Opinión

Fueros, si se muestran serviciales

Días fríos para una ciudad cuyas casas, en su gran mayoría, no tienen un sistema de calefacción como el que hay en países donde sí ocurre el invierno con severidad. En el otrora D.F. la pasamos mal, con las manos y la nariz heladas. Además, padecemos los mexicanos una atmósfera enrarecida. El aspirante a Benemérito de las Américas nos tiene fritos a los ciudadanos comunes y corrientes, es decir, a muchos de aquellos que asistimos con enorme convicción en defensa del INE a la marcha del 13 de noviembre. Somos sus opositores y, por ende, conservadores de derecha. Increíble. Mi sobrino, el actor Héctor Suárez Gomís, le envió un Tweet al Secretario del Gobierno de la ciudad, Martí Batres, en el que muestra una fotografía de dron, donde una enorme avenida bonarense, llena de calles confluyentes, se encuentra atestada por multitudes después de la coronación del equipo argentino en el mundial de Qatar. Escribe Héctor “¿Cuántos Zócalos se llenarían? ¿Dos, cuatro, diez? Esto si es espontáneo y sin necesidad de andar acarreando gente ni rentando camiones, ni dando tortas y frutsis”. Hay un espacio y pregunta:” Oye @Martí Batres, tú que eres más chingón para contar, ¿cuánta gente hay? ¿Unos 15 mil?” y así se burla del conteo realizado por Batres el 13 de noviembre, día de la marcha ciudadana, en que el Secretario minimizó de forma escandalosa la cantidad de personas que nos manifestamos en apoyo al Instituto Nacional Electoral. A continuación, el Secretario de Gobierno de la Ciudad le contestó:

“La respuesta es sencilla. El fútbol en Argentina junta tanta gente como AMLO en México. Una convocatoria que tus amigos de la derecha nunca han tenido. Lo que no es fácil de entender es que tu familia materna fue perseguida por los franquistas y tú haces frente con ellos”.

A la agresión de Héctor, bajo el fundamento de que Batres, como diría mi andaluza madre, nos quería hacer comulgar con ruedas de molinos, aún a los que ni comulgamos ni somos religiosos, la respuesta de señor Secretario de Gobierno es la esencia, la potencia y la presencia (otra de mi mamá) del discurso populista. ¡Ah, el líder y su arrastre con el pueblo! Por un lado, por otro clasificar al que no concuerda con el régimen, alejado del gran proyecto histórico del amado redentor político. Si mi sobrino, nieto de mis papás republicanos españoles, no reconoce a la indefinible Cuarta Transformación, eso lo amiga con los fascistas. ¿Sabrá Martí Batres, aunque sea un hombre instruido, qué fue realmente el fascismo? ¿Cómo vivieron los españoles republicanos la entrada a España de Francisco Franco y su ejército de moros y el soporte que le dieron Hitler y Mussolini probando bombas y armamento en la península que después se utilizaron en la Segunda Guerra?

En el mismo tenor, el presidente López Obrador restó importancia a aquellos periodistas que cerraron filas con Ciro Gómez Leyva, después del atentado del que fue objeto. Dijo que son los mismos de siempre y los que se quedaron sin privilegios de parte del Gobierno. Qué oración tan repetida por el primer mandatario y tan fuera ya de sentido. Todos sabemos que los que le doran la píldora al Tlatoani reciben fueros y su pago por ser serviciales. Agregó que “le conviene a Ciro, a los dueños de los medios donde trabaja Ciro y les conviene a todos los que participan en política contraria…ver si no es crimen organizado por la delincuencia de cuello blanco, porque a quién perjudica un asunto así: al país, a la autoridad, al Presidente, a la democracia.”

Si de democracia se trata, la batalla contra el INE, como todos sabemos, de lograr pegarle, terminará con la democracia en México. Dice Sergio Aguayo hoy 21 en el Reforma, en relación a las furias presidenciales contra los periodistas:

“…reviso el conflicto entre López Obrador y la prensa independiente y crítica. En febrero de 2019 empezaron los ataques desde la mañanera. Las descalificaciones han sido metódicas y constantes, pero endebles porque carecen de sustento fáctico y porque muchos de los condenados desde Palacio Nacional tienen la legitimidad de habérsela jugado por la transición democrática y criticado a mandatarios priístas y panistas.”

Y por ahí, en gran parte va el encono del presidente, al no ser loado por todos. Por cierto, nunca en mi vida con conciencia política había visto alabanzas tan exageradas, tan de caricatura como las que le dedican los morenistas a López Obrador.

El sábado se celebrará la Navidad y quiero dejar, por un rato, de hablar de AMLO y de su imprecisa Cuatroté, que es, más bien, el ímpetu de la destrucción contra organismos que funcionaban. El Tlatoani creía que podría hacer un país de nuevo y sólo lo ha ido dinamitando, así, en gerundio, porque todavía quedan 20 meses. En fin, a otra cosa.

Leí una novela que hará sus delicias en estas vacaciones, Waikikí, escrito a cuatro manos por Ana García Bergua y Alfredo Núñez Lanz, publicado por Planeta. La de ellos fue una combinación perfecta. Se consigue un solo estilo a lo largo del libro. Waikikí es un thriller, que trata de una hermosa bailarina china en el cabaret que lleva el nombre del título. Corre el año 1951 en la ciudad de México y la vida nocturna es muy socorrida. Dos jóvenes de provincias, Mario y Esmeralda trabajan en el Waikikí, uno como saca borrachos y la otra como bailarina de muchísima menor envergadura que Katmandú, la bellísima oriental a la que los hombres asedian y las mujeres detestan. El sabor de las películas mexicanas de los cuarenta y cincuenta está presente, así como una acuciosa investigación sobre la época. De pronto, Katmandú muere asesinada y, por torpeza de ambos, Mario y Esmeralda se encuentran en la mira de la policía. No les queda más que convertirse en detectives para averiguar quién es el verdadero asesino de Katmandú. Ágil, inteligente, llena de suspenso, Waikikí nos revela un mundo secreto de cajas chinas . Gran ejercicio de los escritores en una novela estupenda. Léanla.

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