Opinión

De algunas filias y de las muchas fobias del señor presidente de la república mexicana

Julian Assange (Australia, 1971), nació dotado para las matematicas y para la piratería cibernética. A los 16 años, en 2006 , era un hacker habilísimo. Fue miembro de un grupo de hackers llamados Subersivos Internacionales. En 1991 lo detuvo la policía en Melbourne, acusado de “meterse” ilegalmente en las computadoras de una universidad australiana, de una compañía de telecomunicaciones y de otras organizaciones. No le quedó más remedio que declararse culpable por delitos informáticos, pagó una multa y lo liberaron. De ahí en adelante participó en criptoanálisis. Habiendo estudiado física y matemáticas, sin recibirse, Assange inició una exitosa carrera como programador.

Junto con un grupo de activistas fundó el sitio web Wikileaks en 2006 donde trabajó como voluntario. El propósito de este sitio residió en publicar material enviado de forma anónima, que “buscaba transparencia y verdad”. Con el tiempo laboró en agencias internacionales de noticias, como Jazeera English, CNN, Democracy Now y otras. Su desempeño lo llevaba a viajar por varios países del mundo.

En 2010 lo acusaron de delitos sexuales en Suecia. Lo persiguió la Interpol porque no se sabía de su paradero. Finalmente se refugió en la embajada de Ecuador en Londres, donde vivió siete años para luego pasar a ser prisionero en la Cárcel de Belmarsh en Londrés. Hace unos días se declaró culpable por violar materiales clasificados del Gobierno de Estados Unidos, después de haber publicado casi medio millón de documentos militares secretos. Con esto evitó que se le extraditara a Estados Unidos, donde padecería también prisión e incluso la posible pena de muerte. Hoy se encuentra libre y en Australia, aunque deberá presentarse ante un tribunal en las Islas Marianas, territorio en el Pacífico que pertenece a Estados Unidos, pero que tiene su propio gobierno.

Al presidente Andrés Manuel López Obrador le despierta simpatía Julian Assange. Quiso traerlo a México , por supuesto que no lo logró. Pero se entrevistó con su familia con gran entusiasmado. Para AMLO, Assange es un paladín de la libertad de prensa y la verdad es que el señor Assange no es una perita en dulce. Wikileaks filtró información de un operador de sistemas del área de inteligencia del el ejército de los Estados Unidos, Bradley Manning (transmutado ahora en mujer se llama Chelsea Manning) en confabulación con otros países no afines a la Unión Americana, es decir, Rusia para no ir más lejos y su tiránico Vladimir Putin. Hoy, miércoles 26, José Carreño Carlon publicó en su columna de El Universal un excelente artículo “AMLO vs Loret: de las fobias verbales a los castigos estatales”, en el que explica que el señor presidente reivindica a Assange porque éste “filtró material crítico del gobierno de Felipe Calderón”, mientras se persigue en este sexenio a punto de terminar a Carlos Loret de Mola, a su esposa y a Víctor Trujillo por Latinus, el famoso portal de noticias mexicano con sede en Estados Unidos y que ha revelado las corruptelas de “el Clan”, formado por los hijos de López Obrador y su cuates más cercanos.

López Obrador reivindica a Julian Assange, como recuerda Jorge Fernández Menéndez en su columna de Excélsior de este 24 de junio, debido a que el australiano se refirió a las presiones de opiniones diplómáticas de Estados Unidos para que, en el 2006, el Vaticano no apoyara la candidatura presidencial en México de AndrésManuel López Obrador.

De las filias y las fobias de Obrador se puede comentar mucho. Algunas filias no las hace públicas en sus largas peroratas matutinas, pero las evidencia como cuando invitó a soldados rusos a desfilar el 16 de septiembre del año pasado, sin haber dado muestras evidentes de su apoyo a la Rusia invasora de Putin en Ucrana. Putin y Trump, con su talante opresor y antidemocrático, embelesan al macuspano.

Entretanto, otra fobia de AMLO ha sido el Poder Judicial. Es una fobia que lo enfurece. No le importa el poco tiempo que le queda como presidente, pero la Reforma al Poder Judicial, su contrapeso, su némesis, va porque va, arguyendo que lo que constitucionalmente existe ahora está corrompido (dime de qué hablas y te diré quién eres), así que hay que someter, sobre todo, a la Suprema Corte de Justicia, que no hace lo que López quiere y manda. Para eso contaba con el ministro Záldivar, pero ya no. No son suficientes sus ministras impuestas Lenia Batres, Jasmín Esquivel y Loretta Ortiz. El inquilino de Palacio desea sumisión total en aras de la equidad social (sic). Como apunto Ciro Murayama hoy en su artículo de El Financiero, “Es falso que el orden constitucional vigente, con división de poderes, signifique un obtáculo para la equidad social”. Al contrario hipostasiar los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) es el camino más expedito para una dictadura. Llevar a cabo la reforma “supondrá, como explicó Manuel J. Jáuregui, la semana pasada, en el diario Reforma “el despido de más de 1600 jueces federales, a los que hay que indenmizar y pensionar,” amén de la contratación de sus reemplazos. ¿Hay dinero para eso? ¿Y los casos pendientes en los juzgados? ¿Cuánto ganarán los ministros de la Suprema Corte? Como escribe Jaureguí, gobiernos anteriores se preocuparon por crear un sistema de remuneraciones dignas para evitar la corrupción.

Esta clase de fobia profunda produce caos, como fue la cancelación del NAIM, antes de que AMLO tomara posesión: lo hizo para demostrar que venía a ejercer el poder.La deuda del No aeropuerto es más o menos de 3,700 millones de dólares. Una monada de deuda por no traer aquí muchas más forjadas a pulso por la Cuarta Transformación (whatever 4T means.)

Existen más filias y más fobias de López Obrador, casi todas echadas a andar y que delinean su gobierno tan sui generis.