego, con otros vehículos grandes o pequeños, que de alguna manera tendrán que estar mega controlados y para ellos se va a requerir una enorme infraestructura, sistemas automatizados de tránsito aéreo en espacios más reducidos y, quizás, aerovías bien delimitadas a distintos niveles.

Otro punto fundamental es el pilotaje de manera remota, que será la forma como estos aparatos vuelen de forma segura, pues aunque hay muchos entusiastas del vuelo autónomo operado por máquinas, lo cierto es que aún le falta mucho a estas tecnologías para ser completamente seguras.

Existe otro tema que tiene que ver con los vehículos aéreos urbanos tripulados y que sin duda va a tener un importante efecto en el cerebro humano. Nos referimos a que hasta ahora estamos habituados a conducir en dos dimensiones (si fueran coordenadas, nos movemos en los ejes X y Y), pero una tercera dimensión para conducir, sobre todo cuando hay otros muchos vehículos haciendo lo mismo en un espacio reducido y rodeado de obstáculos, implica una nueva forma de percibir el espacio donde nos movemos y cómo lo haremos.

Esto será, sin duda, tema que estudiarán los neurólogos, psicólogos, urbanistas, expertos en seguridad y gestionadores de riesgos, pero también planteará nuevos retos en materia de regulaciones, de tecnologías, de capacitación y de señalización disruptiva.

Todo ello sin contar con el hecho de que todos estos nuevos artefactos estarán siendo propulsados por energía eléctrica y para ello vamos a necesitar baterías, la mayoría quizás de litio, y estaciones de carga eléctrica que supondrán que la infraestructura de generación de esa energía se multiplique por mucho.

Este es un reto aún mayor. La verdad es que el mundo tiene ante sí muchos desafíos para hacer la transición hacia energías limpias y la electromovilidad. Los recursos financieros que requiere este cambio son simplemente estratosféricos, pero de algún modo deberemos hallar la manera de hacerlo porque el cambio climático es una realidad que nos está presionando cada vez con mayor urgencia.

Por lo pronto, en México acabamos de tener el “Congreso de Seguridad Aérea Operacional con Drones, retos y oportunidades”, donde diversos especialistas deliberaron sobre los muchos factores que inciden en esta nueva realidad que son los drones.

Aquí coincidieron en que se requiere una regulación muy robusta que considere diversas clases y gamas de operaciones de los diversos tipos de aeronaves no tripuladas (UAV, RPAS, VANS) y toda la interacción con otro tipo de aeronaves. Habría que incluir estándares y aprender rápido de los riesgos para gestionarlos de la mejor manera.

Por lo pronto, los operadores de drones están organizados y han empezado a trabajar en su causa. Buena noticia.

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