Durante la última guerra mundial, Alemania se concebía como un Estado imperial urgido de expandir sus territorios para crear un “Nuevo Orden” en Europa. La estrategia tuvo como objetivo central una aberrante política de limpieza étnica contra los judíos y otras categorías sociales. Adolf Hitler anunció formalmente el inicio de esta estrategia el 3 de octubre de 1941 a su regreso del frente ruso. El resultado de esta “reconstrucción racial” de Europa por parte de los nazis, significó el asesinato de cerca de seis millones de personas en los diferentes campos de concentración y exterminio establecidos para ello. Exactamente, 82 años después de esas políticas que caracterizaron el Holocausto, los papeles se invierten: las víctimas de entonces son los verdugos de hoy.
Los violentos bombardeos realizados por Israel durante los últimos días contra los 2.2 millones de habitantes de la Franja de Gaza son evidencia de ello. Sin agua, alimentos, electricidad, combustible y con las comunicaciones bloqueadas, los palestinos recogen a sus muertos, que ya rebasan los 8 mil, y heridos que alcanzan los 20 mil, incluyendo niños, mujeres y ancianos. Entre las víctimas también se encuentran voluntarios de organizaciones humanitarias y agencias de las Naciones Unidas. La guerra que Israel lleva a cabo con el apoyo de la Unión Europea y Estados Unidos, se equipara con una guerra de exterminio y limpieza étnica, configurándose paulatinamente como un genocidio contra los palestinos.
El concepto genocidio proveniente del griego “genos” —estirpe— y del latín “caedere” —asesinar—, y hace referencia a una serie de actos sistemáticos para eliminar enteramente o en parte, a grupos étnicos, raciales, religiosos o de otro tipo. El genocidio representa la destrucción metódica de un grupo humano a través del exterminio de las personas y la destrucción de sus culturas. En 1944, el concepto entró en uso, sugerido por el jurista polaco Raphaêl Lemkin, para describir los crímenes producidos por el nazismo: “entendemos por genocidio la destrucción de una nación o de un grupo étnico bajo un plan coordinado, cuya finalidad es eliminar a esos grupos”. El genocidio está dirigido contra minorías nacionales, pero sus acciones afectan a los individuos, no en razón de sus cualidades personales, sino por su pertenencia al grupo nacional.
El genocidio es un sistema diseñado científicamente para la eliminación total de aquellas minorías que resisten persecuciones de distinta naturaleza. Los criminales responsables de genocidio son culpables de “delicta iuris gentium”, una categoría jurídica para describir los crímenes contra la ley de las naciones y otros delitos equiparables a la esclavitud, tráfico de personas o venta de órganos. El genocidio ubica al Estado como sujeto de infracción. Por ello, la represión del crimen de genocidio es un asunto de interés internacional que comporta responsabilidades para individuos y gobiernos. Debemos usar la memoria colectiva contra los genocidios porque, como decían muchos hebreos en el pasado: “sólo así la muerte sirve a la vida”.
Los genocidios pretenden la homogeneización nacional forzada a través del aniquilamiento de los “indeseables”, en este caso los palestinos. El odio nacionalista israelí está perpetrando atrocidades sobre los civiles para establecer un área étnicamente pura. Es una política sistemática de supresión de los no judíos a quienes detiene arbitrariamente, roba sus propiedades, expulsa violentamente de la región y golpea o asesina sin motivo, como acontece actualmente en Cisjordania. Las limpiezas étnicas representan acciones militares y políticas, pero sobre todo, proyectan nuevas filosofías de la “pureza racial”.
Al igual que Hitler en el pasado, hoy Benjamin Netanyahu invoca un “Nuevo Orden” para Medio Oriente, inaugurando una segunda fase de crueles agresiones. Afirma que la de Israel será una victoria del bien contra el mal. De esta manera, la coincidencia con el nazismo es total.
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