Los apoyos a la cultura por parte de los gobiernos son necesarios. El PRI lo entendió desde el principio, cuando todavía era Partido Nacional Revolucionario. Luego de 30 largos años de trabajo arquitectónico, el 29 de septiembre de 1934 se inauguró el Palacio de Bellas Artes. El presidente Abelardo Rodríguez asistió al acto y el director del Palacio de Bellas Artes, Antonio Castro Leal , era un hombre informado, que en 1915 formó parte del grupo llamado “Los siete sabios”, formado por Alberto Vásquez del Mercado, Alfonso Caso, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Teófilo Olea y Leyva y Jesús Moreno Baca. Este grupo había continuado la renovación cultural que inició el Ateneo de la Juventud Mexicana. Entre otros quehaceres, Castro Leal, fue escritor, abogado y rector de la Universidad Nacional de México, antes de que de la autonomía. Miembro del Colegio Nacional y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, participó en muchos otras labores gubernamentales dedicadas a la cultura. Una persona así le produciría erisipela a nuestro señor presidente Andrés Manuel López Obrador. Los intelectuales para él son fementidos, execrables, sobre todo si colaboran con una instancia gubernamental.
El doctor Guillermo Sheridan, al que, entre otras cosas, el presidente considera un “alcahuete” (sic), de lo cual se defendió solo Sheridan, es un investigador de excelencia, escritor de ficción, académico de la Academia Mexicana de la Lengua, Premio Xavier Villaurrutia (1989), miembro del SNI nivel III. Ha sido profesor visitante en universidades de Escocia, Francia y Estados Unidos. Ha colaborado con el cineasta Nicolás Echevarría en guiones de largometrajes documentales. En 1997 Octavio Paz lo invitó a dirigir la Fundación Octavio Paz. Renunció en 2001. Ese mismo año dirigió la Fondation Pavilion du Mexique en la Ciudad Internacional universitaria de París hasta el 2004. En 2011 recibió el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, espacio, por cierto, que el señor presidente detesta porque cree que ahí van todos a hablar mal de él. En el 2014 se le otorgó, por su destacada labor como ensayista literario, el premio Ramón López Velarde. Ha publicado ensayos en varias revistas extranjeras.
Tiene en su haber varios libros críticos sobre los poetas modernistas, sobre poetas contemporáneos, ensayos sobre Octavio Paz. Ha trabajado la obra de Ignacio Chávez, Efraín Huerta, Julio Jiménez Rueda, entre otros. Autor de no pocos libros de crónicas, de la deliciosa novela El dedo de oro. El humor de Sheridan es corrosivo y siempre inteligente.
Bueno, he aquí el Curriculum Vitae, de Guillermo Sheridan, seguramente incompleto, el CV de alguien extraordinario, un intelectual de primer orden que AMLO tacha de alcahuete, como si fuera compinche de la Celestina de Fernando de Rojas. Entre sus investigaciones, el doctor Sheridan reportó, con conocimiento de causa, que la tesis de licenciatura de la ministra Yasmín Esquivel era un plagio, lo cual disgustó el presidente, no le pareció que esa historia oculta de su allegada saliera a flote. Él la quería para presidente de la Suprema Corte de Justicia, cargo que habría de votarse en unos días.
Mucho tiempo antes, después del terrible golpe de Luis Echeverría al diario Excélsior en el lejano año de 1976, Julio Scherer creó la revista Proceso y Octavio Paz, Vuelta. Lo único que me importaba de Proceso, en ese entonces, era el Inventario de José Emilio Pacheco. En cambio Vuelta delineó el fino gusto literario de Paz y se adelantó políticamente a la crítica de los autoritarios países comunistas detrás de la cortina de hierro y a la Cuba “redentora” que ya era un desastre. Nos costó a lo que nos considerábamos de izquierda aceptar ese análisis que alimentaba, y con razón, Octavio Paz. En ese entonces éramos demasiado jóvenes y adoctrinados por ideas equivocadas. En aquellos fechas, mi marido comprendió, sin embargo, que era mejor estudiar matemáticas, como economista, que escudriñar El Capital de Marx. Yo, por mi parte, me negué a analizar literatura bajo la lupa marxista.
A Guillermo Sheridan lo conocí en aquellos tiempos, en casa de nuestro profesor el doctor Sergio Fernández, que juntaba a sus alumnos en reuniones muy agradables y cultas. Me apabullaban la inteligencia de Guillermo, sus conocimientos y su cercanía con don Octavio Paz. Estoy casi cierta que Sergio Fernández era crítico desde ese entonces del universo de los países socialistas.
Cuando murió Octavio Paz en 1998, Sheridan era ya presidente de la Fundación Paz. Yo me desempeñaba como directora de Literatura del INBA y ambas instancias organizamos el homenaje al premio Nobel mexicano. Resultó difícil para mí, pero también muy enriquecedor. Sheridan llevaba, naturalmente, la voz cantante. Por otro lado, Marie José Paz, la viuda del poeta, era un elemento disruptivo que opinaba de todo y quería hacer su voluntad a como diera lugar. Yo no abría la boca, era un simple brazo ejecutor de lo que determinaba la Fundación Paz. El que tenía que vérselas con ella era Sheridan, San Guillermo Sheridan. No existe nadie más complicado que la viuda de un artista y aún peor de un premio Nobel. Las viudas de los importantes se convierten en las dueñas del personaje que fue el marido, las que mandan, las que saben más que los especialistas. Coordinar el agasajo a Paz resultó poco más que complicado. Yo admiré la mesura de Guillermo, su enorme conocimiento sobre Paz y su capacidad para el humor y la risa.
No recuerdo, la verdad, si se les pagó a los participantes, pero los boletos de avión de los que vinieron de otros países los sufragó el Consejo Nacional para la Cultura y la Artes cuyo presidente era el gran Rafael Tovar y de Teresa. La asistencia al homenaje a Octavio Paz en Bellas Artes fue inusitada. Muchos de quienes no habían leído al autor de El laberinto de la soledad es factible que lo hayan hecho entonces. Yo misma me aboqué de lleno a la lectura de la obra inmensa de Paz. Si Letras Libres, la revista que sucedió a Vuelta y que dirige Enrique Krauze, misma que se declara “heredera de la tradición y del ánimo de Vuelta de Octavio Paz” gozó del apoyo de los gobiernos anteriores a la Cuatroté, asunto que ignoro, con publicidad o con dinero, qué bueno Fortalecer los proyectos intelectuales siempre está bien. Lo que de ninguna forma resulta correcto es denigrar a los intelectuales, insultarlos, acusarlos de “Celestinos”, callarlos. La anti intelectualidad siempre posee una impronta fascista, no lo olviden.
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