Opinión

El general Cienfuegos y la prensa “buena ondita”

El general Salvador Cienfuegos merecía la presea “Bicentenario del Heroico Colegio Militar”. Aportó, en su momento, como director de ese plantel, su cuota para fortalecer un colegio que es motivo de orgullo para todos. El colegio es un lugar físicamente espléndido y se ha ganado con justicia una reputación internacional de excelencia.

También sostengo que el caso que montó en su contra la DEA, y por el que estuvo detenido un tiempo en Estados Unidos, fue una impostura. Una investigación de charlatanes que quisieron ahorrarse el trabajo que supone una investigación seria para un militar del más alto rango. No estoy afirmando, para que conste en actas, que Cienfuegos sea una blanca paloma pero los mensajes en redes, sobre todo esos whats, fueron un acto vil de la DEA. México hizo bien en presionar hasta obtener su liberación.

Ese lance mandó un mensaje que pocos han captado: el Ejército bajo el mando de López Obrador es el mismo que el Ejército en tiempos de Peña o en tiempos de Calderón. En un cuerpo unificado y lo que se le hace a uno, sobre todo si es una obvia gandallada, se les hace a todos. Ignoro si existan elementos para asegurar que el general Cienfuegos vendió protección a un cartel, pero hasta ahora no se han difundido de manera pública.

Dicho lo cual, es comprensible el desconcierto en la izquierda y los periodistas afines a esa posición por el vínculo que ha desarrollado el presidente con el Ejército y la forma en que el presidente ha usado y abusado del instituto armado, quitándole de entrada las armas para dedicarlos a obras que pueden darle buenos dividendos políticos.

Me duele decirlo pero el Ejército entregará malas cuentas en materia de seguridad al final del sexenio y eso no se borrará si hace un tren, un hotel o un aeropuerto o dos aeropuertos, por la sencilla razón de que no está para eso. Los mandos del Ejército se distraen en esos proyectos y claro que están en riesgo permanente de corrupción. ¿Cuántos generales aguantan una revisión minuciosa de su patrimonio? ¿Lo que tienen se ajusta a su sueldo?

El problema principal para la prensa de izquierda es que el presidente AMLO cambió de opinión sobre el Ejército cuando ya había comenzado el sexenio. Dijo antes de eso que estaba incluso pensando en desaparecer al Ejército, lo que cayó como cubetada de agua helada en Lomas de Sotelo. Meses después de decir eso, frase celebrada por la llamada prensa progre, AMLO convirtió al Ejército en su aliado principal.

El cambio fue drástico, de 180 grados, y claro que muchos de los simpatizantes de AMLO con acceso a los medios, periodistas progre, han tenido múltiples problemas y han dado maromas increíbles para justificar al mandatario, sobre todo en temas recientes como la matanza de Tlatelolco o Ayotzinapa. El lanzamiento de Omar García Harfuch y el galardón a Cienfuegos fueron las gotas que derramaron el vaso y muchos de esos periodistas izquierdosos pintaron su raya.

En sus ataques contra el columnista Julio Hernández, que es de lo mejor que tenemos en el oficio, López Obrador fue abusivo e injusto, como ha sido abusivo e injusto con otros periodistas, como con Carmen Aristegui para no ir más lejos.

Ayudaría a ubicar el debate si todo mundo acepta que el gobierno de López Obrador no es de izquierda, es un gobierno populista autoritario, lo fue siempre. El problema de buena parte de esa prensa “buena ondita” es que se resistieron años en aceptarlo. Claro que muchos de ellos recibieron recompensas generosas, en materia de publicidad y apoyos en efectivo, tal vez por eso sus reflejos se atrofiaron.

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