Opinión
Para entender el deporte

Dr. Mario Antonio Ramírez Barajas

El Gambito de Parras: El Misterio de Andrés Ludovico Viesca

El club y el peluquero

En el corazón de la Ciudad de México, donde las calles son un laberinto de historias y los edificios susurran secretos, había un club de ajedrez no como cualquier otro. Este peculiar establecimiento era administrado por don Mariano Eguiluz, un peluquero cuyas tijeras cortaban el cabello al ritmo de los movimientos de peones y torres. En este enclave de estrategia y combate intelectual, se congregaban los ajedrecistas más apasionados de la ciudad, y entre ellos se encontraba, aunque parezca increíble, el prócer cubano José Martí, refugiado por un tiempo en el abrazo cultural de México y poseedor de una técnica digna de un campeón.

El desafío inesperado

Un día cualquiera, que podría haber sido olvidado en la bruma de lo cotidiano, se convirtió en una fecha memorable cuando Martí, movido por un espíritu de desafío y camaradería, expresó su deseo de medirse con alguno de los jugadores del club. Don Mariano, siempre astuto y con una sonrisa que escondía planes y tramas, le aseguró un encuentro para esa misma tarde. Al llegar la hora, Martí entró con la solemnidad de un guerrero en su arena, pero en lugar de encontrar a un adversario curtido en mil batallas, se vio frente a un niño de siete años llamado Andrés Ludovico Viesca, originario de Parras, Coahuila, cuya estatura apenas superaba la altura del tablero.

La partida de las generaciones

Con una mezcla de sorpresa y curiosidad, Martí aceptó el desafío. Estrechó la mano del pequeño Andrés, y con un gesto de caballerosidad, le permitió hacer el primer movimiento. Andrés, con la seriedad de un maestro antiguo, inició con el gambito de Damiano, una jugada audaz que hizo arquear las cejas del experimentado Martí. A medida que avanzaba el juego, el aire se cargaba de una tensión casi palpable. Los espectadores, que inicialmente murmuraban con duda y escepticismo, gradualmente se sumieron en un silencio reverente. La partida, que fluía como un río caudaloso, encontró su desembocadura en la jugada 47, cuando Andrés, con la inocencia de su edad y la precisión de un veterano, declaró jaque mate. La sala estalló en aplausos, y Martí, con una sonrisa amplia y genuina, fue el primero en felicitar al joven prodigio.

Los espectadores, que inicialmente murmuraban con duda y escepticismo, gradualmente se sumieron en un silencio reverente.

Los espectadores, que inicialmente murmuraban con duda y escepticismo, gradualmente se sumieron en un silencio reverente.

Foto. Autor

El enigma de un campeón olvidado

La historia de Andrés Ludovico Viesca, el prodigio ajedrecista que desafió y venció a José Martí, fue plasmada en las páginas de "La Estrategia Mexicana" por Andrés Clemente Vázquez en 1876. Sin embargo, más allá de aquel fulgor inicial, la vida de Andrés se desvaneció en el misterio. Nacido en Coahuila y destacado desde los siete años por su habilidad excepcional, el niño que prometía ser una leyenda se convirtió en un enigma.

Un faro de inspiración

Después de su victoria contra Martí, desapareció casi completamente de la escena pública, sin dejar rastros claros de su vida o su continuación en el ajedrez. La falta de registros y la alta mortalidad infantil de la época alimentan la triste especulación de que Andrés pudo haber fallecido joven. Su historia, aunque truncada y envuelta en el velo del tiempo, sigue siendo un faro de inspiración y un recordatorio del talento que puede florecer, incluso en los rincones más inesperados.