Me recuerda Facebook un “estado” mío de hace siete años, en 2017, cuando me encontraba en un frenesí lector al intentar leer varios libros durante las vacaciones de fin de año. Entre otras lecturas, me refiero a Examen de mi padre de Jorge Volpi, editado por Alfaguara en ese año, un libro magnífico sobre su padre, como dice el título. Siete años después me ocurre un poco lo mismo y leo, además, La figura del mundo, Random House, 2023, de Juan Villoro. Es también un texto acerca de su padre, el filósofo hispano mexicano Luis Villoro. Lo leo fascinada porque, aunque el doctor Villoro no me dio clases en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, lo conocí, lo he leído y lo admiré, siempre desde lejos. A la madre de Juan la he tratado, Estela Milán, doctora en psicoanálisis y un encanto para el mundo que la rodea. La figura del mundo me tiene prendida a sus páginas, cualquier momento es propicio para continuar leyéndolo. Escribe Juan Villoro:
“Me pregunto si la figura paterna me interesaría tanto en caso de haber tenido un padre más abierto y sociable, alguien que no tuviera que ser indagado. El interés –el anhelo de proximidad—proviene de la distancia (p.48)”.
Como sabemos, el tema del padre es canónico en la literatura universal, desde La odisea que, a pesar de tratar del largo viaje de Ulises, que finalmente lo regresará a Ítaca, se extienda a la busca que emprende Telémaco para encontrarlo.
Juan Preciado va a Comala a buscar al padre ausente, a Pedro Páramo. No pocos escritores han tratado el tema, en libro, en novela, como José Lezama Lima en Paradiso; como James Joyce en su propio Ulyses; en una carta, como Franz Kakfa. El caso es que ahora, para mí, leer el libro de Juan Villoro me lleva de nuevo a la exploración literaria de un escritor sobre la imagen ausente o lejana del padre. El mío, por cierto, estuvo muy presente, fue una persona magnífica, pero difícil de dilucidar.
En fin, me pregunto que sería de muchos de nosotros sin el aliento de la literatura, como el libro de Juan Villoro que me permite hoy olvidar que el mundo es un desbarajuste, que murió Cristina Pacheco, que José Agustín pidió ayer los santos óleos o lo que sea que se pida en la Iglesia Católica en los momentos finales, que espero, que no lo sean. El marido de una queridísima amiga se encuentra en ese trance y eso nos remite, o por lo menos a mí, a nuestra propia desaparición.
Los finales de año siempre resultan amargos. Mi hermana Pepita murió el 26 de diciembre de hace dos años.
El tango Cambalache, recordarán, dice que: el mundo fue y será/ Una porquería, ya lo sé/ En el quinientos seis/ y en el dos mil también.
Anoche, no pude evitar ver uno de los últimos capítulos de un thriller español, El sabor de las margaritas, realizado en la Coruña y hablado en gallego. Alguien dice de pronto que el asesinado o la asesinada habrá de reunirse con el corazón de Jesús. ¡Qué horror, mejor mezclarse con el universo!
Divago, yo sé. Este día hubo una muy buena noticia, los 31 migrantes desaparecidos fueron rescatados en Tamaulipas y, según la Secretaría de Relaciones Exteriores, se le presta seguimiento y apoyo integral a cada caso. El fenómenos de la migración contemporánea me parte el alma. La gente se arroja a lo desconocido, a viajes peligrosos, con tal de encontrar tranquilidad y trabajo en otros países. México no es la respuesta, por cierto, no es la tierra de la gran promesa, título de una novela de Juan Villoro del 2021.
(La tierra de la gran promesa, Random House) y que, acorde con mi propia desorganización también he empezado a leer.
Mientras tanto, en Motul Yucatán, declararon “héroe nacional” al presidente López Obrador, en este país, cuando, según El Economista, México tiene una de las más altas tasas de criminalidad en el mundo. El 2024 lleva en su haber 60 homicidios, más de dos por hora. Gravísimo. Todos sabemos de la falta de medicinas desde hace cinco años y no creo que la Farmaciotota del primer mandatario solucione el desabasto. El desvío de dinero, Segalmex, los actos de corrupción de Andy López Obrador y sus cuates son un verdadero agravio. Aún así, de mil doscientas personas encuestadas por El Financiero, el presidente terminó con un 55% de aprobación.
La guerra en Medio Oriente continúa. Netanyahu no ceja y, probablemente, esté acabando con su carrera política. La Suprema Corte israelí rechaza, por fortuna, su reforma judicial. Hamas, tampoco se detiene, aún peor hoy que murió un alto funcionario de la organización durante una explosión en Beirut.
Rusia, que según parece volverá a votar por Vladimir Putin muy pronto, lanza una ola mortífera de misiles sobre Ucrania. En Irán hubo una explosión que mató a varios. Sí, el mundo fue y será una porquería. Xi Jinping, el presidente chino, vuelve a la cargada sobre Taiwán y renueva frente a las cámaras de televisión sus amenazas. El líder norcoreano Kim Jong-Un advirtió que lanzara tres satélites espías y que su gobierno producirá más materiales nucleares en este año 2024.
No cabe duda que mientras unos buscan al padre, como los mexicanos Rulfo, Volpi, Villoro y Alma Delia Murillo (La cabeza de mi padre, Alfaguara, 2022), otros que gobiernan y han asumido el poder con fruición enfermiza, se han desprendido, para decirlo a la manera mexicana, de su madre.
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